domingo, 6 de abril de 2008

Una mujer, la ciudad, el erotismo


Concha García en Ushuaia, durante su estadía en la Argentina.







Para la poeta española Concha García el poema es un intento de destacar lo fragmentario de la realidad. En su poesía “no hay episodios, sino escenas incompletas, fragmentos mínimos de una vida”. Los seres anónimos angustiados por el vacío de su existencia protagonizan sus textos: ella encuentra en esas mujeres, en esos hombres la falta de espíritu que caracteriza estos días.

Gerardo Burton

geburt@gmail.com

NEUQUÉN.- El poema expresa sólo fragmentos de la realidad: ése es el límite del lenguaje cuando se trata de percibir la existencia. Así, el poema “acaba siendo un intento de destacar partes de la realidad en su aspecto más fragmentado”.

La poeta catalana Concha García cita a Rosa María Belda, la prologuista de su más reciente libro –“Ya nada es rito y otros poemas”-, cuando señala que en su poesía “no hay episodios, sino breves escenas incompletas, fragmentos mínimos de una vida, porque no reproducen escenas identificables, sino sensaciones, gestos, una geografía de los sentidos que a veces transmite momentos de placer. Pero abundan más los episodios cotidianos del ser anónimo, que se angustia por el vacío de su propia vida. Quizás lo que más me preocupa es la falta de espíritu que padecemos en estos tiempos”.

De la dispersión de lo cotidiano habla García, de esa grisura que a veces campea en todo y de la cual, sin embargo, pueden extraerse imágenes, metáforas, nuevas formas de conocimiento si se les aplica el método de la poesía. El erotismo como medio de revelación de los cuerpos en relación –con el medio, con otros cuerpos; con el tiempo- y como premio a la búsqueda de un más allá que por momentos está al alcance de la mano, es un dato de su poesía.

En una entrevista realizada vía electrónica, Concha García se refirió a su oficio de poeta, una labor que requiere de aprendizajes y rupturas, de seguimiento de las tradiciones y de apartamiento de esas normas cuando se convierten en rígidos esquemas.

Por eso, Concha García admite que su poesía fue, durante un tiempo “incomprendida por haber hecho caso omiso de las formas imperantes de la convención clásica”. Es que, añade, “se tiene una idea del ritmo, como de la forma, muy pautada, muy preestablecida, sobre todo en el poema de tradición española”.

¿Podría describir cómo escribe, con qué técnica?

-Si rompo el verso con encabalgamientos o remates aparentemente caprichosos es porque el poema así lo exige. No pretendo embellecer, sino dar relieve, contrastar, hacer evidente que si algo no funciona con la lógica de la realidad en la vida de alguien, el ritmo de ese relato poético también debe darlo a entender. Además siempre me he preguntado qué es lo real. Concibo el poema como una metáfora en su contenido y en su forma.

Una visión de la realidad. Un dolor en la relación con la pareja. Los pequeños detalles denuncian esas carencias, esas ausencias. ¿Cuál es el abordaje de la realidad?

-Durante mucho tiempo el punto de mira de mis poemas ha sido una mujer, habitante de una gran ciudad, que en su anonimato hacía visible lo absurdo, el dolor y la gratuidad del deseo. Pero que vivía lo sagrado en una traducción ennoblecida del erotismo. Sobre todo, en mis primeros libros. El erotismo era el antídoto contra la angustia: era el consuelo de la existencia; una de las maneras más hermosas de estar viva. Pero nunca desde la mirada narcisista, ni siquiera del otro, sino del propio cuerpo y de la conciencia de su ilimitada fragilidad.

¿Podría señalar influjos, rastros de otros poetas, escritores, artistas o pensadores en su poesía?

-Siempre me ha impresionado el desconsuelo lúcido y no exento de sentido del humor de (Fernando) Pessoa (en Alvaro de Campos), de (Witold) Gombrowicz, o de Felisberto Hernández. La sorprendente elocuencia de los haikús, el ritmo vital de algunos poemas de Adrienne Rich, la sensación de soledad que transmite la poesía de Antonio Machado, la elocuente capacidad de nombrar la muerte de Blanca Varela, el interrogante sobre la femineidad que plantea Ingeborch Bachmann, la extraordinaria capacidad de nombrar el mundo desde los pequeños acontecimientos de Szymborska, y la inteligencia de Marguerite Yourcenar. Aquí lo dejo. Leer es una experiencia que abre las puertas de al percepción y te hace más feliz. En España los adolescentes carecen cada vez más de comprensión lectora, y eso precisamente es lo que no he visto en este país, ni en la Patagonia. Los jóvenes aman la lectura, tienen curiosidad, se leen los unos a los otros con respeto.

Señale poetas españoles actuales, contemporáneos suyos en cuanto a generación.

-Lamentablemente no conozco todo lo que se escribe actualmente, así que no voy a entrar en la poesía más joven. En España se publica mucho, y eso hace que la poesía haya entrado en el mercado, aunque paradójicamente sale perjudicada porque un libro de poemas debe permanecer mucho tiempo en el anaquel y ahora eso no es posible. Pero no puedo dejar de pensar en poetas de mi generación como Chantal Maillard, Juan Carlos Suñén, Angeles Mora... ¿Sabes? Me siento afín a muchos poetas que no voy a nombrar porque la lista sería mucho más larga, y las afinidades están más relacionadas con haber compartido espacios, tiempos y lecturas que con otra cosa.

DATOS

Concha García nació en La Rambla, en 1956, pero residió prácticamente toda su vida en Barcelona, adonde su familia se trasladó siendo ella muy pequeña. Estudió filología hispánica y fundó el Aula de Poesía y la Asociación de Mujeres y Letras, dos organizaciones dedicadas a difundir la poesía escrita por mujeres tanto en España como en el resto del mundo.

Codirige la revista “Ficciones”, publica críticas literarias en los suplementos culturales de los diarios Avui y ABC, y es colaboradora de revistas especializadas, entre ellas Barcelona Review y Lateral.

Obtuvo varios premios, entre ellos el de poesía Aula Negra, por “Por mí no arderán los quicios ni se quemarán las teas”, el primer premio de poesía Barcarola, con “Ya nada es rito”, y el primer premio Gil de Biedma, con “Ayer y calles”, publicado por la Editorial Visor.

Trabajó durante un año entero, auspiciada por la Fundación Antorchas y Espacio Hudson –el proyecto literario dirigido por el poeta Cristian Aliaga en Chubut- en la coordinación de talleres de producción y análisis de poesía en la Patagonia. Como resultado de su trabajo editó una antología de poetas de la región, y tiene en preparación una nueva edición crítica.

Además, su obra poética incluye los siguientes títulos “Rabitos de pasas”, 1981; “Trasunto”, “Por mí no arderán los quicios ni se quemarán las teas” y “Diálogos de la hetaira” publicados en 1986; “Otra ley” 1987; “Ya nada es rito”, 1988; “Desdén”, 1990; “Pormenor” 1993; “Ayer y calles”, 1994, “Cuántas llaves”, 1998; “Árboles que ya florecerán”, 2001 y, el año pasado la recopilación de casi toda su obra en la reedición “Ya nada es rito y otros poemas”.

TEXTUALES

* “Mi poesía no es desgarradora, es algo pesimista, y un tanto fatalista. He apuntado en casi todos mis poemarios, excepto en los dos últimos, a reflejar experiencias dolorosas, que pasan también por el cuerpo de mujeres, eso es cierto. Pero lo que más me ha interesado, cuando me releo, veo que ha sido retratar los instantes feos de la vida, la soledad, el fraude cultural: no hay nada para siempre. La fugacidad es la gran lección. Ahora sé que sólo se vive de los instantes y éstos son los que me hacen gozar y sufrir. No hay nada detrás ni delante. Los recuerdos acaban siendo selectivos. La experiencia no. Con eso te respondo a que la poesía tiene que ver con todo. La expresión TODO es muy compleja, alberga también lo que no se sabe”.

* “No hay cuerpo sin alma, sin intelecto y sin piel. Somos una unidad. Como dicen los orientales, con algo de yin y algo de yang. Quizás los hombres, generalmente, se han preocupado más de la estética a la hora de cultivar la poesía, no olvidemos que el poema se libera de las tiranías de las modas en este siglo pasado. La mujer, sobre todo, muchas poetas norteamericanas nacidas en los años veinte, como Sylvia Plath, Anne Sexton, Sharon Olds, Adrienne Rich, tuvieron muy en cuenta su cuerpo, porque era un cuerpo que había sido maltratado a causa de las imposiciones morales que tuvieron que aguantar, desde ser madre a tener un compañero, sin posibilidad de elegir qué era lo que realmente querían, entonces el cuerpo deviene en víctima de esa fatalidad histórica y cultural que nos ha tocado vivir a las mujeres. Yo leí a esas poetas y me influyeron mucho. Habría que intentar para superar todo eso de lo estético y del cuerpo, ser más flexible, captar la mirada en ambos lugares, que del alma se pase a una mano que sacude el polvo a una chaqueta. Eso es lo que me interesa de la poesía actualmente, que me de esa versatilidad, esas miradas desde dentro y desde fuera bajo una mirada única”.

SELECCIÓN DE POEMAS

De "Otra ley"

Cansancio

Sentada es como si bebiera largos tragos de playa,

pócimas de tonterías y me cortase las uñas,

sin compañía. Es un cuento más, una residencia

cara. Piso el suelo con bocados de ansiedad

y me lleno de reliquias el cuerpo, salgo

asustando. Repito en larguísimo silencio

abulias y taconeo deslizándome sin prisa

por las avenidas buscando un no sé qué, aquello

que no se nombra porque no se sabe y acapara

gran parte del día ponerme bajo una sombra.

La que sea, a estas alturas elijo la que sea.

De "Ya nada es rito"

Amaneciendo en soledad

Sí que es ser de día vestirme

cuando no tengo un sosiego enfrente

ni nada en el costado, chupada

de lástima voy vertiendo el traje

en mis brazos y lo encajo

como un sueño deseando un desnudo

más constante. Más siempre.

Dejando de amar

Ya no le digo te quiero a nadie,

he perdido el sur del vestido y las

costuras se abren, parezco una tela

inflexionada, una rota lana.

Me río de tanta lluvia, a veces

el aliento es iracundo y lunático,

la frescura y el atrevimiento

se han hecho detritus, pondero

por eso todo amor deshilachado,

me aceito de madrugadas pasivas

y al mirar por la ventana se va

aquel dramatismo de antaño,

aquella ira romántica que

ponía un precio a la aventura.

Vasta sed

Me ansía cuando se le seca la boca

bebiendo tragos, en los genitales le irrumpo

de mentira y se trajea con la tarde

que nunca vine. Meditando en montañas

de aguardiente elige cómo olvidarme.

De "Pormenor":

Anomalía

No paseo. Ni ando. Voy a casa.

Cayó del monedero el bono-bus

y tengo cinco duros. Ni para

cerveza me queda. Te amé

escrupulosamente. Iba

a charcuterías y te invitaba

a cenar. Eso era una muestra

evidente de mi ternura. No

tengo nada. Nada.

Empezar

Todavía no he bebido lo suficiente.

No digo mucho, digo lo suficiente.

Así que ahórrate la otra vez

y próximas. Nunca dije: atada soy.

Ni me horroricé por un beso

en cualquier parte. Adoro

sólo lo adorable. Un día, u otro

siempre puede asomarse una

a la ventana y ver tejados.

Adoro los tejados y beber.

Bebo para la tirria, para

comprender. No te entiendo,

me levanto, está bien,

no me quedo.

Lo que se sabe

Toda mi vida la pasión soterrada

en el bajo fondo de la placidez.

La idea de la pericia escapa. Un lento

proceso al amanecer. La quinta vez

que reescribo. Te lo dije. No creo.

La fe ha resbalado como la resina joven,

como el trazo de una oruga,

la fe se ha derretido en la baba

de varios caracoles. Toda tu vida

escapa o huye. No negué lo que vi.

No vi nada. Sombra en un pacto

toda mi vida: la ventana, arrullando

el más puro sonido del silencio, un crac

rompe la desidia, un sonido leve de rotura

precipita el único acontecimiento imposible

e indeseable. Soy tu túnica, tu vajilla

y tu despecho. Me voy irritada. Sé que ahora

el velo del día es un espeso manto,

una capa del rey Recaredo. Una enagua.

De "Ayer y calles"

Alegoría del tiempo

Somos moderadamente felices,

los dos vivíamos en una afinidad

absoluta: las palabras

no pueden expresar la experiencia.

Yo tampoco.

2 comentarios:

maliae dijo...

leo a concha garcía y recuerdo cuando la leí por primera vez, mala lectora de poesía yo, no sabía que debía entender... y me sentí mal.

ara ja sé que no hay que entender, sólo, quizás, atrapar el sin sentido de todo y la fugacidad tallada a cuchillo, a veces, de un instante.

y saborear ese punto amargo que queda al final de todo, inevitable.

lanati

Anónimo dijo...

curioso encuentro...