viernes, 27 de marzo de 2015

Sobre libros en épocas difíciles



Texto de una ponencia sobre libros y dictadura realizada en la subsecretaría de Cultura de Neuquén, en el programa de conmemoración del día de la memoria. Una aproximación a la industria editorial argentina y una reflexión sobre la cultura nacional, el papel del escritor y del lector.



En estos minutos de charla voy a intentar proponer algunas líneas de reflexión, más que sobre los libros o la industria editorial en sí misma, sobre la cultura en general en la Argentina. Se trata de una serie de hipótesis, a veces fundadas en hechos y estadísticas, y otras en cuestiones más personales, en intuiciones.
Me interesa abordar algunas cuestiones: el modelo de intelectual o de escritor hacia mediados de la década de 1960 y la transformación que ocurrió hacia los años setenta; el libro como un espacio de escarmiento para los dictadores y, a la vez, como un espacio de resistencia y de lucha para los escritores, un dato que se prolongó durante la primera etapa democrática, ya sea por los vaivenes hiperinflacionarios que nos dejaron casi fuera del sistema, ya sea por el vaciamiento de la cultura que primó durante la década menemista que, como en otros campos, fue coronada por la transnacionalización de la cultura en general y de la industria editorial en particular.
La industria editorial argentina tiene una larga historia que comienza en la época de la organización nacional, cuando Roca y la élite gobernante necesitaron unificar pautas culturales de raigambre nacional, sobre todo ante dos políticas que se habían dado: la inmigración masiva de los países europeos para proveer de mano de obra (supuestamente calificada) a la actividad económica nacional, y la reciente derrota de los pueblos aborígenes, cuyos finales escenarios fueron el Chaco y la Patagonia. En esta etapa la literatura circulaba en ediciones baratas, en folletines y en publicaciones que se vendían o que vendían los principales diarios o partidos políticos. Así, la Biblioteca de La Nación (Payró), La Biblioteca Argentina (Ricardo Rojas) o La Cultura Argentina (José Ingenieros, a través del Partido Socialista).