domingo, 14 de octubre de 2007

Contar la ciudad


Una ciudad tiene múltiples voces que la describen, que narran sus leyendas, las historias de su gente, y que registran sus tonos y el habla de sus habitantes. Un siglo después de su constitución como capital, Neuquén se despojó de los relatos del origen –crónicas de pioneros; reflexiones de misioneros; recomendaciones de maestros; sentencias de jueces y discursos de políticos-. Los viajeros dejaron su lugar a los migrantes que se radicaron en sucesivas etapas y en forma incesante. Esa nueva comunidad, distinta de la anterior, que convirtió el antiguo caserío en el principal conglomerado urbano de la Patagonia, originó formas de narrar propias, con singulares características. Los primeros textos –impresiones de viaje, descripciones de paisajes, diarios y cartas- fueron sustituidos por una literatura cada vez más robusta: la ficción comenzaba a explicar a la nueva comunidad, sus autores admitían a priori todas las fuentes disponibles, fueran éstas locales o foráneas.

Gerardo Burton

geburt@gmail.com


Con menor difusión que sus colegas poetas o dramaturgos, los narradores neuquinos de la actualidad producen en forma constante una literatura que pocos conocen: casi de culto, circula en ediciones de autor o en páginas web; sus autores se conocen pero escasamente se reúnen, salvo que compartan el mismo ámbito de creación –taller literario, círculo de escritores-. Neuquén capital alberga varios narradores, pero hay grupos fuertes en otras ciudades –Cutral Co; San Martín y Junín de los Andes; Zapala; Chos Malal y el norte-.
Un denominador común caracteriza la selección que aparece en estas páginas: ninguno de los autores seleccionados en esta muestra nació en Neuquén. Sin embargo todos, sin excepción, desarrollan sus carreras profesionales y literarias en la capital de la provincia.
Justamente por lo aluvional son representativos de una comunidad que se crea por acumulación de sucesivas y constantes corrientes migratorias: de otras provincias argentinas; de otras naciones latinoamericanas. Tres son porteños; uno bonaerense, otro entrerriano y el más joven es paraguayo.
Un segundo dato en común es que no existe el canon y, en el peor de los casos, está haciéndose. Si bien cada uno mantiene sus preferencias y reconoce influjos, en todos hay coincidencias en cuanto a quiénes son los escritores del centenario aun sin rasgos que permitan definir una literatura regional. Uno de ellos, Mariano Villegas, sostiene que “toda literatura es regional así los escritores sean de Buenos Aires; Yala, Jujuy o de Zapala, Neuquén”, una definición que permite delinear un habla, un modo de ver el paisaje, una forma de representar a la comunidad.
Héctor Mendes; Carlos Tata Herrera; Ricardo Fonseca; Cristina Ramos; -Mariano Villegas añade a Eduardo Helfgott- son nombres que generan coincidencias en los autores consultados. También mencionaron la labor de los talleres literarios –María Amelia Bustos Fernández; Cristina Ramos; Mariela Lupi; Pablo Montanaro- como ámbitos de discusión sobre el quehacer de la literatura y en especial de la narrativa.
A los narradores “hay que salir a buscarlos; existen, escriben, pero esa producción está oculta, no se publica”, explicaba Humberto Bas, apoyado por Alejandro Flynn y Gabriela Grünberg, quien expresaba su “rabia porque nadie se toma el trabajo de buscar la producción literaria, de leerla y ponerla en debate”.
La situación de los narradores se diferencia de la de los poetas, que “están más en exhibición, se sabe qué están escribiendo, se los oye, se los ve; en cambio aunque se sepa quiénes son los narradores, nunca se sabe qué están escribiendo”.
La falta de organicidad se manifiesta en dos aspectos: no hay un grupo o centro que nuclee a los autores de narrativa, y tampoco circula su producción. La inaccesibilidad, tanto para los autores como para los lectores en general, se atribuye a la falta de políticas de Estado en materia cultural y al deficiente funcionamiento del Fondo Editorial Neuquino, FEN.
Al respecto, Osvaldo Pellín consideró que una de las principales dificultades existentes es “la escasa acción del Estado y la aún más escasa convocatoria de los escritores para intercambiar ideas. La aparente inexistencia de narradores en la región es absolutamente irreal”, indicó.
Además, atribuyó a los poderes públicos la misión de “detectar, promover y editar a los escritores regionales. Y los medios de prensa deben saber que recabar la opinión de la intelectualidad regional es un capítulo que aun ni siquiera han explorado”.





Hablan de la cocina
* Trato de capturar el entorno a través de una imagen sensorial, que tiene que ver con algo. Otras veces no es así, no surge del entorno geográfico. Muchas veces me inspiro en temas de la historia argentina; otras son historias que me han contado. Recuerdo a Mauricio Kartun cuando decía que uno se inspira en una imagen. (Alejandro Flynn).
* En mi caso está muy presente la historia europea, la historia argentina y la memoria. Trabajo mucho sobre una palabra o una frase y después paso a los personajes. Mis textos son muy dialogados, atravesados por la historia argentina. Creo en la literatura universal. Trabajo intensamente sobre la experiencia del hombre. (Gabriela Grünberg)
* Trabajo con el contexto cotidiano, con los paisajes del origen, nada testimonial. Los paisajes diferentes se entremezclan en forma lúdica y los tomo para el relato. A partir de ahí hay una deriva hacia el lenguaje. En mí hay un gusto por el fluir del lenguaje; puede que a otros les interese el paisaje, a mí me interesa el fluir del lenguaje en el texto. (Humberto Bas)
* Es difícil determinar el influjo del paisaje, de la sociedad en los textos neuquinos. La dificultad determinante es que no se conocen como deberían. Seguramente hay narradores instalados en sus circunstancias existenciales que brindarán algún día sus descubrimientos. (Mariano Villegas)
* A diferencia de la distancia emocional que pedía Horacio Quiroga en su decálogo, yo no puedo escribir si no me emociono. A veces los paisajes dictan la letra. (A.F.)
* Escribir es desprenderse de cualquier tipo de dogma. Un decálogo le sirve a cada uno, cada uno elabora su propio decálogo... Hay una subversión entre lo ético y lo estético. En la escritura importa lo estético, que da vida y sentido. El distanciamiento es tomar un hecho y cosificarlo, verlo como un objeto: o se escribe o se está en el dolor. (H.B.)
* Borges decía que él tenía el principio y el final del cuento, en el medio ocurría la aventura, lo que va aconteciendo... Si no se toma distancia de la historia no se puede escribir. Necesariamente hay que salir de ella para involucrarse, por eso es tan diferente lo nuestro de la crónica (G.G.)
* Algunos nombres para el seleccionado: Julio Cortázar, Haroldo Conti, Edgar Allan Poe, Jack London, Enrique Wernicke, Horacio Quiroga, Louis Ferdinand Céline, Anne Tyler, Ernest Hemingway, John Updike, Daniel Moyano, Marco Denevi, Thomas Pyncheon, Augusto Roa Bastos, Jean Paul Sartre, William Faulkner, Juan Carlos Onetti, Macedonio Fernández, Leonidas Lamborghini, Juan José Saer, Nicanor Parra, Sergio Chefjec, Antón Chéjov, Fedor Dostoievski, Leon Tolstoi, Roberto Arlt.







Osvaldo Pellín


ENJAMBRE DE AVISPAS

Nadie habría reparado demasiado en ella, de no haber sido por aquel enjambre de avispas que alojaron en las grietas de la piedra.
Algunos curiosos fueron sorprendidos al internarse en la gruta que liberaba su acceso al bajar la marea y salieron despavoridos, perseguidos por aquellos insectos.
Para probar su agresividad, dispusieron, mediante diversos ardides, obligar a unos perros callejeros a internarse en la oscura caverna. Pero la cosa no se resolvió de acuerdo a lo previsto, con una huida y el festejo por el pavor de los perros. Se aguardó en vano, porque los perros aún no habían aparecido al producirse la pleamar.


JACK Y EL AFILADOR

Mientras el afilador avanzaba por la ciudad, Jack aguardaba lujurioso por una de sus presas, en una angosta calle londinense. Oyó el silbato que se acercaba. Cuando su figura se recortó a pocos metros, despejada la bruma de la madrugada, desechó por sospechosa la idea de huir, pues ése que venía no era ella. Relajó su cuerpo, recostándolo contra el muro en actitud distraída y sacó hábilmente un enorme cuchillo que relumbró entre sus manos. Miró a los ojos del hombre que seguía anunciándose con su silbato y le pidió, con cortesía, si era tan amable de afilar la hoja de su cuchillo.

Nació en Buenos Aires en 1940. Hizo su carrera como médico en Neuquén, en el sistema público de salud.
Publicó cuentos y relatos recopilados bajo el título “Afuera de nosotros” y editado por Ruedamares en 2006. Tiene un libro de poesía “en clave de tango”, titulado “Dúo en Fa”, en colaboración con el poeta misionero Miguel Angel Ferreira. Un cuento suyo, “El caballo carneado”, fue premiado en un concurso en Córdoba. Integra el taller literario de Cristina Ramos.




Mariano Villegas


BAJO LA BARDA (novela, fragmento)

El 31 de diciembre por la tarde, Conrado Vallejos, descalzo y en short, dispuso una limpieza a fondo del lugar donde vivía con el ingenuo propósito de esperar el año nuevo en solitario de la manera más ordenada y pulcra posible. Una voz aguardentosa le decía al oído con algo de impiedad y de sentencia que mejor debería limpiar su vida.
La vivienda era un garaje de nueve metros de largo por cuatro de ancho construido bajo la barda, ese profundo barrancón en declive conformado durante siglos por el río Limay nacido en el lago Nahuel Huapi. Su marcha obstinada hacia el Atlántico, ha degradado una franja inmensa de la región en las estepas del sur continental. En esa geografía se une el Limay con el río Neuquén, otro río de montaña, conformando la región Confluencia. El nuevo y enriquecido caudal a partir de allí de denomina Río Negro, vía de agua que recorre centenares de kilómetros hasta desagotar en el Océano Atlántico. A lo largo de su ribera se fundaron numerosas poblaciones cuyos habitantes, en general, se dedican a los cultivos de manzanas, peras y uvas.
Entrando al garaje, a la derecha, había una habitación cuya ventanita en el borde superior de la pared, daba a una calle en pendiente. Todos los espacios, incluido el baño ciego, permanecían en penumbras como es habitual en sótanos y ambientes semienterrados, propicios por otra parte, para el fluir constante de pensamientos sombríos...(....)
En noches de despiadados vendavales, mezclado con aullidos de álamos y cables eléctricos, se oían escalofriantes bramidos de dinosaurios extraviados en las mesetas, perceptibles a los oídos de Conrado, al promediar la ingesta de media botella de ginebra. La lluvia es una excentricidad (excepto los aterradores aluviones que se dieron al año siguiente) y si por algunos de esos desvaríos meteorológicos se producía alguna precipitación, venía en forma de lánguidas y persistentas garúas propicias para la simplezas criollas del mate amargo y la torta frita. De truenos y relámpagos, ni rastros.


Mariano Luis Villegas nació en Bovril, Entre Ríos en 1934. Se radicó en Neuquén en 1974. Vive en Buenos Aires desde hace un año. Es jubilado del Consejo Provincial de Educación del Neuquén.
Publicó cuentos en ediciones colectivas –Fundación Banco de la Provincia del Neuquén- y las novelas “Campo de experiencias”, premio de narrativa breve de Almería, España, que se publicó en México en 1992, y “Una gesta primaria”, editada por Bitzoc, Barcelona, premiada por la Fundación March Cencillo de Palma de Mallorca, en 1998. Esa misma novela recibió una mención en el concurso del diario La Nación, también en 1998.




Oscar Castelo

SENTIDO PRÁCTICO

Quién se puede imaginar. Tremendo groncho en ese mameluco engrasado. Los pelos revueltos como recién levantado, cantando dulce y bajito.
Yo estaba en otra cosa pero por algo me había puesto alerta.
Desde la fosa me dijo, oiga miss ¿por qué no baja?
Me dije; con mi two pieces de poplin inglés, “Vaya y por qué no... sin duda la mecánica tiene sus secretos”.


TALÓN DE ENTREGA

La tarde como invierno. El fuego encendido. Música, por momentos llueve.
Penumbra y algunos quejidos de la madera. No se sabe si provienen del fuego, del agua o del viento. Hay rumores en los encastres y en los ángulos. Entre las telarañas. En el piso de parquet o en la muralla de lajas de la chimenea.
La puerta entreabierta parece despejada justo en el momento en que la casa se desplaza.
Al dorso se lee: devolver al remitente.


RURALIA

Parece despropósito. Qué se le va a hacer. Sentirse tan igual. Al menos parecidos.
Estar todo el tiempo campeando uno en el otro imperfecciones y similitudes.
Cruzamos el campo casi sin quererlo. Atravesamos el bosque medio a oscuras, el sol deambula aun dormido.
Finalmente repechar la cuesta, salir al claro amaneciendo.
Estremecidos y mojados dejarse envolver por el vapor que sube del río.
Uno contra otro. Satisfechos, hombre y caballo.


Su trayectoria literaria comenzó al obtener el primer premio de cuentos organizado por Literaria, publicación dirigida por Pedro Orgambide, Osvaldo Seiguerman y Humberto Constantini a finales de la década de 1960. Posteriormente dirigió, junto a Abelardo Castillo, Arnoldo Liberman y Constantini, entre otros escritores, la revista El Grillo de Papel.
Ilustró libros de poetas, se dedicó a la publicidad, la hotelería y realizó muestras individuales de dibujos, pinturas y grabados en galerías de Buenos Aires, Lima, Río de Janeiro y Montevideo. Colaboró en El Barrilete, de Roberto Santoro y Eco Contemporáneo, fundada por Miguel Grinberg.
Fue finalista, en 197l, del Certamen de Novela Latinoamericana organizado por el Diario La Opinión y Editorial Sudamericana, con “La galleta”, escrita en colaboración con Norman Calíbrese.
En l972 se integró a los equipos gráficos del Peronismo de Base. En 1979 se radicó en Neuquén, donde colabora con diarios y revistas y participa de antologías de escritores patagónicos.
En 2004 publicó “Barda brava”, poemas, en la Editorial Limón. Fue colaborador del Teatro del Bajo, es autor y director de teatro.


Gabriela Grünberg
Manuel (fragmento)

No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso.
Prólogo de Los conjurados, de Jorge Luis Borges

Suena la sirena
de vuelta al trabajo
muchos no volvieron
tampoco Manuel
de la canción “Te recuerdo, Amanda”, de Víctor Jara

Teresa se levantó muy temprano. Se incorporó, se sentó al borde de la cama y se calzó las chinelas. Sintió los pies helados y caminó unos pasos hasta la otra pieza, para prender la garrafa. Cocina-comedor, como decía Manuel, él la había levantado con sus propias manos. Negra, no vivimos más en una choza, ves, es una casita en serio – decía y los dos la miraban extasiados, desde el patio de tierra de adelante. Y vamos a tener jardincito, ya vas a ver, mi Negra, y una parra, que a vos te gustan las uvas, vamos a plantar una parra, Tere, vos prendele una velita a la Virgen de Luján, que me siga protegiendo y tenga trabajo, más ahora que se viene el Manuelito. Entonces le tocaba el vientre hinchado su Manuel y ella reía y le preguntaba qué hacemos si es una Manuela y él la miraba serio, desde el carbón de sus ojos enormes, y le decía que con más razón, Teresita, con más razón, si es una nena me voy a volver loco de alegría y le voy a hacer muñecas y vos le vas a coser los vestidos y ella volvía a reir, si vos no sabés hacer muñecas, Manuel y él se ponía serio y contestaba que iba a aprender a hacerlas para su princesita y que ya se la imaginaba igualita a ella, a su Teresa y qué tal si la llamaban Eva, comentaba ella y Manuel meneaba la cabeza que Evita hubo una sola y ya había tenido un hombre y un destino y su hija, si es que era hija, mejor nombrarla distinto, que fuera única y mientras miraban la casita barajaban nombres porque Manuel decía que no había que cargar a los hijos con los nombres de los padres, o sea de ellos, y Teresa se lo respetaría porque él era lo que más amaba sobre la tierra y sus manos callosas sirviéndole unos mates cuando ya habían entrado y miraban la cuna aún vacía que también había hecho Manuel, con la ayuda del pelado José que era un buen amigo. Trabajaban en la misma fábrica, el pelado y su Manuel, pero el pelado no tenía ni mujer ni hijos, era medio atorrante, le gustaban las mujeres, todas le gustaban, no me decido, le confiaba a ella, a ver vos, Teresa, ayudame y ella sonreía y le contestaba que ya iba a llegar una que le diera vuelta esa cabezota pelada que tenía. Prendió la garrafa con el pensamiento aturdido y volvió a la pieza. La cuna ya no estaba, claro. Tampoco Manuel. Miró a su única hija, que dormía con ella, en ese espacio vacío que siempre estaría vacío, pensó Teresa, no importa que esté ocupado y que la quiera tanto a mi Cynthia, al final se habían decidido, nombre de lazo y puntilla, había dicho Manuel cuando la vio y ella había reído, qué lazo ni qué puntilla, mirala con los pelos negros pegoteados y la carita de viejo arrugado y Manuel la besaba y afirmaba que él se la imaginaba en el bautismo con el vestidito que le iba a coser Teresa, todo lazo, todo puntilla y ella suspiraba y le daba el pecho y pensaba que de dónde iba a sacar la plata para la tela si no encontraba quién la cuidara a la beba mientras ella trabajaba de empleada doméstica, a lo mejor la patrona la dejaba llevarla, siempre y cuando no berreara mucho y después lo espiaba a Manuel, tan encendido y no le discutía, que sí, que se llamaría Cynthia nomás, total para el bautismo falta un año, se consolaba Teresa y quién sabe todo lo que puede pasar en un año.
...

... al final pude, sabés Manuel, y va a seguir estudiando, así me dijo, nos salió buena, es duro sola, pero bueno, yo no puedo de otra manera, mirá que el pelado José me insistió todo lo que pudo, pobre, Teresa, me decía, yo me salvé porque ese día, justo ese día, no fui a la fábrica y pude esconderme a tiempo, sabés, Manuel, anduvo años guardado, a él tampoco se le van ni el miedo ni la bronca, nunca, lo único que se le fue es la pasión por las mujeres, ahí anda, solo, trabaja de mecánico, ya te dije que es el padrino de la Cynthia aunque, claro, él tampoco pudo venir al bautismo y yo le mentí al cura, le dije que el padrino iba a ser justo mi hermano pero no había podido viajar desde Santiago del Estero porque se había enfermado, mirame a mí, mintiéndole al cura, después le pedí perdón a la Virgen de Luján. Pero yo sabía, siempre supe, que vos querías que el pelado fuese el padrino de tu princesa. Padrino sí, marido no, sonrió Teresa, que el pelado aún hoy le decía, Teresa, Manuel no va a aparecer, vos lo sabés bien, no se va a enojar si te casás conmigo y yo que no, que hasta que no tenga una tumba donde llorarte no, y el pelado bufa y menea la cabeza y sabe, Manuel, sabe que aunque tuviera la tumba tampoco. Tampoco Manuel.

Nació en Buenos Aires y reside en Neuquén hace nueve años. Publicó “El titiritero y otros cuentos”, Torres Agüero, en 1996, con prólogo de Ricardo Monti y “Los nudos de la memoria”, Último Reino, en 2005, con prólogo de María Amelia Bustos Fernández. Por este libro recibió el tercer premio de narrativa “Eduardo Mallea” otorgado por la secretaría de Cultura de la ciudad de Buenos Aires. Tiene en preparación un próximo volumen titulado “La morada de las pasiones”, ilustrado por Carlos Alonso.
Es licenciada en Letras y traductora pública de inglés.



Alejandro Flynn

El Turco

Los ojos lo dicen todo. Siempre creyó esto. Espejos del alma, señales del adentro. De allí que la cara del tipo se le apareciera en sintonía con lo que se acordaba de él. Los ruidos de las frenadas de golpe, frente a la casa, después las puertas de los fálcon abriéndose como fauces del infierno. Los gritos, las puteadas y las órdenes. El saqueo de los objetos de valor, la tira de goma de cámara de auto anudada parrilla” lo insultaría mientras paseaba la electricidad deshaciendo la vida sobre su cuerpo.
La voz del Turco, la que salía entonces de la misma boca, de la misma cara del hombre que tenía ahora sentado frente a sí en el tren. La de labios finos, la del rictus siniestro por sonrisa. El semblante reconocido de pronto como una foto, una instantánea fijada cuando arrasaron la casa y antes de la goma, la que le dejaría una marca duradera sobre la piel como un estigma del espanto. El ruido de las cadenas y los gritos desgarrados, el olor a carne quemada por la picana. Los llantos y el temblor de hielo entre carne y huesos; el frío como un veneno sin antídoto posible. Y en esa usina de tormentos el Turco escupiendo obscenidades, retozando en las catacumbas pútridas de su propia humanidad vencida, rendido a la náusea, a su irreversible mutación monstruosa, al vacío sin fondo de la soledad y la caída.
Y la fuga una noche con otros compañeros. Liberarse como un milagro, como lo no posible hecho verdad. Como tan pocos, contados, ínfimos, lo conseguirían a lo largo de tanto chupadero sembrado de una punta a la otra de la tierra.
Después, los años en el medio. Y sobrevivir como diese lugar, con el dolor como una dolencia crónica. Y añorar lo que se olvidó, la alegría que apenas se entrevé mirando muy atrás, al antes de, cuando era natural y sin trabajo.
Y en este extremo, en el ahora, el estremecimiento al descubrir que es éste el rostro del horror, el que tiene adelante y que acaba de asimilar en su expresión el posible reconocimiento de su víctima. La incomodidad también como una picazón en el turco, que, efectivamente, también descubre al otro. Y todo es querer levantarse en él y huir de ese recuerdo. Nada más pretende el carcelero en ese instante, desprenderse de ese reflejo de sí, tal como se evade hace tanto de su propia imagen, de su propio chupadero interior, en el que él es el atormentado y a la vez, como entonces, el verdugo.
Se incorpora, se va yendo. Escucha a sus espaldas las palabras del otro que le dicen lo que ya sabe:
“Vos sos el Turco. Y estás más muerto que yo”.

Nació en Sáenz Peña, Buenos Aires, en 1958. En 1976 se radicó en San Carlos de Bariloche, donde integra talleres literarios. Escribe cuento, poesía y participa en publicaciones colectivas. También es dramaturgo, tiene escritas cinco obras de teatro: “Moreno”; “El cumpleaños de Ana”; “Final en Burguess Farm”; “El león y nosotros” y “El piquete”. “Moreno” fue seleccionada por el Instituto Nacional de Teatro en 1999 y estrenada en Buenos Aires por el grupo Fray Mocho, que la mantuvo en cartel entre 2000 y 2002.



Humberto Bas
La culeada (fragmento)

Sin nadie con quien hablar de estas cosas, termino hablando solo, conmigo mismo. Puedo malgastar mis palabras. ¿A qué malgastar mi silencio?... Augusto Roa Bastos.

Usted ve todo mal porque tiene la vista así. Dice que las mujeres se hacen a golpes y deja que Francisco me pegue. Ve cómo rompo las tazas cuando estoy enrabiada y me mira mal, que por qué hice eso, me pregunta, que eso no se hace, me dice.
Por eso creo que el problema está en sus ojos; en el adentro de sus ojos. Allí, por esas viboritas que le hacen de venas o músculos, por esos cables que atan sus ojos a su cerebro y le hacen trastabillar las ideas.
Mira cuando subo a bajar las bolsas de afrecho y dice, la mujer se hace a golpes, mientras ve cómo me caigo. Por las noches, cuando pega su oído a la puerta, escucha mi grito apagado en la almohada y los gritos de chancho lleno de Francisco y se siente contenta. Se siente así porque no es la que está allí. Cuando por las mañanas tengo mis ojos con sombra, dice que me maquillo y no que son moretones de sopapos.

Yo creo que tiene los ojos dados vuelta, hacia atrás, y se mira, y se retuerce viéndose toda negro adentro, como víspera de tormenta, como en esos sueños desbarrancados que uno cae en el pozo y amanece bajo el catre.
Pero cuando ve al Pancho saliendo de mi atrás, abrochándose el pantalón y secándose el sudor con olor a cochinada, usted se relame esa su boca sin dientes y se le encienden los ojos enrevesados.
Por eso pienso; cuando él me abre de atrás, como destajando sandía, cuando me hace mojar la sábana con mi sangre y mi saliva, que usted también pasó por esto. Pienso que extraña a papá haciéndole así, o que lee da pena que él ya no esté, desde que murió atragantado con locro, mientras hacían eso, y no tiene a quien latarle toda la rabia que le entró.
Pienso que extraña, no el gusto, sino la costumbre del dolor que le solía arrancar tajos de su grito en esas siestas en las que me mandaban a lo de Erótida.
No pudo vengarse de él, por sus desgarraduras, y se venga de mí. Quiere partir su dolor de antes y tirar sobre mi dolor de ahora, de pura egoísta que es nomás.
Eso pienso porque no me hace caso cuando le grito, sin palabras, con mis ojos, para que me ayude, que me socorra y sólo encuentro sus ojos qu ese escapan y entonces, mejor, quedo callada, mirando el piso, que aunque sucio, me escucha no diciéndome nada, no mostrándome de vuelta mi cara como usted lo hace.
Yo veo en su cara mi cara y me asusto, tengo vergüenza de mí. Después veo esa misma vergüenza en la cara de los vecinos, cuando me ando por la calle y me miran fiero.


Nació en San Ignacio, Misiones, Paraguay, en 1965. Publicó “La culeada”, en forma artesanal y “El Superpalo”, novela, en julio de este año. “La culeada” fue adaptada para teatro por Grisel Nicolau y, dirigida por Paula Mayorga, estuvo en cartel en la región durante varios meses.
Tiene inéditos un volumen de cuentos y tres novelas: “Bolodo poro Corloto”; “Cándido Moraleja” y “Los Julianos”.

Publicada en el diario "Río Negro", el 13 de octubre de 2007.