lunes, 14 de abril de 2008

Lo nuevo, lo viejo, lo actual

Formas modernas de última tecnología se combinan con los hábitos tradicionales premodernos en la organización del trabajo rural. A pesar de las tendencias globales, no se puede hablar de un rumbo hacia la uniformidad total en los procesos de producción agrícola. De eso se trata “Reestructuraciones sociales en cadenas agroalimentarias”, un libro editado por el Grupo de Estudios Sociales Agropecuarios, GESA, de la Universidad del Comahue.

Gerardo Burton

geburt@gmail.com

El escritor británico John Berger apuntó, en su libro de ensayos, relatos y poemas “Puerca tierra”, que “el campesino ha sobrevivido más tiempo del que le habían pronosticado. Pero durante los últimos veinte años, el capital monopolista, mediante sus empresas multinacionales, ha creado una nuev estructura del todo rentable, la ‘agribusiness’ por medio de la cual controla el mercado, aunque no necesariamente la producción, y el procesado empaquetado venta de todo tipo de productos alimenticios. La penetración de este mercado en todos los rincones de la tierra está acabando con el campesinado”.

Eso dice Berger. Sin embargo, en un análisis del impacto de la aplicación de tecnologías de punta en la producción, empaque y comercialización; la transformación de las unidades productivas y el implacable proceso de reconversión que vivieron las explotaciones agropecuarias –fundamentalmente frutihortícolas- en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, el Grupo de Estudios Sociales Agropecuarios de la Universidad del Comahue ensaya una posición intermedia: “no hay imagen de polarización; hay productores que se pudieron reconvertir, algunos se autodenominan productores y otros chacareros que se desempeñan en la histórica actividad pluriagraria el Alto Valle”.

Esa afirmación pertenece a Mónica Bendini, prologuista del volumen “Reestructuraciones sociales en cadenas agroalimentarias”, perteneciente a la colección Cuadernos que edita el GESA de la facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNCo. Es el sexto título que publica el grupo (ver aparte), en este caso compilado por Martha Radonich y Norma Steimbreger.

Bendini explicó que el libro reseña la cadena agrícola “ubicada en contextos más amplios”, y describe las relaciones “entre la reestructuración económica y las reestructuraciones sociales”. Como resultado, en el Alto Valle y en el Valle Medio se observa “un impacto heterogéneo”.

Se trata de analizar el impacto de las nuevas formas de producción “sobre las organizaciones sociales y de los trabajadores y sus efectos sobre el territorio, cómo se incorporan nuevas áreas para exportación” en el proceso de globalización creciente, indicó Steimbreger.

Para Graciela Landriscini es importante señalar cómo se modifican las relaciones de intercambio, es decir, cómo se determina qué hay que producir; qué capacidad de decisión sobre la producción tienen los productores; cómo influyen las cadenas de híper y supermercados y cómo y quién “da la orden de qué producir, cómo hacerlo en cuanto a control de calidad, fijación de precios y variedades” que deben comercializarse.

Otros elementos a tener en cuenta son las inversiones que se exigen; los sistemas de fertilización y de poda, y así se puede observar “cómo se modifica la forma de trabajar, en cuanto a cantidad y a calificación”, indicó Landriscini.

También mencionó los cambios en el empaque; los costos salariales para los pequeños productores que se desempeñan de manera multifuncional y las grandes explotaciones.

Bendini se refirió también al proceso de transnacionalización que modificó las relaciones sociales y de producción. Pero indicó que “no existe una imagen de polarización, pues hay productores que se pudieron reconvertir y otros no”.

Señaló la distinción que se hace en el sector en relación con la actividad histórica en la zona rural del valle entre productores y chacareros, que se debe, dijo, a la coexistencia entre áreas tradicionales y nuevas en la misma zona.

También puntualizó la “unidad temática” del volumen editado, por su contenido.

En efecto, los procesos descriptos abarcan regiones de la Argentina, México y Brasil. Se analiza cómo “transforman el escenario productivo y el espacio social, construyen nuevas formas de territorialidades que coexisten con hábitos tradicionales de producción tales como la precariedad laboral en las zonas rurales”. Se trata de una “agricultura flexible” –término de la especialista Sara Lara Flores- que se propone lograr competitividad mediante la combinación de nuevos y viejos procesos de trabajo, tecnologías y formas de uso de la fuerza de trabajo que tornan al empleo más intermitente e itinerante.

En el prólogo, Bendini señaló que el sector frutihortícola es, “desde hace algunas décadas, uno de los sectores más dinámicos de la agricultura, tal como se manifiesta en las regiones estudiadas del Norte de la Patagonia, Litoral y Cuyo en Argentina; Baja California, Sonora y Sinaloa, entre otras, en México; valles del río San Francisco en Sergipe, Bahía y Pernambuco de Brasil, donde el mayor dinamismo se genera en la producción destinada a la exportación”.

Ese dinamismo está expresado en la movilidad del capital, la transferencia y la venta de empresas regionales o nacionales a firmas extranjeras. Ese proceso de desnacionalización de la producción, que reproduce lo ocurrido en el país y en América Latina, está analizado pormenorizadamente por Landriscini y Osvaldo Fleiss.

En ese contexto, Bendini mencionó las “empresas modernas radicadas en la región (que) lograron insertarse con éxito en el mercado mundial: uso de tecnologías de punta; organización a escala y descentralizada de sus procesos productivos; control de los segmentos de distribución y de comercialización y movilización de complejos flujos migratorios para disponer de mano de obra barata y abundante.

... formas combinadas de concentración económica y de persistencias adaptativas de pequeños y medianos productores que provoca la continua reestructruación de las relaciones técnicas y sociales de producción. Uno de los efectos más importantes de los procesos de revalorización de tierras para la actividad agrícola orientada a productos de calidad es la transformación de los mercados de trabajo, de las relaciones intersectoriales y de las propias comunidades locales. Así, las nuevas formas de organización de la agricultura redefinen las posiciones productivas de trabajadores, productores y empresarios; reestructuración que responde, por una parte, a tendencias mundiales de la reestructuración productiva e inserción flexible pero, por otra, a especificidades regionales y a redes locales de actores.

El espacio es una cadena de lugares interconectados: para los productores, el territorio no es sólo ellugar (o los lugares) en íse vende la producción, para los trabajadores no es sólo el lugar en donde se reside sino son los lugares adonde se migra para trabajar (desplazamientos múltiples, nuevas configuraciones familiares, redes sociales).

Las políticas neoliberales de fuerte impacto en la región durante los años ochenta y noventa transformaron profundamente la agricultura. Atendiendo a la flexibilidad de su producción y su adaptación a las condiciones cambiantes del mercado, algunos autores la caracterizan como una agricultura postfordista, mientras para remarcar la combinación entre la flexibilidad productiva y el uso del trabajo precario oros autores hablan del surgimiento de una agricultura flexible; tal el caso de las empresas del sector agroexportador frutihortícola que se reestructuraron, combinando el uso de tecnologías sumamente sofisticadas con el uso de una abundante mano de obra migrante temporal y precaria para obtener productos de calidad internacional y lograr su máxima rentabilidad en el mercado global.

Al surgir una nueva división internacional del trabajo en los sistemas agrícolas a nivel mundial, la agricultura de los países periféricos se integra más y más a las actividades de las empresas agroindustriales, las que han ido conformando crecientemente conglomerados transnacionales, y al mismo tiempo la reestructuran. Los complejos agroindustriales fueron profundizando su integración vertical mediante el desarrollo de cadenas productivas extendiendo su control en los distintos eslabones o segmentos, dese la producción al consumo final de los productos agrícolas. Este proceso ha sido acompañado, en las últimas décadas, de una creciente concentración e internacionalización del capital a través de complejas estrategias de descentralización geográfica productiva/centralización de gestión; creación de redes de abastecimiento; requerimientos crecientes de mano de obra transitoria mayoritariamente extra local, entre otros.

OTROS TÍTULOS

NEUQUÉN (AN).- “Reestructuraciones sociales en cadenas agroalimentarias” es el sexto cuaderno GESA, y fue editado por La Colmena en Buenos Aires, con una tirada de 500 ejemplares. El grupo publica dos colecciones, la de los cuadernos y las que realiza en colaboración con otras instituciones, como es el caso del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, INTA. Entre otros títulos, el catálogo de ediciones está constituido por “Campesinado y ganadería trashumante en Neuquén”; “Trabajo y cambio técnico. El caso de la agroindustria frutícola del Alto Valle”; “El campo en la sociología actual”; “De golondrinas y migrantes”; “Crianceros y chacareros. Territorio y organización social de la agricultura”; “Con las puras manos. Transformaciones agroindustriales y laborales en nuevas y tradicionales zonas frutícolas del norte de la Patagonia”.

Los artículos del presente cuaderno están compilados por Martha Radonich y Norma Steimbreger. Sus autores, entre los integrantes del GESA y los invitados, son Amalia Kreiter; Graciela Landriscini; Osvaldo Preiss; Marta Ciarallo; Mónica Bendini; Nidia Tadeo; Hubert de Grammont; Adriana Bocco; Sara Flores; Josefa Barbosa Cavalcanti; Dalva da Mota; Verónica Rama y Belén Álvaro además de las compiladoras.

No hay comentarios: