domingo, 23 de septiembre de 2007

Alejandra Pizarnik, in memoriam


Luisa Peluffo sobre Alejandra Pizarnik: un recuerdo, una anécdota y la posibilidad de encontrar la forma de decir cómo nace la poesía en lo cotidiano. El artículo fue publicado en el diario "Río Negro", el domingo 23 de septiembre, y lo reproducimos aquí.



“Los recuerdos vienen, pero no se quedan quietos…”, observó Felisberto Hernández. El que yo tengo de un único encuentro con Alejandra Pizarnik moviliza otros: el de Olga Orozco y Valerio Peluffo –hermano de mi padre y marido de Olga– y el de mi abuela paterna. También me trae a la memoria toda una época, a fines de los ’60, en que Londres, los Beatles, Rayuela y el boom latinoamericano eran protagonistas. Mientras en Buenos Aires, la universidad y el Instituto Di Tella declinaban bajo la dictadura de Onganía, en Europa se avecinaba el mayo francés.
Olga y Valerio, vivían en aquel entonces el comienzo de una relación que, como en los cuentos de hadas, desembocaría en matrimonio. Ella trabajaba como redactora en la revista “Claudia” y él era arquitecto, pero además un lúcido y apasionado lector.
Una noche Valerio me invitó a comer, anunciándome que iría Alejandra Pizarnik. En aquel entonces yo tenía una idea “romántica” del arte y los artistas y sentí una gran expectativa. Me sabía de memoria algunos poemas de Alejandra, como el que comienza: “Días en que una palabra lejana se apodera de mí. / Voy por esos días sonámbula y transparente...” y me la imaginaba como una etérea y alucinada adolescente.
Pero cuando su figura menuda apareció en el living de mi abuela me encontré, no con una adolescente, sino con una mujer joven (tenía 31 años entonces) de ojos castaños, vivaces pero tristes, que escondía detrás de unos grandes anteojos. Tenía el pelo muy corto y estaba vestida como si quisiera afearse deliberadamente, o como si no le interesara en absoluto su apariencia.
Me acuerdo que pensé con ingenuidad que un poco más de arreglo y otra ropa, la hubieran favorecido, sin reparar que justamente había mucho de desafío en esa indiferencia de Alejandra por su aspecto.
Respecto a esto, Ivonne Bordelois le comenta a Cristina Piña (que escribió una excelente biografía de Alejandra) lo siguiente:
“...recuerdo una fiesta que se ofreció en Editorial Sur al joven poeta Etvouchenko. Toda la intelligentsia porteña se apretujaba en torno a la estrella, quien, con lúcida celeridad supo reconocer, por encima de la jauría lisonjera que lo rodeaba, aquella única, pequeña y mal vestida sirena cuya única voz podía arrebatarlo...”.
Alejandra tenía voz grave, pero a mí lo que más me llamó la atención fue su manera de hablar. Hablaba pronunciando cuidadosamente las consonantes, marcando todas las eses y separando imprevistamente algunas sílabas, o demorándose en otras. El resultado era un habla de extranjera, como ella misma dice en una entrada de su diario, cuando escribe: “…esta voz ciñéndose a las consonantes. Este asegurarse de que nada quede sin pronunciar…”.
Sin embargo, esta manera de hablar que en cualquier otra persona parecería rebuscada, en ella sonaba como algo propio y natural. Aparentemente, el origen de esta dicción minuciosa, era una tendencia a la tartamudez.
Así como para el gran poeta chileno, Gonzalo Rojas, la dificultosa pronunciación de las palabras significó el descubrimiento de la poesía, en Alejandra, la tartamudez originaba esa “cautelosa” manera de hablar y un extrañamiento consciente que vuelca en su poesía como cuando dice: “extraña que fui / cuando vecina de lejanas luces / atesoraba palabras muy puras / para crear nuevos silencios” .
Aquella noche, Alejandra saludó con ternura a mi abuela, por quien sentía especial afecto, tal vez porque “mamita”, como la llamaban Valerio y mi padre, era una abuela como las de antes, de cabeza blanca, que a pesar de sus rosarios y misas diarias, confraternizaba amablemente con los invitados de mi tío, por más bohemios o exóticos que fueran.
De todas maneras –y como suele suceder cuando se reúnen escritores– durante esa comida no se habló de literatura y Alejandra no se mostró para nada alucinada o sedienta de absoluto, como yo esperaba, sino deslumbrante de inteligencia y ferozmente irónica. Me acuerdo que secundada por Olga, se deleitó en ridiculizar a algunos escritores y personajes del ambiente literario porteño y que eran muy divertidas sus irreverencias.
Otra cosa que me llamó la atención aquella noche, fue su obsesión por los juegos de palabras obscenos y hasta escatológicos (que años después reencontré en textos póstumos (“La pájara en el ojo ajeno”, “El textículo de la cuestión”, etc.) y me acuerdo que ella detenía el juego justo al borde de lo chocante, condicionada tal vez por la presencia de mi abuela y la mirada de Olga, que tenía con ella una actitud de madre ante las travesuras de su hija.
La conversación también se centró en recuerdos nostalgiosos de un París que las dos habían compartido y contaron anécdotas que incluían a Julio y Octavio, que eran nada menos que Julio Cortázar y Octavio Paz. Yo no podía creer estar oyendo hablar con esa familiaridad de semejantes íconos literarios y aunque Alejandra me preguntaba por mi trabajo en la revista “Panorama” y por algunos amigos de ella, que también trabajaban allí, me sentí tan intimidada que apenas abrí la boca.
Cinco años después, cuando me enteré de su muerte, y sobre todo de las circunstancias de su muerte(1), tomé conciencia de que conocerla me había decepcionado y fascinado al mismo tiempo. También que me había enseñado que la poesía no es algo que está donde uno pretende que esté. Está donde uno quiere y puede descubrirla.
Aquella noche de 1967 Alejandra ya había dejado de encarnar el personaje de la precoz niña poeta, ya no había inocencia en ella, sólo causticidad, juegos verbales y sarcasmos brillantes, como un deliberado anticlímax. Y fue la sinceridad misma. Porque para ese entonces es muy probable que ella ya se hubiera negado a creer en su propio personaje poético, como anticipa en el poema titulado “Reloj”:
“Dama pequeñísima / moradora en el corazón de un pájaro / sale al alba a pronunciar una sílaba: NO.” . Hasta ese “no” rotundo, Alejandra fue “la pequeña viajera”, “la pequeña olvidada”, “la pequeña muerta”, “la niña sonámbula en una cornisa de niebla”, o “la princesa en la torre más alta”, pero al ser alcanzada por la adultez se fue alejando de esa imagen de niña clarividente, para enfrentar a “la otra”, a “la extranjera” y descubrir: “…en cualquier momento la fisura en la pared y el súbito desbandarse de las niñas que fui…”.
La otra protagonista de esa noche, Olga Orozco, transmitía en cambio la imagen de una suerte de pitonisa. Su voz profunda, oracular, el distanciamiento (usaba el “tú” , en lugar del “vos”) y el hecho de que durante bastante tiempo había tirado las cartas del tarot, coincidía con este personaje que anuncia con tono profético: “…Cuídate del amor que es quien se queda. / para hoy, para mañana, para después de mañana. / Cuídate porque brilla con un brillo de lágrimas y espadas... “ .
Tono profético que en sus últimos poemas, escritos después de la muerte de Valerio, se va humanizando: “...Encuéntrame, amor mío, en tu tiempo presente. / Mírame para hoy con tus ojos de miel, de chispas y de claro tabaco. / Sé que a veces de pronto me presencias desde todas partes...”.
Relacionado con el tema de la imagen o el personaje que se va construyendo alrededor de una persona, es interesante comprobar que tanto Olga como Alejandra cambiaron su nombre: Olga Gugliotta por Olga Orozco y Flora Pizarnik: por Alejandra Pizarnik. Dejando de lado la cacofonía resultante de “Olga Gugliotta”, los nombres paternos no coincidían con sus personajes latentes y por lo tanto no se sintieron representadas por ellos.
Olga, experta en seudónimos (como redactora en la revista “Claudia” llegó a tener ocho), adoptó como nombre literario el apellido de su madre, el resultado fue Olga Orozco: combinación sonora de perfecta redondez, digna de la poeta que fue. Esta elección fue inspirada probablemente por el nombre de su amigo y maestro: Oliverio Girondo, y evocadora del gran muralista mexicano, o karmáticamente, dados sus conocimientos astrológicos, por el casi homónimo “horóscopo”.
Por su parte el apellido Pizarnik es la transcripción errónea (cuando los padres de Alejandra hacen el trámite inmigratorio) del Pozharnik original, cuya raíz rusa “pozhar” significa “incendio”, algo que enseguida asociamos con la poesía pizarniana. Pero esto podría ser una coincidencia (aunque yo no creo en el azar), en cambio el remplazo deliberado de Flora por “Alejandra” (que lo duplica en sílabas), sugiere busca de afirmación y tal vez cierta atracción por la magnificencia implícita del nombre, reiterada en un poema: “alejandra alejandra / debajo estoy yo / alejandra” .
Y Alejandra no sólo se forjó un personaje poético que durante un tiempo le permitió aceptarse, también idealizó la imagen de su padre, el “hombre de ojos azules” que aparece en algunos poemas y que - según la biografía de Cristina Piña - le producía horror. De chica, Alejandra fantaseaba que su padre era violinista y probablemente “conde”.
Hoy, con la perspectiva que da el tiempo, creo que su inteligencia y su humor deslumbrantes, encubrían una vulnerabilidad intolerable, esa vulnerabilidad que la lleva a preguntarse en el poema:
“y que es lo que vas a decir / voy a decir solamente algo / y qué es lo que vas a hacer / voy a ocultarme en el lenguaje / y por qué / tengo miedo”.
Vulnerabilidad, impotencia, desesperación, de quien ya sabe que las palabras no bastan, como cuando dice:
“…no, las palabras no hacen el amor / hacen la ausencia / Si digo agua ¿beberé?Si digo pan ¿comeré?…”.
También Olga Orozco se preguntó: “…¿cómo nombrar con esta boca, como nombrar en este mundo con esta sola boca?…”13 y admitió: “…nuestro largo combate fue también un combate a muerte con la muerte, poesía. Hemos ganado. Hemos perdido...”.
Pero el balance de Alejandra es demoledor; poco antes de morir, en septiembre de 1972, escribió:
“La noche soy y hemos perdido / Así hablo yo, cobardes. / La noche ha caído y ya se ha pensado en todo”.

(
1) La muerte de Alejandra a los treinta y seis años, a causa de un exceso de somníferos, fue una muerte anunciada. En 1970 hubo un primer intento de suicidio, al que siguieron otros y pasó temporadas internada en el pabellón neuropsiquiátrico del Hospital Pirovano.

Referencias:
Felisberto Hernández, “Por los tiempos de Clemente Colling” (Obras Completas), México, Siglo Veintiuno Editores, 1983.
Alejandra Pizarnik, “Arbol de Diana”, Buenos Aires, Botella al Mar, 1988; “Los trabajos y las noches”, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1965; “El infierno musical”, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 1971; “La última inocencia”, Buenos Aires, Botella al Mar, 1976; “El infierno musical”, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 1971; “Textos de sombra y últimos poemas” (Recopilación Olga Orozco y Ana Becciú), Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1982.
Cristina Piña, “Alejandra Pizarnik”, Buenos Aires, Planeta, 1991.
Ivonne Bordelois, “Correspondencia Pizarnik”, Buenos Aires, Seix Barral, 1998.
Olga Orozco, “Los juegos peligrosos”, Buenos Aires, Losada, 1972; “Con esta boca, en este mundo”, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1994.


(*) Luisa Peluffo nació en Buenos Aires y cursó estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Se radicó en San Carlos de Bariloche, en 1977. En 1988 obtuvo la beca Creación en Narrativa otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. Su primera novela, Todo eso oyes, mereció en 1989 el Premio Emecé. Su segunda novela, “La doble vida” (Atlántida, 1993) el 1°Premio de Narrativa, Región Patagónica, de la Secretaría de Cultura de la Nación y el Premio “Ricardo Rojas” de la Municipalidad de Buenos Aires. Ha editado los libros de poemas: “Materia viva” (Schapire, 1976), “Materia de revelaciones” (Botella al Mar, 1983) y “La otra orilla” (Ultimo Reino, 1991) que recibió el 1º Premio del Fondo Nacional de las Artes, y en España, “Un color inexistente” (Torremozas, 2001) que obtuvo el XVIII Premio “Carmen Conde” de Poesía.
En 2005, su obra teatral “Si canta un gallo” mereció el 3º Premio del Instituto Nacional del Teatro.

viernes, 21 de septiembre de 2007

"Una nunca sabe" en la Conrado


Dos acontecimientos confluyen para algarabía del arte neuquino: la reapertura de la Conrado, centro cultural y el estreno, en su escenario renovado, de una comedia dramática que aglutina a un nutrido grupo de artistas de larga, reconocida y fructífera trayectoria en la región. El sábado 22 de septiembre se estrenará la obra teatral "Una nunca sabe" con Paula Mayorga y Chana Fernández.


NEUQUEN.- "Una nunca sabe" es una comedia dramática protagonizada por Paula Mayorga y Chana Fernández, con dramaturgia a cargo de Mayorga y la colaboración del reconocido director Luis Sarlinga. La supervisión artística de la obra así como de la técnica de varieté, estuvo a cargo de Leandro Rosati.

La cita es a las 21.30 horas, en la Conrado, centro cultural, Irigoyen 138 de Neuquén capital.

Una es mujer, vieja, empleada doméstica y también es Otra, que soñaba con ser cantante, amante, feliz; ambas son voyeur y llevan en sus cuerpos las marcas del pasado que aparecen como los viejos recuerdos: a medias y con velos que lo confunden todo. Una y Otra hablan, cantan, gritan, insultan pero, sobre todo, sueñan y recuerdan. El ejercicio de la memoria suele ser el único camino que lleva a verdades ocultas largo tiempo bajo el polvo del miedo: recordar busca liberar.

Desde la cotidianeidad de la labor doméstica aparecen los temas fundamentales de esta época: el abuso, la violencia, la soledad, la explotación, la infelicidad, las suaves maneras de la hipocresía.

"Una nunca sabe" recoge los signos más característicos de la comedia dramática, inscribiéndose en el repertorio de nuevas estéticas que abrevan en el sainete, el grotesco, el varieté, con un lenguaje desprejuiciado, descarnado y, por momentos, de una ternura que desarma.


REPARTO

Actuación: Paula Mayorga & Chana Fernández

Supervisión artística y de técnica de varieté: Leandro Rosati

Libro: Paula Mayorga con la inestimable colaboración de Luis Sarlinga

Música: Mario Silveri

Diseño, realización de puesta escenográfica y vestuario: Claudia Ganquín

Operadora técnica: Mabel Bertolín

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Palabras, arte y gestos en el MNBA-Neuquén


Con una exposición de caligrafías de Silvia Cordero Vega y la presentación de "Poemas y Gestos", de Alelí Gotlip, se realizará, en la sede neuquina del MNBA, un ciclo que incluye además danza y un taller y una conferencia sobre el arte de la escritura.


NEUQUEN.- Un ciclo en el que confluirán danza, poesía y caligrafía se realizará el viernes y sábado próximos en el café del Museo Nacional de Bellas Artes. Consistirá en una exposición de caligrafías de Silvia Cordero Vega, quien además ofrecerá una conferencia y coordinará un taller, y la presentación del libro "Poemas y Gestos", de Alelí Gotlip. Con esta publicación se inaugura el sello editorial Sapientia, que propone el cruce entre las artes; en este caso se trata de poesía con caligrafías realizadas por Cordero Vega sobre textos del libro.
El viernes 21, Alelí Gotlip presentará su libro "Poemas y gestos", una colección de textos donde las palabras aparecen de en dos planos: uno, en la composición del poema; el segundo, en la línea que conforma el dibujo. Porque los textos se repiten en las imágenes y las imágenes están en los textos y se configura un cuerpo con ambos modos de ver la poesía. En un tercer punto de contacto, la presentación incluye la danza, que, sobre la base de los textos, hará la bailarina Angela Ganquín. La cita es a las 20 en el café del Museo. También participará el periodista Gerardo Burton.
En esa ocasión se inaugurará la exposición de caligrafías de Cordero Vega, integrante de CaligrafiAR, una entidad que agrupa a calígrafos argentinos.
El sábado 22 habrá una conferencia de Cordero Vega con demostraciones de distintas herramientas y procedimientos utilizados para la composición caligráfica.
El ciclo es organizado por ediciones Sapientia, un sello perteneciente al grupo Alelí Gotlip-Sociología cultural. Con la publicación del libro se inicia una colección cuya característica principal es la confluencia de las artes, la coexistencia y la correspondencia entre una y otra. Cada publicación contendrá, al menos, dos disciplinas diferentes. En este caso, se trata de la poesía escrita y la caligrafía. La presentación, entonces, incorpora una tercera expresión: la danza.
Esto coincide con la concepción de caligrafía según Silvia Cordero Vega. Para la artista, "la caligrafía es un acto casi corporal, visceral, que tiene como medio a la escritura, ya sea históricamente correcta o reelaboradamente audaz, pero lo que sí tengo claro es que la ‘caligrafía purista’ no da pie a una mirada relacionada con el arte".
Se refirió también a "la letra como imagen, como un tajo a lo Lucio Fontana, que arrasa el papel o la tela o un cuerpo y lo rearma en otras construcciones posibles".
En cuanto a la tarea del calígrafo, si bien la idea general es que se trata de "un escriba, la mirada puede no ser tan estrecha y abrirse paso a otras nuevas experiencias".-
Brody Neuenschwander, uno de los más importantes calígrafos en el orden internacional e inspirador en cuanto a su arte y estética de los calígrafos, considera que la caligrafía es la que ejecutan y componen tanto importantes artistas –Cy Twombly, Jessica Diamond- como la escritura árabe y japonesa, el graffiti y otras. Para Newenschwander, "el significado de la palabra caligrafía no tiene nada tiene que ver con diplomas, frases shakespeareanas, invitaciones de bodas, etcétera". Por el contrario, se trata de una "búsqueda permanente que va más allá de alcanzar una gran habilidad como calígrafo o encontrar la perfección en el resultado de una escritura", explicó Cordero Vega.
En síntesis, "la caligrafía puede ser más que el mero hecho de escribir con una ‘linda letra’, esta idea del ‘buen escribir’ es muy básica y recortada".
En su conferencia, Cordero Vega se referirá a la caligrafía aplicada al diseño, la caligrafía gestual-experimental, la mirada sobre las nuevas escrituras, los estereotipos caligráficos y la nueva caligrafía.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Poemas de la turbulencia del mundo





Entre el desgarro y la vitalidad, entre la desazón y la plenitud transita “Junglaturas”, segundo libro de poemas de Thelma Encina. Uno de los textos, “Leningrado”, fue premiado en un concurso nacional el año pasado.


Gerardo Burton
geburt@gmail.com


NEUQUEN.- En el principio está la imagen. Mejor dicho, una “turbulencia de imágenes” que sólo puede ser traducida en palabras, en poemas. Es posible, entonces, que la palabra sea “la única manera posible de salvarse del vértigo”.
El poema, para Thelma Encina, se asemeja a un río cuyo fluir permite “un cierto ordenamiento del caos” que configura la existencia cotidiana con sus gozos y sus sombras, sus desgarros y sus placeres, sus insuficiencias y sus plenitudes. Símbolos de ese desgarro y a la vez de la vitalidad con que se enfrenta la vida: el tigre, el gato, los felinos en general, animales asociados con el erotismo y sus enigmas.
Rionegrina nacida en Ingeniero Huergo, Thelma Encina comenzó a distribuir, en estos días, su libro “Junglaturas”, un volumen que encierra cuatro colecciones de poesía: “Leningrado” –en rigor, un poema largo-; “amo ríos”; “ciudad ella” e “idos”. El pretexto fue la edición del primer título, que obtuvo el primer premio en un concurso organizado el año pasado por la editorial cordobesa Novelarte.
La imagen gobierna los textos: delicada, agresiva, referida al paisaje o a la intimidad, siempre se presenta como vehículo de expresión de los símbolos. Por ejemplo, el tigre, presente en varios pasajes del libro, “ilustra ese mundo caótico: acecha, de la misma manera que el otro acecha desde el afuera”, informó la autora. Ante eso, “la impotencia de la mujer al mirar el mundo que se viene abajo”.
La escritora Ana María Maldonado, en un texto impreso en la contratapa, consideró que los poemas que describen el mundo exterior –y en especial el ciclo de “idos”, que recuerda a los desaparecidos durante la dictadura cívico-militar de 1976-1983- “revelan un caos urbano pleno de agresión, locura y maldad; parecen desnudar los filos más agudos de la oscuridad humana”. En cambio, los textos referidos al “universo interno” muestran “matices” de la relación humana que por lo general aparecen en una combinación binaria: encuentro/desencuentro; plenitud/soledad; alegría/dolor; abandono/esperanza.
En todo caso, el erotismo aparece como el rasgo preponderante y, como tema, sirve para vertebrar el universo de imágenes del libro. No es tan sólo una descripción sino, sobre todo, una dialéctica que exige compromisos, que devuelve frustraciones y que, a veces, ensaya abandonos en la plenitud.
Puesta a explicar el título del libro, Encina aludió a las dificultades –comunes a varios poetas- en el momento de denominar sus trabajos. Pero en este caso, la ayuda vino del lado de la narrativa.
En efecto, Encina volvió al capítulo 73 de “Rayuela”, donde Julio Cortázar hace reflexionar al narrador “sobre las posibilidades de invención de mundos” a partir del sufijo “tura”: “todo hecho, indicó la autora, puede ser simbólico para quien analiza un objeto”. Así, se habla de “literatura; cultura; escritura; sepultura: estamos llenos de mundos ‘turas’ y por eso, ante un universo-jungla, con una animalidad feroz, salvaje y entrecruzada, nació el término junglatura”.
La relación de Thelma Encina con la poesía, es antigua: relató sus primeras lecturas de Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, a instancias de su madre. Más que de influjos, Encina se refirió a sus “relecturas” permanentes: Dickens, “Martín Fierro”, Kafka, Olga Orozco, Borges.
Luego de esas poetas iniciales, siguieron sus estudios de Letras y la proximidad con Alejandra Pizarnik, la integración a los grupos literarios en los años ochenta y la –demorada- publicación de su primer libro de poemas en 1992, “Corazones insepultos”, que el Fondo Editorial Rionegrino había premiado en 1981.


FRAGMENTOS

Curiosamente, en Leningrado
como un apátrida sin tierra
que busca la frontera de tu cuerpo
para estallar la guerra –frente a frente-
con la carátula intacta del otoño
y un poema de Borges en la boca.
Como en la antigua Rusia
camino desbocada y sin palabras
llena de sol y hojas marrones
perturbando el tránsito gris de los asfaltos,
apabullando los pétalos caídos de las flores.

(De “Leningrado”)


Perderá
el vientre en el camino,
la identidad
en la danza del oleaje.
Luego,
perderá la vida
en la fuente llena de agua
de una pobre mujer.


Me incitó
me provocó
me obligó
a asesinar el amor
y me quedé
con el sabor del delito.

(De “amo ríos”)

Premio a la trayectoria literaria: diputados recibieron a escritores





NEUQUEN.- Los diputados de la comisión de Cultura, Educación y Tecnología de la Legislatura provincial recibieron el jueves 30 a escritores que impulsan el proyecto de ley de Premio a la Trayectoria Literaria presentado por el bloque del Frente Grande. El encuentro ocurrió ayer en la sala de Comisiones de la Legislatura, donde los escritores Raúl Mansilla, Tomás Watkins y Gerardo Burton expusieron ante los diputados encabezados por la legisladora Cristina Storioni (MPN) los alcances y fundamentos de la iniciativa.
Del encuentro, participaron además los diputados Raúl Radonich –Frente Grande-, Ariel Kogan –justicialismo-, Jesús Escobar –Libres del Sur-; Silvana Maestra, Irma Vargas y Alberto Molina –MPN- y Beatriz Kreitman –ARI-.
El proyecto fue elaborado por el bloque del Frente Grande con la asistencia de los escritores Macky Corbalán, Alejandro Finzi y Burton, y está avalado por la delegación neuquina de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina, SEA. Mansilla y Watkins son, respectivamente, presidente y secretario de la institución en el nivel provincial.
Según explicó Mansilla, en la actualidad la SEA tiene, a menos de un año de funcionamiento, un total de 40 afiliados, que es menos de la mitad de escritores relevados en Neuquén. Además de la situación particular del escritor como creador en la sociedad moderna, Mansilla se refirió a la necesidad de un instrumento legal que permita proteger y desarrollar el oficio en la provincia.
En cuanto a la iniciativa presentada, Burton se refirió a la legislación similar existente en otras provincias argentinas, y expuso una comparación de sus contenidos. La diputada Storioni, afirmó que la próxima semana se volverá a discutir en la comisión los alcances de la iniciativa.