miércoles, 26 de mayo de 2010

Alejandro Nicotra


En asuntos de belleza, consulta
a tu gata.
Rodolfo Modern


Casi como una luna, pero ligera
(con su mancha en el lomo
y su cola de sombra):


así juegas tu rayuela en el patio,
desde una eterna infancia,
que reconozco.


*


Miramos la noche
(hay una bienvenida y hay un adiós)
desde el umbral, propicio


a esa avenida enorme de tinieblas y luces
-que nos tienta, te digo.


*


Sí, tu tenue reclamo en la mañana.
A las puertas del cuarto,
o el despertar, que abren
a ya no sé qué espacios,
desde donde me llamas.


*


Arcano:
eso es, cazadora,
lo que me traes,


viva tu presa oscura
en el brillo del ojo.




Alejandro Nicotra (Sampacho, Córdoba, 1931), De una palabra a otra, Ediciones Del Copista, Córdoba, 2008.
(Publicado en el blog de Griselda García)

martes, 25 de mayo de 2010

Declaración del Bicentenario - Carta abierta


Conmemoramos el Bicentenario de la Argentina sin evocar un pasado mítico pero sabiendo que en los pliegues de su historia persisten memorias de un país para todos, muchas veces extraviado en su propio laberinto y otras arrojado a los poderes de la injusticia. De un país que supo de apasionadas escrituras libertarias y que guarda en sus fibras los nombres propios de los hombres y las mujeres que buscaron construir, individual y colectivamente, los trazos de otra patria. La que buscamos en los signos de esta época que ofrece la posibilidad cierta y urgente de encontrarnos con lo mejor de las tradiciones ancladas en los ideales de igualdad, libertad, justicia y soberanía. Ése es el mayo que nos urge desde hace 200 años.

De la Argentina de las luchas emancipatorias quedan los rastros de los esfuerzos políticos, de los trastrocamientos sociales, de la ruptura del orden colonial, pero también la memoria de lo irresuelto, de las promesas no realizadas, de lo popular sin redención. Es en los hilos de lo pendiente, en la memoria de las voluntades, que pronunciamos el nombre de Argentina, en este Bicentenario.

No lo hacemos en la Argentina del Centenario, ese espejo virtual que los poderes actuales instalan en el lugar de Paraíso Perdido. En aquella Argentina un futuro que se imaginaba dorado, sobre la base de los ganados y las mieses, se proyectaba bajo la égida de un Estado excluyente, con las mayorías silenciadas políticamente y con un mundo popular asolado por la desdicha. El Centenario fue oropeles y visitantes extranjeros, tanto como estado de sitio y lucha callejera. República para pocos y Ley de Residencia. Un modelo de país agroexportador incapaz de proyectarse con autonomía del Imperio Británico y de mirarse en otro espejo que no fuera el de un orden internacional injusto.
Jóvenes de clase alta incendiaron un circo plebeyo para que no alterase un paseo tradicional. Esas fogatas prepararon la Semana Trágica y los fusilamientos de la Patagonia, expresiones del odio oligárquico que se descargaría cada vez que el pueblo defendía sus derechos.

No aceptamos volver a la Argentina de 1910. No podemos identificarnos con un país de la desigualdad, el prejuicio y la exclusión. Ni con un país diseñado desde la lógica de los intereses corporativos, que ha venido rapiñando lo público y tratando de disolver lo mejor de las creaciones colectivas, que dieron forma a sistemas de educación y salud equitativos. No es nuestra tradición la que confunde “nación” con “raza” u origen geográfico ni la que reivindicó como causa nacional la aniquilación de pueblos originarios y de sus hombres y mujeres, la servidumbre y el despojo material y cultural, ni estamos dispuestos a tolerar sus abiertas o embozadas formas de persistencia. No queremos que se silencien las voces que desde el fondo de nuestra travesía como nación se expresaron para avanzar hacia una sociedad más igualitaria, ni convertirnos en espectadores que contemplan cómo unos pocos se complacen en sus riquezas mientras los que producen los bienes sociales son reprimidos, acallados o expulsados.

No queremos regresar a los fastos de ese Centenario que sigue persiguiendo
como una sombra espectral los sueños de emancipación, como lo hizo en el 30, en el 55, en el 66 y en el 76. Nuestro Bicentenario busca reencontrarse con los trazos que fueron dibujando los sueños de libertad e igualdad del primer Mayo y que debieron sortear incontables dificultades y las peores pesadillas. Somos ese país de sueños y de pesadillas. Se trata de recrear, con nuestra fuerza imaginativa y con inventivas populares, la fuerza emancipatoria del inicio, y las de las múltiples formas de resistencia que en nuestro suelo fueron ejercidas desde la Conquista y la Colonización, sabiéndonos parte de un destino común, entrelazado con el de los pueblos de toda América Latina, sin los cuales no puede pensarse un presente ni un futuro.

El Bicentenario es, fundamentalmente, una conmemoración de esas luchas
emancipatorias que en sus mejores momentos tenían menos un destino
local que una idea de lo americano. Que tiene su punto de inicio en la revolución de los esclavos haitianos y se consolida recién en 1824. Cuando hoy América Latina traza acuerdos y composiciones, cuando construye Unasur y afianza los compromisos políticos y económicos,cuando procura un destino común, vuelve a proyectarse sobre el fondo de la unidad anunciada en los primeros gritos libertarios, y la Argentina a reencontrarse con el destino que soñó al nacer.

Esta Argentina tiene en su corazón profundo una vida popular que ha sido
gravemente dañada y que es, así y todo, potente y creativa. El antiguo pueblo del himno ha sido rehecho por dictaduras atroces, persecuciones violentas,
modificaciones profundas de la economía y el Estado, tecnologías y lenguajes
comunicacionales capaces de generar las condiciones para que un sentido común amasado entre la dictadura y los años noventa, corroa las fuerzas de nuestra vida ocial y cultural e inhiba el diálogo activo con el pasado.

Ha sido reconfigurado y avasallado el pueblo. Y sin embargo, ha sido y es el
sustrato de las resistencias, la potencia creadora de nuevas formas de vida, de
lenguajes, de símbolos, de modos de encuentro, el horizonte de una real
autonomía simbólica y política de la nación. Ese pueblo tiene múltiples y
heterogéneos rostros políticos, se despliega en organizaciones diversas y en
experiencias no siempre concordantes. Los que aquí manifestamos lo hacemos como parte de ese pueblo, como parte de las organizaciones en las que se nuclea y se recrea.

Son los rostros de los trabajadores asalariados y sindicalizados, herederos de los que un 17 de octubre del 45 le dieron forma a sus exigencias de justicia y dignidad en una novedosa articulación política y que en mayo de 1969 hicieron temblar la ciudad de Córdoba. Son también los rostros sufridos de los desocupados que intentan recuperar una trama social devastada por el neoliberalismo y que en los noventa fueron el alma y el cuerpo de las resistencias, esa parte de los incontables que hoy marchan en pos de la equidad y el reconocimiento. Son los rostros de los activistas sociales y de los creadores culturales. Son los rostros de las militancias por los derechos humanos y de los pacientes articuladores de los barrios. Son los rostros de los estudiantes que supieron arrojarse a las luchas populares. Son los rostros de los empresarios comprometidos con ideales de autonomía nacional y los de los profesores y maestros que trajinan diariamente por la educación pública. Son los rostros de los migrantes latinoamericanos que han elegido estas tierras para construir sus propios sueños y de quienes dan testimonio de la expoliación a los pueblos originarios y de la defensa de sus derechos. Y recuerdan que sólo una América Latina de nuevas solidaridades podría alojar esas diferencias sin diluirlas en el relativismo cultural ni trasvasarlas a persistentes racismos. Son los rostros de la desdicha, del temor ante el peligro, de la alegría por la reunión y la voluntad colectiva.

La conmemoración del Bicentenario no puede desligarse de la consideración de ese pueblo que encuentra en estos días una remozada capacidad de movilización callejera y reconocimiento público. El futuro de la Argentina depende de la atenta vigilia popular, una vigilia hecha de alerta y compromiso, de reacción frente al peligro y de entusiasmos compartidos. Mucho se ha hecho en estos años del siglo XXI para restañar la vida popular dañada. Todos deben saber -todas las dirigencias políticas y sociales- que ningún retroceso es aceptable. Que este pueblo tiene compromisos profundos con las transformaciones realizadas y las faltantes y que encontrará en la memoria de sus luchas pasadas y en las necesidades del presente, la fuerza para resistir cualquier intento de restauración conservadora. No hay vuelta atrás que pueda resultarnos tolerable. No hay interrupción que consideremos viable. La Argentina actual, capaz de enjuiciar los crímenes del pasado y generar políticas de reparación para las desigualdades contemporáneas, no puede ser suprimida por los agentes de la reacción.

Deben ser conjuradas las maniobras de quienes conspiran en las sombras y
agitan desde los espacios mediáticos. Pero también resguardar al país de la
corrosión de sus lenguajes y de una sensibilidad social, cultural y política
menguada en sus capacidades críticas y creativas, como de los condicionamientos en los modos de vida y de pensamiento impuestos por las
culturas imperiales. Sabemos que no se sale indemne de las heridas infringidas por los poderes de la dominación y que las diversas formas de la injusticia, la humillación y la fragmentación marcaron a fuego el tejido social. Pero también percibimos que algo poderoso vuelve a manifestarse en la patria de todos. En la particular situación de América Latina en estos inicios del siglo XXI, este pueblo, hecho de memoria y de presente, escrito su cuerpo por las mil escrituras de la resistencia, las derrotas y los sueños, tiene la potencia de realizar ese llamado ante los peligros y la afirmación de su resistencia ante toda forma de la devastación.

El estado de este pueblo es, hoy, la vigilia: apuesta a la defensa de las
reparaciones alcanzadas y a la perseverante insistencia en lo pendiente. Si es
capaz de mirar al pasado de la nación e inspirarse en la épica americanista de los revolucionarios de mayo, lo hará porque su realización está en las señales del presente y en la apuesta al futuro. Tiene ante sí el desafío de dar lugar a lo nuevo que surge y de contribuir a que se extiendan y fortalezcan los modos en que los argentinos deciden vivir su libertad para afianzar la de todos. Estamos convocando a un acto de emancipación, capaz no sólo de enfrentar las trabas que interponen, ayer como hoy, los intereses poderosos, sino de proponer nuevas soluciones imaginativas y nuevos objetivos que estén a la altura de una sociedad enfrentada al desafío acuciante de ser más equitativa. Y a través del ejercicio de la libertad, de la participación y de la movilización, a llevar a cabo las grandes tareas pendientes, particularmente las que conducen a enfrentar las desigualdades sociales que persisten como una llaga que no se cierra –tareas cuyas señales han sido dadas en estos últimos tiempos-. Un mayo de la equidad y de la igualdad, un mayo en el que la riqueza sea mejor distribuida entre todos los habitantes de esta tierra.

Por todo esto convocamos, con el entusiasmo y la pasión que emanan de nuestra historia compartida, a emprender las transformaciones estructurales y culturales que se necesitan para contrarrestar el saldo de décadas de deterioro y desguace, y avanzar hacia nuevos modos de relación entre los ciudadanos, la política y el Estado. Somos esos sueños y esas múltiples y diversas experiencias sin las cuales no podríamos imaginar un futuro. Conmemorar el Bicentenario implica tomar nota de lo nuevo y convocar lo existente hacia una profundización de la democracia. Los hombres de Mayo tuvieron ante sí la tarea de construir una nación despojada de la herencia colonial. Lo hicieron en parte y la situación de América Latina exige la continuidad de ese esfuerzo. Como para ellos antes, para nosotros hoy no hay retroceso tolerable y sí un enorme desafío histórico: la construcción de una sociedad emancipada y justa.


Espacio Carta Abierta • Gustavo Arrieta (intendente de Cañuelas) • Ricardo
Moccero (intendente de Coronel Suarez) • Mario Secco (Intendente de Ensenada) • Darío Díaz Pérez (Intendente de Lanús) • Graciela Rosso (intendenta de Luján) • Francisco Barba Gutiérrez (intendente de Quilmes) • Osvaldo Amieiro (Intendente de San Fernando) • Juan Carlos Schmid (Sec. de Capacitación y Formación CGT) • Julio Piumato (Sec. Derechos Humanos CGT) • Horacio Ghilini (Sec. Defensa del Consumidor y Estadisticas CGT) • Milagro Sala (Secretaria Acción Social CTA Nacional - Coordinadora Nacional Túpac Amaru) • Raúl Noro (Secretario de Prensa CTA Jujuy - Mesa Nacional Túpac Amaru) • Edgardo Depetri (Frente Transversal) • Oscar Laborde (Frente Transversal) • Luis D’Elía (Central de Movimientos Populares) • Emilio Persico (Movimiento Evita) • Fernando “Chino” Navarro (Movimiento Evita) • Lito Borello (Organización Política y Social Comedor Los Pibes) • Dr. Carlos Oviedo (Corriente Peronista Germán Abdala) • Lorena Pokoik García (Corriente Peronista Germán Abdala)• Gastón Harispe (Movimiento Octubres) • Carlos De Feo (CONADU - CTA) • Federico Montero (CONADU - CTA) • Manuel Alzina (Secretario Adjunto CTA-Capital) • Francisco "Tito" Nenna (Encuentro de articulación popular)Oscar González (Socialismo Bonaerense) • Ariel Basteiro (Socialismo Bonaerense) • Juan Carlos Fernández Alonso (Socialismo Porteño - Unidad Socialista) • Ricardo Romero (Socialismo Porteño - Unidad Socialista • Rodolfo Fernández (Partido Proyecto Popular) • Fernando Suárez (Partido Proyecto Popular) • Luis Ammann (Partido Humanista) • Claudia Neva (Partido Humanista) • Patricio Echegaray (Partido Comunista) • Jorge Kreyness (Partido Comunista) • Jorge Pereyra (Partido Comunista Congreso Extraordinario) • Rodolfo Módena (Partido Comunista Congreso Extraordinario) • Eduardo Sigal (Partido Frente Grande) • Adriana Puiggrós (Partido Frente Grande) • Agustín Rossi (Movimiento Santafesino por la Justicia Social) • Héctor Cavallero (Movimiento Santafesino por la Justicia Social) • Silvia Vázquez (Partido de la Concertación) • Gustavo López. (Partido de la Concertación) • Roberto Feletti (Partido de la Victoria - MoPoS) •Abel Fatala (Red por Buenos Aires) • Carlos López (Corriente Nacional y Popular) • Jorge Giles (Corriente Nacional y Popular) • Jorge “Quito”Aragón (Corriente Nacional Martín Fierro) • Nahuel Beibe (Corriente Nacional Martín Fierro) • Cacho Fuentes (Encuentro de la Militancia La Bernalesa) • Ignacio Rojo (Organización Envar El Kadri) • Marcelo “Nono”Frondizi (Sec. Gremial ATE Capital) (Organización Envar El Kadri) • Andrés Larroque (Agrupación La Campora) • Juan Cabandié (Agrupación La Campora) • Manuel Del Fabro (Mov. Nac. por la Unidad Americana) • Juan Carlos Rodriguez (Mov. Nac. por la Unidad Americana) • Rubén Drí (Movimiento Patria Grande) • Norberto Galasso (Corriente Enrique Santos Discépolo)

sábado, 15 de mayo de 2010

Toda lengua es política



La española Teresa Meana Suárez es una ardiente feminista desde la época del franquismo. Filóloga y docente y, a partir de ahora, huésped de honor de la Ciudad de Buenos Aires, su militancia se abrió camino por los pueblos de España, desde aquella época en que las mujeres preguntaban por el orgasmo, y se ancló en la pasión por un lenguaje no sexista que nombre y represente todo aquello que se resiste a ser nombrado.Por Flor Monfort
Para ella, lo primero fue el feminismo. Empezó a reunirse clandestinamente con sus compañeras en la universidad, allá por 1975, cuando el régimen de Franco trastabillaba antes de su muerte pero todavía faltaba mucho para sacar su huella de la mentalidad española. Leían los textos prohibidos y pronto se organizaron para armar jornadas, debates y charlas que les dieran cuerpo a esas ideas que defendían con la cabeza y el cuerpo. Teresa Meana Suárez estudiaba filología románica y, según dice, “me gustaba la lengua pero todavía no la relacionaba con el feminismo”.

Los recuerdos de esa época la sitúan en una red de mujeres que se reunían y no dejaban entrar a los hombres, lo que alteraba a la muchachada “Nos decían ‘¿pero qué hacen ahí solitas?’, porque ya sabés que cuando no hay un hombre estamos ‘solas’, aunque seamos muchas”, pero ya eran conscientes de la cantidad de cosas por modificar. “No es que no había divorcio (que no es una reivindicación feminista sino un derecho democrático) sino que no había nada: no podías abrir una cuenta en el banco sin la firma de tu padre o tu marido, no podías sacar la licencia de conducir. Ante la ley, las mujeres éramos débiles mentales”, recuerda.

Si tiene que volver los pasos sobre aquella historia para rastrear el origen de su pasión, cuenta esta anécdota: “Estábamos en una asamblea en la facultad, éramos dos mil, y uno dijo ‘esto es una asamblea, qué cojones’ y otro le contestó ‘cuidar las palabras que hay señoritas’. Cuando le tocó el turno a una amiga mía, se paró y dijo: yo solo quiero decir una sola cosa: cojones. A mí me encantó, me pareció que acababa de devolvernos la existencia, el derecho a todas las palabras. Algunos años después y tras recorrer muchos pueblos de España asesorando a tantas sobre su sexualidad, sus derechos y la importancia de su autonomía, aprendí que las mujeres no podemos utilizar un lenguaje que va contra nosotras mismas”. Sin embargo, y todavía en aquel momento, había que hablar el único lenguaje existente, que era el masculino, porque no hablar equivalía a aceptar el silencio. “Y eso jamás, calladas nunca”, replica.

¿Cuáles fueron las primeras discusiones para un uso no sexista del lenguaje?
–A mediados de los ’80 nos empezamos a dar cuenta cómo la lengua es importante en la construcción del pensamiento, en la transmisión de la realidad. La sociedad es sexista, claro, y racista, y clasista, y la lengua es un reflejo de esa sociedad, pero no vamos a esperar que cambie la sociedad, porque si no cambia la lengua nunca va a cambiar la sociedad. La lengua no sólo refleja la realidad, también la crea, la ilumina o la oscurece. En los medios de comunicación la lengua no es un reflejo, es una lente de aumento: lo que no se nombra, no existe, se sabe, pero además cuando la relación es tan fuerte entre lengua y realidad, tenemos que incidir paralelamente en ambas. Por otro lado, si la lengua es un cuerpo vivo en evolución constante, ¿cómo no va a tener recursos, instrumentos, herramientas para nombrar en femenino cargos, oficios, profesiones que antes no lo tenían porque las mujeres no los ocupaban? Si las lenguas son amplias, dúctiles, generosas, maleables, entonces lo que tienen que hacer es nombrar la realidad.

¿Cuántas mentiras históricas hay atrás de una lengua que designó una realidad distorsionada?
–Muchas. Una muy importante es el “sufragio universal”: los hombres no todos votaban, pero las mujeres ni una. Si en lugar de decir “sociedad de cazadores y recolectores”, dices “sociedad de recolectoras y cazadores” vas a estar diciendo la verdad. Yo no sé quién inventó la rueda, seguro que fue un hombre, pero yo sé que el hombre no inventó la agricultura. Todo el mundo sabe que las mujeres se quedaban quietas con la prole y ellos iban a cazar. Si yo digo “las recolectoras” es la misma lengua la que me obliga a traer los inventos, los quehaceres de las mujeres en la historia. A las reuniones de padres sólo iban las madres, desde que se llaman “de madres y padres”, van muchos más padres. Las mujeres ya sabemos que existimos, pero queremos estar en la lengua en igualdad de condiciones porque al ser nombradas nos sentimos más dueñas de nuestro destino. Sabemos que hay violencia en todo, pero el hecho de ser mujer es un factor de riesgo, y esa violencia hubo que nombrarla, porque al ponerle nombre puedes enfrentarte a ella.

¿Y para Ud. cuál es la mejor manera de nombrarla? A muchas feministas no les gusta “violencia de género” porque corre para ambos sexos.
–Sí, prefiero “violencia contra las mujeres”. También se puede llamar “violencia masculina”, “violencia machista”, “violencia sexista”. “Violencia doméstica” hace referencia sólo al ámbito de la casa y “violencia intrafamiliar” es muy amplio, porque puede ser un hermano maltratando a otro. La ley se llama “ley integral contra la violencia de género”, pero esto dio pie a que un presentador de la televisión de allá diga “un nuevo caso de violencia de género aunque en este caso la víctima es un hombre”, por eso no me gusta. Hay muchas feministas que apoyan ese nombre porque les parece que marca justamente a la violencia como género. Pero apenas salió la ley, la Real Academia se puso como una fiera, dijo que era una traducción mala de “gender” y que género se podía confundir con el gramatical, con una tela, etcétera. Es tan indignante que la RAE ignore una parte importantísima de la cultura como son los estudios feministas y la definición de género. Todo el mundo conoce la teoría marxista y lo que significa el concepto de clase. Sin embargo, “clase” se puede confundir con otras cosas, y a la Real Academia no le importa. Entonces como a la RAE no le gusta, a mí me empezó a gustar más “violencia de género”, porque basta que a ellos no les parezca para que a mí sí.

¿Feminicidio es una palabra que surgió en América latina?
–Sí. “Homicidio” viene de la misma raíz que hombre, así que feminicidio marca esa diferencia, me parece muy buena la palabra. Lamentablemente seguimos asistiendo a que la prensa ponga “drama pasional”, andá a saber qué tendrá que ver la pasión con todo esto, o la justificación en el titular, por ejemplo “Acuchilla a su esposa infiel” o “Preso de la ira, asesina a su mujer”. El sujeto hay que ponerlo siempre, en vez de “Una mujer asesinada en Murcia”, “Un marido asesina a su mujer en Murcia” o en vez de “Algunas mujeres sufren violencia de género”, “Algunos maridos torturan privadamente a sus mujeres”. Hay que poner el foco donde hay que ponerlo.

El castellano tiene refranes misóginos para tirar por la ventana.
–Muchos, pero el más terrible es “Entre marido y mujer no te debes de meter”. Eso de las cuatro paredes es terrorífico y creo que en España lo fuimos rompiendo. Y si alguien ve una agresión, interviene o llama a la policía. En el año ’75 asistimos a una mujer que el marido le había pegado en la calle y uno que estaba adelante dijo: “Ah sí, yo vi que le pegaba pero pensé que sería el marido”. Eso hoy no pasaría. Igual que uno no puede decir “qué buenos los nazis”, aunque mucha gente lo piensa. Después tenemos “la maté porque era mía” o “mía o de la tumba fría” o esos dichos tan tremendos.

Pero falta mucho para desterrar la misoginia del lenguaje.
–Sí. Hay un libro de un psicólogo Miguel Lorenti que se titula Mi marido me pega lo normal. Es decir antes no se veía nada, “me pega cuando pierde el equipo de fútbol”, ahora se ve la punta del iceberg pero debajo del agua hay muchísimo todavía. Porque hay tantísima violencia contra las mujeres en países donde se supone que las mujeres han obtenido más, como Suecia, Noruega o Islandia, donde las mujeres ocupan todos los cargos y tienen independencia económica y, sin embargo, sigue habiendo violencia. Yo creo que ahora tenemos que desmontar toda la educación romántica, amorosa, sentimental, eso tan tremendo de que cuando te enamoras pierdes el norte, el sur, el este y el oeste, y que tu novio te demuestre celos es bueno, todo lo de la posesión, toda esa estructura está sin tocar. Yo tengo una alumna de 17 años que por la mañana se viste antes de ir al instituto, se pone la webcam y su novio le dice desde su casa “eso te lo quitas”, y ella se viste como él le indica. Hay una cosa muy sencilla y es que cuando las cosas no funcionan te vas, puedes hacer lo que quieras. Y mira de dónde estamos hablando, porque si miras a Africa, las mujeres que atraviesan medio continente para llegar a Europa, dos millones de niñas por año a las que les practican la ablación del clítoris, que en América latina el aborto es ilegal o que las lesbianas no lo puedan contar en sus trabajos o en su familia.

En una entrevista dijo que la arroba le parecía poco creativa para nombrar a hombres y mujeres.
–Sí, pero ahora no pienso lo mismo. La arroba no es un signo lingüístico, entonces no suena en el lenguaje oral. Tampoco puedes poner un texto lleno de arrobas porque no hay quien lo lea, pero yo creo que como icono, en un cartel, en una pancarta, en una camiseta, funciona. Si pones, por ejemplo, “niñ@s, al cine” estás diciendo que estás pensando también en ellas. La gente joven lo tiene muy interiorizado, entonces es un elemento más pero no debería ser el único. Y ahora hay problemas con todo lo de la teoría queer: hay gente que no quiere la arroba porque representa el binarismo de los géneros, entonces proponen un asterisco o una equis.

¿Y qué piensa de esas propuestas?
–No las comparto, porque creo que todavía las mujeres estamos en tiempo de nombrarnos. Es muy importante poner las dos formas, el masculino y femenino, siempre que se pueda, pero además tenemos muchísimos genéricos en castellano. Yo soy del profesorado y del vecindario, no soy de los profesores ni de los vecinos, yo soy de la ciudadanía, no de los ciudadanos. También los abstractos: la redacción en vez de los redactores. Una cosa tremenda que hacen acá: muchas mujeres hablan en masculino, dicen “Cuando uno piensa” o “nosotros pensamos”. El otro día escuché aquí, “nosotros las lesbianas”. Son vicios que hay que combatir. Lo cierto es que hay muchísimas posibilidades. El lenguaje te permite hacer lo que quieras porque además cuando se discuten cosas que relacionan sexo con género gramatical nunca se está hablando de lengua, siempre se está hablando de otra cosa: las trabas son ideológicas. La lengua no tiene ningún problema. Yo trabajo contra la resistencia de ciertas academias que creen que la lengua es algo sacrosanto e intocable sentada a la derecha de dios padre y se dedican a bromear “les vamos a meter las votas en los urnos”, “Yo voy a ser novelisto, periodisto y persono” o “el macho de la foca es el foco”.

–De hecho acá se ha hecho mucho humor con eso. La Presidenta, quien siempre usa ambos géneros y exige que se la llame “la presidenta”, es objeto de ese tipo de bromas.
–Eso es mala fe, es no querer escuchar, no querer leer, no querer aprender. El género gramatical es una convención, es algo arbitrario, un acuerdo entre hablantes: les llamamos accidentes gramaticales, le llamamos LA mesa pero le podríamos haber llamado EL mesa. Pero cuando el género gramatical se refiere a seres sexuados, forma en nuestra mente, sobre el género masculino, seres de sexo masculino, y sobre el género femenino, seres del sexo femenino. Un día pusimos a dos escuelas a hacer un ejercicio: que niños y niñas de 5 años dibujaran la boda del tenedor y la cuchara. Una escuela era castellana y la otra era catalano parlante. Los primeros pusieron a la cuchara de novia y al tenedor de novio, pero los catalanes tienen la cullera y la forqueta, ambas de género femenino, entonces les dio igual, a veces la cullera era la novia o al revés. Entonces por eso me parece tan importante nombrar. Si yo me rompo un brazo puedo decir que me rompí un miembro, pero si me rompo la pierna no diré que me rompí la miembra, en cambio, como mujer, yo puedo ser miembra de lo que me dé la gana. En Panamá, por ejemplo, ponen “los miembros y miembras del Parlamento”, no hay ningún problema.

Hay una carta pública que usted le escribió a Javier Marias donde lo manda al psiquiatro.
–El dice que las feministas odiamos el latín y que entonces presentemos nuestras quejas a las deidades romanas. Yo le contesté, “pues entonces deberíamos hacer como el pueblo romano, que invocaba a dioses y diosas por separado, porque temían que las deidades no escucharan sus ruegos si solamente utilizaban una forma. Es que cada tres meses escribe sobre esto, por eso lo mandé al psiquiatro. El decía, en el colmo de la tontería, y encima es académico de la lengua, que no vamos a decir jueza porque no decimos juezo. Yo le decía “Ya, tampoco decimos andaluzo, decimos andaluz-andaluza. Pero además, andaluzas hubo siempre, y las juezas son de reciente existencia”. Aunque seamos mayoría en la carrera judicial, él no se enteró todavía. Cuando las mujeres invadieron el comercio, se empezó a decir dependienta tranquilamente, también se dice asistenta, o se dice sastra, ¿qué pasa con presidenta entonces? Si yo puedo ser profesora, ¿por qué Angela Merkel tiene que ser la canciller y no la cancillera?

Pero la Academia no lo acepta...
–Eso es otra cosa. Hay muchísimas palabras que no están aceptadas porque una de sus normas es que no podemos cuestionar las normas, o que no podamos preguntarnos para qué existen. Hay un lingüista que en 1921 decía “si nos queremos dar cuenta de la diferencia entre masculino y femenino, no podremos hacerlo más que remontándonos a la situación social respectiva de mujeres y hombres en la época en la que se forjaron estas normas”. Cuando lo cuento nadie me lo cree, pero la última edición revisada del diccionario de la RAE que tiene palabras como piercing, en la definición de huérfano/a dice “a quien se le ha muerto el padre y la madre, o solo uno de los dos, preferiblemente el padre”. El diccionario no refleja la lengua, refleja el poder de quien hace diccionarios.

Cada lengua tiene su universo de sentidos, ¿cómo es en otras lenguas?
–Todas las lenguas tienen el patriarcado, todas las lenguas son sexistas pero las manifestaciones son muy distintas. El masculino que a veces es específico y a veces es genérico, les pasa a las lenguas que provienen del latín. En inglés, si digo “my friend”, no sé si estoy hablando de un amigo o de una amiga, pero ¿y esa lista de palabras terminadas en man? Cameraman, milkman, barman... Si yo nombro niñas y niños no estoy repitiendo, estoy nombrando, y el lenguaje está para eso. Como dice Ana Mañeru, ¿quién decide esa especie de minimalismo llevada al extremo, esa especie de belleza mutilada que borra las experiencias de las mujeres, que borra los aportes, que nos hace invisibles del lenguaje?

¿Qué efectos produce el sexismo en el lenguaje?
–Dos fenómenos, uno es la ocultación, la invisibilidad, la resistencia, pero también el menosprecio, todos esos ejemplos donde el masculino es algo y el femenino es un insulto. Si buscás “sereno” es “hombre frío”, pero “mujer fría” es “frígida”. Hay miles de ejemplos. “Gobernante: que decide los designios de un país. Gobernanta: que dirige la planta de un hotel”. El lenguaje es algo inconsciente, que usamos sin pensar, arrastra mucha inercia, hay que desmontar todo lo que nos enseñaron, pero si quieres nombrar a las mujeres encontrarás la manera. A partir de que una persona se da cuenta de la importancia de la lengua en la construcción del pensamiento, en la transmisión de la realidad, como instrumento en la lucha por una sociedad no sexista, habrá gente que no quiera cambiar su lenguaje, pero por lo menos el uso será consciente. Y si quieres hacerlo, encontrarás la manera.


© 2000-2010 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados