lunes, 13 de octubre de 2008

Una épica necesaria

Gerardo Burton
geburt@gmail.com


No es fácil abordar esta cuestión, precisamente porque es eso: una cuestión, un cuestionamiento, a veces profundo y otras no.
Yo voy a acercarme, entonces, desde el punto de vista del periodista, con una pretendida posición de observador, porque seguí el proceso desde sus inicios, cuando la recién establecida comisión interna de la fábrica Zanon enfrentaba a la anterior conducción del sindicato ceramista, más proclive a la negociación con sus empleadores que a la defensa de los afiliados.
En ese lapso de casi siete años, los ceramistas produjeron una mutación progresiva pero indetenible: de la reivindicación lisa y llana pasaron a liderar conflictos sociales y se convirtieron en la primera empresa grande, importante, que recuperaban sus trabajadores, luego de una serie que había resucitado a pymes a lo largo y lo ancho del país. No es menor este dato, porque no existen antecedentes en la Argentina (y me atrevo a afirmar, en el extranjero) de una fábrica con la tecnología y los obreros calificados de Zanon que haya generado un proceso similar.
Ése fue, entonces, el primer (y no el menor) cambio. A tal punto que Zanon se convirtió en punto de visita obligado para el “turismo social” o “turismo revolucionario” que se generó en el país y en el extranjero después de la caída de la convertibilidad. En paralelo, la inserción inicial en la comunidad se realizó a través de una doble táctica: la venta de cerámicos de alta calidad a precios inferiores a los del mercado y el aporte solidario a escuelas, centros de salud, comisiones vecinales, donde se necesitaban materiales para construcción.
La apuesta de los ceramistas siempre fue por más: demandaron apoyo de intelectuales para la gestión de la fábrica, luego se convirtieron en productores de espectáculos culturales (recitales, fundamentalmente), gestionaron dos antologías poéticas en cerámicos (de Juan Gelman y de poetas regionales) y señalaron cada acontecimiento del que participaban con un cerámico alusivo.
En su programación, los conciertos de rock adquirieron un valor especial, una potencia liberadora, revolucionaria ya que utilizaron los códigos del sistema para darlos vuelta y mostrarlos de otra manera. Así ocurrió también con el cerámico intervenido artísticamente con poemas, leyendas o como catálogo para una muestra de arte. Esta modalidad consiste en utilizar elementos del diseño gráfico e industrial para convertirlos en otra cosa, en un objeto de arte, en un nuevo mensaje.
Protagonizaron más de un documental: uno de los más recientes el que Marta Such elaboró para registrar su trabajo de artista plástica en visita en la planta.
Más allá de su intención de conducir el conflicto social-sindical, de su propuesta política que los acota, la amplitud de los ceramistas fue (es) su viveza: muy pocos pueden cuestionar abiertamente a los ceramistas sin caer ostensiblemente en el ridículo o en la incorrección.
Esta descripción, que por supuesto no agota lo realizado en siete años, estableció una suerte de anclaje de los ceramistas y su lucha con la sociedad donde se desarrollan. Más allá, claro, de la reivindicación del trabajo como hecho totalizador e imprescindible en el proceso de transformación y construcción de la sociedad.
Entonces, me parece que me acerco a la pregunta fundamental: ¿qué tiene de singular Zanon? ¿Cuál es su singularidad? ¿Acaso la autogestión obrera? ¿La producción de recitales de rock? ¿La inserción en la comunidad? ¿La venta de materiales para construcción de buena calidad y a mejor precio que la competencia? ¿La posibilidad de difundir su propuesta al resto de las empresas del parque industrial? ¿Su participación en los conflictos sociales de Neuquén? ¿El apoyo de las Madres de Plaza de Mayo?
¿Cuál es la peculiaridad de un movimiento gestado en torno de un grupo de obreros que se plantan ante la burocracia sindical; que se plantan ante la justicia y ante las autoridades políticas; que exigen sin cortapisas la estatización de la fábrica donde trabajan? ¿Cómo se inserta este coletazo de movimiento social en la gran marea de la sociedad neuquina?
Ustedes verán, son todas preguntas. Algunas tienen respuesta; otras, no.
Se me ocurre explicar con la imagen de círculos concéntricos la adhesión que recibe la gestión obrera de parte de la sociedad.
Hay un primer círculo donde se ubican los que obtienen alguna ventaja con Zanon: son quienes compran cerámicos sin preguntarse demasiado a quién y sin compromiso ideológico. Ésa es la periferia. En un segundo nivel están quienes asisten a los recitales más por el gusto del espectáculo que por cuestiones de solidaridad, aunque empiezan a sentir alguna afinidad. El denominador común en esta periferia es que no interesa saber si se comparte o no la propuesta de los ceramistas (expropiación, conducción de las luchas obreras, discusiones con otros gremios más de clase media como son los docentes, pretensión de liderar también la lucha en defensa de los derechos humanos, imponer condiciones de negociación al gobierno, sea cual fuere). Lo que prima es la simpatía que despiertan en este sector.
Así continúan los círculos con otros protagonistas: militantes sociales y políticos; abogados y legisladores; observadores y científicos sociales; artistas y sindicalistas de otro pelaje que el de los ceramistas, hasta llegar a los incondicionales.
Se preguntarán qué tiene que ver todo esto con la cuestión cultural. Tiene, y mucho. Porque lo principal es que Cerámica Zanon-Fasinpat comparte la arrogancia plebeya que caracteriza, como rasgo sobresaliente, a la cultura neuquina: no hay jerarquías estables, salvo las que se obtienen con la pelea, en la disputa continua. El resto se tolera, pero lo genuino es la discusión, el intercambio, el diálogo. La apropiación de los espacios y los saberes y la conciencia (única, inocente, nueva, púdicamente virgen) de que es posible crear desde el principio, como asistiendo al primer día del universo.
Incluso esa disputa de la que hablaba recién varía con el tiempo, busca sus propios adversarios e interlocutores, y si no los encuentra, los inventa.
Ustedes y yo lo sabemos: se trata de una disputa con el poder. La cultura es también una lucha contra el poder (en algunos casos, por el poder, pero no me interesa abordar eso ahora). Se configura una construcción como se configura un canon: son lecturas de la realidad, recortes que se relacionan con el lugar desde donde se construye, desde la racionalidad con que se ensamblan los fragmentos.
Y me vuelvo a preguntar: ¿cuál es la singularidad de Zanon? Y así me aproximo, creo, a un principio de respuesta.
Lo medular, a mi juicio, de todo este proceso, es el carácter épico que introduce en la vida cotidiana la historia de estos siete años. Es una épica necesaria para saciar una sed, es la épica que otorga sentido (en su doble acepción de dirección y de significado) a la existencia y la sustrae de la grisura sin horizonte ni justicia. No importa la distancia que haya entre unos y otros. No importa, y nadie se pregunta, quién queda afuera porque lo que vale es quién está dentro. Quién con nosotros. Quién acompaña. Es una épica necesaria, pero también responde a una ética imprescindible y a una lírica que se aprende.
Además, hay confluencias posibles; aquí se habló de frentes, de la importancia de que gentes que estamos en distintas disciplinas artísticas coincidamos.
Me temo que esto de la épica necesaria no es invento mío. Ya lo insinuó Marta Such cuando tituló “De guerreros y maestros” el documental sobre la visión artística de la fábrica con gestión obrera. Esa intuición sirve para orientar por qué existe una particularidad en el proceso de los ceramistas que se incorpora al escenario de la vida social neuquina, no como paisaje, no como dato. Como organismo vivo que interroga y responde, que acierta y se equivoca, que incluye ampliamente y excluye selectivamente.
Lo cierto es que no puede ser ignorado (no lo fue desde el inicio) como acontecimiento social y sindical. Y tampoco permite indiferencias cuando se trata de observar qué impacto tuvo (tiene) en la cultura vivida hoy y aquí.

Muchas gracias.


(texto leído el viernes 10 de octubre de 2008, en un panel convocado para discutir la relación del proceso de la fábrica Zanon con la cultura. En La Conrado Cultural, junto con Marta Such, Ricardo Costa y Raúl Toscani)