viernes, 29 de enero de 2016

Adagios, por Oscar Wilde



  • El arte es la forma más intensa de individualismo que el mundo ha conocido.
  • Las mujeres han sido hechas para ser amadas, no para ser comprendidas.
  • La única manera en que un hombre debe comportarse con una mujer es: haciendo el amor con ella, si es bonita, o con otra, si es fea.
  • No hay nada como el amor de una mujer casada. Es una cosa de la que ningún marido tiene la menor idea.

Sobre Marechal, por Pedro Orgambide




 

La obra de Leopoldo Marechal puede observarse como una totalidad, como una Poética que incluye la poesía y el teatro, el ensayo y la novela. Más allá del mayor o menor mérito que corresponde a cada uno de los trabajos, lo que importa señalar como detalle significativo es la coherencia de la obra, su elaboración a partir de ideas y sentimientos que conforman una concepción del mundo. En esta concepción confluyen diversos intereses  estéticos, filosóficos y religiosos que se integran en la madurez vital y creativa del poeta.
El universo platónico, la interpretación de la Biblia a partir de sus significados proféticos, la visión del hombre como criatura trascendente, son invariantes de la obra de Marechal, y constituyen el basamento e ideología de su poética. De allí surgen otras ideas temporales  e inmediatas relacionadas con el arte, la literatura, la historia o la política. Pero las mismas siempre responden a esa concepción unitaria del mundo y de la vida.

jueves, 28 de enero de 2016

Notas sobre poesía (reflexiones a propósito de Wallace Stevens)

Escrito a partir de unos fragmentos de Wallace Stevens, tomados del ensayo “Sobre la verdad poética”, publicado póstumamente e incluido en el volumen “El elemento irracional en poesía”, editado en 2010 en Córdoba por Alción.



por Gerardo Burton

Dice Wallace Stevens que “la poesía tiene que ver con la realidad en su aspecto más particular”. Analizar esa afirmación parece obvio: cierto que hay una relación con la realidad, pero para Stevens, ese vínculo es estrecho, próximo: se da en “su aspecto más particular” (el ‘su’ pertenece a la realidad). Entonces, puede decirse que esta relación ocurre en el aspecto más genuino, el menos universal que proporciona esa realidad.


Así, la significación de la poesía está estrechamente vinculada con la realidad a que pertenece (son casi palabras del poeta norteamericano). Yo agrego: esa significación tiene que ver con el contexto, con la historia inmediata, con el famoso aquí y ahora. Es un eje sincrónico, a la manera de un puñal que se clava, vertical, y hiende el momento, el aire, el instante. Recuerdo entonces a Simón Kargieman, que hablaba en un libro de poemas casi aforísticos de “un instante: el infinito”.

Sigue Stevens: la forma del poema es significativa, o sea, adquiere significado y significa ella misma, sólo en relación con la realidad que se revela a partir del poema. Es la generación del poema, la búsqueda de esa poesía que transcurre entre las palabras, dentro de las palabras, debajo de ellas y siempre mucho menos en ellas. La poesía transcurre entre imágenes, sonidos, colores, sensaciones y se materializa en el modo en que el poeta escribe. El poeta escribe determinado poema sobre una realidad, pero también escribe sobre otra cosa.

Es que la poesía ocurre en el silencio entre las palabras, en el blanco que queda en el papel cuando el poema queda dibujado como ideograma. Como si el poeta hubiese escrito con esa “tinta simpática” de los juegos infantiles otro poema por debajo o por detrás del que se lee y que puede entreverse al trasluz, sobre las llamas. Así son las palabras, y funcionan como un vehículo elusivo, engañoso. Como una añagaza de sentido: mientras señalan hacia una dirección, en realidad van por otro lado, conducen –o son conducidas por- la poesía hacia sendas y destinos no conocidos por el poeta.

No es infrecuente que ocurran esos hallazgos casi milagrosos, como ese encuentro inesperado que nos lleva por otros caminos impensados. Si elijo este final, ¿habré desechado los otros finales posibles? Si opto por esta imagen, ¿habré abortado las demás? No lo creo. Por el contrario, permanece la posibilidad infinita de una multiplicidad de poemas, esa posibilidad siempre abierta y siempre paralela de continuar el poema por otros rumbos, hacia otros finales en continua latencia o en permanente acto, quién sabe.

El modo en que el poeta escribe, el modo en que relaciona la realidad con la poesía, ese puente “irracional” que existe entre eso que le proporcionan los sentidos o su ideología y el resultado (o sea, el poema) es el estilo, eso que a veces también llamamos “la voz” del poeta.

El estilo, afirma Stevens, “es algo inherente, algo que se infiltra”, y así adquiere la misma naturaleza de aquello en donde es encontrado: el poema, el relato teológico o la conducta de un hombre. Entonces puedo extender el sentido: el estilo es la poesía; el estilo es el poeta; el estilo es la literatura; el estilo es el arte.

Aunque dejasen de existir los dioses, la poesía que los relata siempre recordará su origen, es decir, significará en una realidad determinada más allá de los escepticismos reinantes. Y, en esta línea, poesía, religión y arte son una manera de abordaje de la realidad: no son la realidad, de ninguna manera, porque no son la vida real: son el reflejo de la vida real, o mejor, la vida real trasegada desde la piel del poeta, de la poesía, de la palabra.

Es decir: ese estilo permanecerá aun cuando desaparecieran otros elementos externos: si dejaran de existir los dioses griegos, un poeta griego se expresará como tal; si cayera en descrédito la fe en un dios hebreo, los poetas de ese pueblo siempre será hebreos; un poeta italiano siempre expresará su país, y, en el caso nuestro, la Patagonia se verá en nuestros textos aun cuando se presuma de cosmopolitismo, posmodernismo o cualquier otro ismo.

Hablamos de moral o de religión por el milagro que, se supone, ocurre durante la escritura del poema. Ciertas hierofanías cambian derroteros, modifican escrituras. Hay sentidos (y destinos) que se conocen tras la escritura. Pero la moral y la religión son apartadas en el momento del poema, en el momento en que el poema ocurre.

En ese trance, el poeta ejerce el oficio de intermediario. La función del arte (y la religión) es interceder ante una realidad que no somos nosotros, ante esa masa caótica de hechos, objetos y seres y entes que a veces creemos ordenada y muchas veces no. En esa intercesión, dice el poeta estadounidense, “la virtud suprema es la humildad, pues los humildes son aquellos que van por el mundo con el amor por lo verdadero en sus corazones”.

El poeta fabrica una herramienta para acceder (conocer, comprender) la realidad. Y esa poesía también funciona como un escudo que impide enceguecerse, encandilarse con una luz inconmensurable que ya transita entre los huecos invisibles del poema y sus palabras.


Enero-febrero 2015

Aullido, por Allen Ginsberg, última parte

Un asfódelo



Oh, estimado, dulce y rosado
deseo inasequible
...  ¡qué triste, no hay manera
de cambiar el loco
y cultivado asfódelo, la
realidad visible ...


y los pétalos aterradores
de la piel – cómo me inspiré
para estar tan yaciente en la sala
borracho y desnudo
y soñando, en la ausencia
de electricidad...
dale que dale comiendo la raíz inferior
del asfódelo,
el destino gris...

buscando procrear
sobre el sofá floreado
como sobre un banco en Arden‑
esta noche mi única rosa es el placer
de mi propia desnudez.



La Canción

El peso del mundo
es amor.
Debajo la carga
de soledad,
debajo la carga
de descontento

el peso,
el peso nosotros llevamos
es amor.

¿Quién puede negarlo?
En sueños
toca
el cuerpo,
en el pensamiento
construye
un milagro,
en la imaginación
agoniza
hasta nacer
en el humano ‑

cuidado con el corazón
que arde de pureza ‑
pues el lastre de la vida
es amor,

pero nosotros llevamos el  peso
con fatiga,
y por lo tanto debemos descansar
en los brazos del amor
al final,
debemos descansar en los brazos
del amor.

No hay descanso
sin amor,
no se puede dormir
sin sueños
de amor ‑
estar loco o estremecido
y obsesionado con los ángeles
o las máquinas,
el deseo final
es amor
‑ no puede ser más amargo,
no se lo puede negar,
ni se lo puede detener
si se niega:

el peso es demasiado pesado

‑ debemos dar
sin esperar nada a cambio
como el pensamiento
se da
en soledad
en toda la excelencia
de su exceso.

Los cuerpos cálidos
brillan juntos
en la oscuridad,
la mano se mueve
hacia el centro
de la carne,
la piel tiembla
de felicidad
y el alma viene
alegre al ojo ‑

sí, sí,
esto es lo que
yo quise,
siempre,
Yo siempre quise,
volver
al cuerpo
donde yo nací.



El huérfano silvestre


Suavemente, la madre
lo lleva vagando
por el ferrocarril y por el río
‑es el hijo de lo escondido
el ángel del hot rod‑
y él imagina automóviles
y los pasea en sus sueños,

tan solitario creciendo arriba entre
los automóviles imaginarios
y muertas almas de Tarrytown

para crear
fuera de su imaginación propia
la belleza de sus salvajes
antepasados ‑ una mitología
que él no puede heredar.

¿Alucinará él luego
 sus dioses? ¿Despertará
entre misterios con
un destello loco
de reminiscencias?

El reconocimiento ‑
algo tan raro
en su alma,
se encuentra sólo en sueños
‑ nostalgias
de otra vida.

Una pregunta desde el alma.
y los ofendidos
pierden todo agravio
en su inocencia
‑ un gallo, una cruz,
una excelencia de amor.

Y el padre se aflige
en una posada de mala muerte
-complejidades de la memoria-
a unas mil de millas
lejos, ignorando
que el inesperado
forastero juvenil
vagabundea hacia su puerta.
En el dorso de lo real

en el patio del ferrocarril en San José
yo vagué desolado
frente a una fábrica de tanques
y me senté en un banco
cerca de la cabaña del guardabarrera.

una flor yace en el heno sobre
la carretera de asfalto
‑ el terror de la flor de heno
yo pensé ‑ tuvo un
quebradizo tallo negro y
la corola de la amarillenta y sucia
espiga como la corona de espinas
de Jesús y un sucio
penacho de algodón seco en el centro
como una brocha de afeitar usada
que queda olvidada bajo
el garaje por un año.

¡Flor amarilla, amarilla, y
flor de la industria,
rústica flor espigada y horrible,
florece sin embargo,
con la forma de la rosa grande y amarilla
en tu mente!
Ésta es la flor del Mundo.

Aullido, por Allen Ginsberg, parte cinco

En el depósito de equipaje de Greyhound


I.
En las profundidades de la terminal Greyhound
sentado en silencio sobre un furgón de equipaje mirando al cielo esperando la partida del expreso a Los Ángeles
preocupado por la eternidad sobre el techo de la Oficina de Correos en el cielo rojo de la noche en el centro,
mirando a través de mis anteojos me di cuenta en un temblor que esos pensamientos no son eternos, ni la pobreza de nuestras vidas, irritable equipaje de empleados de tienda,
ni los millones de parientes sollozando alrededor de los omnibuses agitando adioses,
ni los restantes millones de pobres que se precipitan de ciudad en ciudad para ver a sus seres queridos,
ni un indio muerto de miedo hablando a un enorme cana al lado de la máquina de coca cola,
ni esta vieja dama temblorosa como una caña que toma el último viaje de su vida,
ni el portero cínico vestido de rojo recolectando sus moneditas y sonriendo sobre el equipaje destrozado,
ni yo mirando alrededor al horrible sueño
ni el negro bigotudo Empleado Operativo llamado Spade, negociando con su mano larga y maravillosa el destino de miles de encomiendas,

ni Sam el hada en el sótano rengueando cada tranco como plomo
ni Joe en el mostrador con su depresión nerviosa sonriendo cobardemente a los clientes,
ni el desván interior verde gris como estómago de ballena donde guardamos el equipaje en estantes horrendos,
cientos de valijas llenas de tragedia que se mueven atrás y adelante esperando ser abiertas,
ni el equipaje perdido, ni las manijas dañadas, los rótulos borrados, los alambres reventados & las sogas rotas, los baúles enteros explotando en el piso de cemento
ni los bolsos vacíos en la noches en el almacén de destino.


II.
Encima Spade me recordó a Ángel, descargando un autobús,
vestido con el mameluco azul la cara negra y la gorra de oficial trabajador de Ángel
empujando con su barriga un caballo enorme de estaño con el equipaje negro apilado encima,
mirando mientras pasaba la lamparita de luz amarilla del desván
y sosteniendo alto en su brazo un cayado de pastor de hierro.

III.

Eran los estantes, me di cuenta, sentado en el más alto de ellos ahora como es mi costumbre en el almuerzo para reposar mi pie cansado,
eran los guarda-equipajes, grandes estantes de madera y postes de puntales y vigas ensambladas del piso al techo confundidos con el equipaje
- el blanco baúl metálico japonés de posguerra floreado ostentosamente apuntado hacia Fort Bragg
un paquete mexicano de papel verde con soga morada adornado con nombres para Nogales,
centenares de radiadores de un golpe para Eureka,
cajas de calzoncillos hawaianos,
rollos de carteles esparcidos sobre la Península, nueces para Sacramento,
un ojo humano para Napa,
una caja de aluminio de sangre humana para Stockton
y un pequeño paquete rojo de dientes para Calistoga ‑
eran los estantes y esto sobre los estantes es lo que yo vi desnudo a la luz eléctrica la noche antes de abandonar,
los estantes se crearon para colgar nuestras pertenencias, para  mantenernos juntos, un cambio temporal en el espacio,
la única manera que tuvo Dios para construir la desvencijada estructura del Tiempo,
sostener las valijas a enviar sobre las carreteras, cargar nuestro equipaje de lugar en lugar
buscando un autobús para llevarnos a casa desde la Eternidad donde el corazón fue olvidado y comienzan las lágrimas de despedida.

IV.

Un enjambre de equipaje se acomoda junto al mostrador mientras arranca el ómnibus transcontinental.
El reloj da las 12.15 AM, 9 de mayo, 1956, la segunda mano avanzando, rojo.
Me preparo para cargar mi último autobús. ‑ Despedida, Riachuelo Walnut Richmond Vallejo Portland autopista del Pacífico
Ligero como Mercurio, Dios de lo transitorio.
Un último paquete queda acomodado solo en la medianoche adherido arriba en el estante del Costero alto como la fluorescente luz polvorienta.

El jornal que nos pagan es demasiado bajo para vivir. La tragedia se redujo a números.
Esto para los pastores pobres. Yo soy un comunista.

Chau, me despido de vos, sí, del Greyhound donde tanto sufrí,
me lastimé la rodilla y raspé mi mano y tallé mis pectorales grandes como una vagina.

Aullido, por Allen Ginsberg, parte 4

América
 Ginsberg lee su poema en una universidad


América, yo te di todo y ahora no soy nada.
América dos dólares y veintisiete centavos enero 17 de 1956.
No puedo soportarme a mí mismo.
América, ¿cuándo terminaremos la guerra humana?
Andá a hacerte coger con tu bomba atómica.
No me siento bien no me molestes.
No escribiré el poema hasta que esté justo en mi mente.
América, ¿cuándo tendrás ángel?
¿Cuándo te sacarás tus ropas?
¿Cuándo te mirarás a ti misma a través de la tumba?
¿Cuándo serás merecedora de tu millón de trotskistas?
América ¿por qué tus  bibliotecas están llenas de lágrimas?
América ¿cuándo mandarás tus huevos a la India?
Estoy enfermo de tus demandas insanas.

¿Cuándo puedo ir al supermercado y comprar lo que necesito con mis buenas miradas?
América después de todo tú y yo somos perfectos y no el mundo futuro
Tu maquinaria es demasiado para mí.
Tú hiciste que quisiera ser un santo.
Debe haber alguna otra manera para sostener este argumento.
Burroughs está en Tánger no creo que él vuelva es siniestro
¿Estás siendo siniestro o es alguna forma de broma pesada?
Yo trato de venir a secas
Y rehúso abandonar mi obsesión.
América deja de empujarme sé lo que estoy haciendo.
América los brotes de ciruelos caen.
Leí los periódicos durante meses, cada día alguien es juzgado por asesinato.
América me siento sentimental por los que vacilan.
América yo solía ser comunista cuando joven no me arrepiento.
Fumé marihuana cada vez que conseguí.
Me siento en mi casa al final de cada día y miro las rosas en el ropero.
Cuando voy a Chinatown me emborracho y nunca me acuesto.
Mi mente está preparada para ir donde hay problemas
Me deberías haber visto leyendo a Marx.
Mi psicoanalista piensa que estoy perfectamente bien.
No puedo decir la Plegaria del Señor.
Tengo visiones místicas y vibraciones cósmicas.
América todavía no te conté qué le hiciste al tío Max después que vino desde Rusia.

Yo te llamo.
¿Te vas para dejar que tu vida emocional transcurra por la revista Time?
Me obsesiona la revista Time.
La leo cada semana.
Su portada me mira cada vez que me deslizo por el kiosco de la esquina.
Lo leo en el sótano de la Biblioteca Pública de Berkeley.
Siempre me hablan sobre la responsabilidad. Los empresarios son serios. Los productores de cinematógrafo son serios. Todos son serios excepto yo.
Se me ocurre que soy América.
Me hablo a mí mismo de nuevo.

Asia se está levantando contra mí.
No tengo la oportunidad de un chino.
Mejor que considere mis recursos nacionales
Mis recursos nacionales consisten en dos porros millones de genitales y literatura privada impublicable que va a 1.400 millas por hora y veinticinco mil instituciones mentales.
No digo nada sobre mis prisiones ni sobre los millones de menesterosos que viven en mis macetas bajo la luz de quinientos soles.
Abolí los prostíbulos de Francia, Tánger es el próximo.
Mi ambición es ser presidente a pesar del hecho de que soy católico.

América, ¿cómo puedo escribir una letanía santa en tu tonto estilo?
Continuaré como Henry Ford mis estrofas son tan individuales como sus automóviles sólo que ellas son de todos los sexos diferentes.
América yo te venderé estrofas a 2.500 dólares cada una 500 $ por tu vieja estrofa.
América libera a Toma Mooney
América salva a los leales de España
América Sacco & Vanzetti no deben morir
América yo soy los chicos de Scottsboro
América cuando yo tenía ocho años mami me llevó a los encuentros de la célula comunista  ellos nos vendían garbanzos un puñado por boleto el boleto cuesta un níquel y los discursos eran gratis cada uno estaba seráfico y sentimental en relación con los trabajadores era todo tan sincero que tú no tienes idea qué bueno era el partido en 1835 Scott Nearing era un viejo grandioso un verdadero menchevique  Mamá Bloor me hizo llorar  una vez vi a Israel Amter humilde. Todos deben haber sido espías.
América tú no quieres realmente ir a la guerra.
América son ellos los rusos malos
Ellos los rusos ellos los rusos y ellos los chinos. Y ellos los rusos.
Rusia quiere comernos vivos. Rusia es un poder loco. Ella quiere robar nuestros autos de nuestros propios garajes.
Quiere adueñarse de Chicago. Necesita un Reader's Digest rojo. Quiere nuestras plantas de automóviles en Siberia. Que su gran burocracia administre nuestras estaciones de servicio.

Eso no es bueno. Uf. Él hizo que los indios aprendieran a leer. Él necesita los grandes y negros negros. Ajá. Ella nos hace trabajar a todos dieciséis horas diarias. Socorro.
América esto es absolutamente grave.
América esta es la impresión que tengo al mirar la televisión.
América ¿esto es correcto?
Mejor me voy directamente al trabajo.
Es verdad no quiero unirme al ejército ni hacer girar los tornos en las fábricas de partes de precisión, soy miope y psicópata de cualquier manera.
América estoy poniendo mi agudo hombro en la rueda.


viernes, 8 de enero de 2016

Fierro y Cruz

Artículo publicado en el suplemento aniversario de La Mañana Neuquén, el 29 de noviembre de 2015


por Gerardo Burton



NEUQUÉN.- Uno de los rasgos que identifican, y en este sentido, distinguen de otros a los habitantes de Neuquén en particular y de la Patagonia en general es el modo en que se hace cultura.
Las figuras de Martín Fierro y el sargento Cruz, hacia el final de la “ida”, primera parte del poema de José Hernández, son una marca de identidad, un rasgo particular.

La honda de David


por Gerardo Burton



a Eduardo D'Anna

Estas notas pueden parecer un plagio, y lo son. Surgen como respuesta en un diálogo a la distancia espacial y temporal con el poeta rosarino Eduardo D'Anna que hace unos años analizó críticamente la cultura nacional en su libro Nadie cerca o lejos. El centralismo cultural en la Argentina (Rosario, Identydad, 2005). El diálogo se expandió: también hubo intercambio de ideas, palabras y opiniones con Silvia Mellado en Neuquén.


La falta de emulación que Sarmiento observó en el mundo rioplatense prehispánico, según cita D'Anna en su libro, puede aplicarse a la Patagonia en el período que va desde la etapa territoriana hasta las primeras décadas de la provincialización. En la literatura nacional, esa carencia de modelos fuertes a imitar -Sarmiento se refería a los movimientos culturales europeos, como el romanticismo alemán o inglés, por ejemplo-, el liberalismo o el normalismo, fue el caldo de cultivo que favoreció la aparición de la gauchesca, la poética más original en las costas sudamericanas que fue adoptada casi de manera generalizada tanto por poetas “cultos” como populares. En Patagonia, luego de los viajeros -fundamentalmente extranjeros, pero también nacionales- no hubo posibilidad de emulación porque no hubo modelos -no llegaban o no les importaba llegar- y así fue como los escritores elaboraron con paciencia y observación, con talento y economía de elementos, un regionalismo muy particular.

Raúl Gustavo Aguirre: Cinco tesis sobre poesía

En 1975, Raúl Gustavo Aguirre ofreció una conferencia en la Biblioteca Argentina de Rosario cuyo título fue “Cinco tesis sobre poesía”. Un año después, Francisco Gandolfo le pidió el texto para publicar en su revista el lagrimal trifurca, incluyéndolo en el número 14, de agosto de 1976, que sería el último. Desde entonces ese ensayo ha permanecido en algunas hemerotecas y en manos de los pocos lectores que conservaran el ejemplar. La mojarra desnuda tuvo acceso a él por gentileza de Juan Carlos Moisés y la generosidad de Marta Aguirre que nos permite publicarlo. No es casual que la obra de Aguirre haya cobrado nueva vigencia y que merezca una atención que nunca debió perder; mencionemos por ejemplo la publicación por parte de la Biblioteca Nacional de los dos tomos facsimilares de poesía buenos aires que Aguirre dirigió entre 1950 y 1960 y la reciente Obra poética que publicara Ediciones del Dock con compilación y prólogo de María Malusardi. Contribuimos así a difundir una parte de la obra oculta durante muchos años de un poeta cardinal.


(foto: Sara Facio)


CINCO TESIS SOBRE POESÍA

 Primera tesis: LA POESÍA NO EXISTE

El día de Todos los Santos del año del Señor de 1517, Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg sus célebres noventa y cinco tesis sobre las Indulgencias. Entiendo que noventa y cinco tesis sobre poesía serían excesiva falta de consideración hacia el prójimo, pero estas cinco que me atrevo a formular, de alguna manera evocan, en su título, aquel acontecimiento que produjo, luego, tan trascendentales transformaciones en la historia del mundo.

En esta evocación termina, por otra parte, el paralelo. Obvio es agregar que mis tesis no pretenden producir ni de lejos semejantes consecuencias. De sobra quedará cumplido su propósito si consiguen llamar la atención hacia el examen de algunos supuestos corrientes acerca de la poesía y los poetas. Parten de la sospecha de que, si se exageran un poco las dudas sobre estos supuestos, tal vez sea posible adquirir una mayor claridad con respecto a ciertas importantes implicaciones que la poesía quizá puede tener para nuestras existencias.


Paradójicamente, como es factible observar, estoy hablando de la poesía y no obstante mi primera tesis dice así, sencilla y rotundamente: LA POESÍA NO EXISTE. Esto puede entenderse en varios sentidos, pero desearía evitar un juego de sutilezas e ir directamente a lo que en este momento me interesa esclarecer.

La poesía no existe en cuanto algo concreto que pueda ser, definido fuera de la literatura. Por ejemplo, yo puedo decir que la poesía existe como género literario, tradicionalmente opuesto a la prosa y también tradicionalmente subdividido por la retórica en varias clases: épica, lírica, dramática... Se puede hablar de poesía y de poetas en este sentido literario, o a partir de este sentido. Es decir, incluso podemos negar la poesía en cuanto literatura y expresar, como los dadaístas, por ejemplo, que la poesía no es literatura sino una manera de vivir. Pero para proceder así tengo que partir de la poesía como literatura y luego negarla; de lo contrario, no sería comprensible esta concepción de la poesía no como literatura sino como una manera de vivir.

Por lo tanto, aquí digo que no se trata de escribir o sólo de escribir, sino más bien de algo que tiene menos que ver con la escritura que con la vida. Y el dadaísta puro, en rigor, tendría que negarse a escribir una sola palabra. Este fue -digamos de paso- el callejón sin salida en que se halló el dadaísmo, como por otra parte, se halla todo nihilismo: no creo en nada, pero debo creer en lo que creo, o sea, debo creer que no creo en nada. Los dadaístas negaron la literatura sin dejar de ser literatos, sin dejar de escribir. Pero nos dieron, sin embargo, una importante indicación. Nos inspiraron una fértil sospecha. Señalaron hacia algo que tiene, como creo y trataré más adelante de demostrar, muchísima importancia.

Pero regresemos ahora, para concluir con esta primera tesis, al punto de partida: LA POESIA NO EXISTE. Esta proposición quiere decir, en suma, que la poesía -fuera de su formal definición como género literario- no tiene existencia real y concreta, no es un ente, una entidad, algo que pueda ser aislado y buscado más allá de la palabra. Por esta razón ha sido siempre tan difícil a los propios poetas explicar qué es la poesía. Esto nos conduce a la

Segunda tesis: NO EXISTEN LOS POETAS

Si la poesía no existe, tampoco existen los poetas. Quiero decir: si la poesía existe sólo como literatura, en la palabra, en la literatura oral o escrita, solamente existen “hacedores de poemas”. Pero un poema es, o bien cualquier composición que responda a las reglas de cierta retórica más o menos aceptada en un medio dado, o por el contrario, es un acontecimiento existencial realmente importante en la vida de aquel que, en cierto momento favorable, entra en “relación” con él (y aquí la palabra poema tiene un amplio sentido: puede ser, por ejemplo, una canción o una página manuscrita o impresa).

En el primer caso, en el de una composición que responda a ciertas reglas o leyes retóricas prefijadas, es evidente que cualquier persona diestra en el manejo de estas reglas puede, en cuanto se lo proponga o se lo encomienden componer un poema. Podría, de esta manera, presentarse en un concurso celebratorio del Descubrimiento de América, o del Centenario de un determinado hecho histórico, o donde se premie el mejor Canto a las Virtudes Cívicas, o lo que fuere. El mecanismo de este proceso es muy simple: un “tema” que servirá de contenido a la composición, y una “forma”, lo más bella posible dentro de los enunciados de una retórica (o a lo sumo, de una estética) preexistente. Y ya tenemos el alfajor fabricado, perdón, compuesto. Sin duda, su autor es un poeta, así como el señor que nos hace fotografías urgentes, tamaño 4 x 4, es un fotógrafo. Y en este sentido, mi tesis -repito- es NO EXISTEN LOS POETAS.

Pero ya me estoy aventurando demasiado en mis negaciones y, para no pecar de ser en exceso pesimista, voy a necesitar de alguna afirmación. Que la haré en mi

Tercera tesis: EXISTEN LOS POEMAS

EXISTEN LOS POEMAS: sin duda, sin duda, sin ninguna duda. Esta afirmación, está claro, no tiene contenido polémico. Muy bien, porque no se trata de ser polémico porque sí y a troche y moche. No obstante, quiero aclarar que no me refiero aquí al poema tal como lo describí hace un momento, como una especie de artefacto fabricado conscientemente y ex profeso según ciertas reglas destinadas a producir determinada emoción. Debo confesar que, aunque parezca fácil afirmar que tal manera de “hacer“ un poema es falsa, literariamente “artificiosa”, una especie de engaño, en suma, hay grandes creadores de poemas que han afirmado lo contrario. Entre ellos, Vladimiro Maiakovsky que, como es sabido, no diferencia un poema de cualquier otro producto industrial; o César Vallejo, quien nos dice, justamente, que un poema es un artefacto destinado a producir emoción. Y también el galés Dylan Thomas, que no sólo habla de “oficio” en uno de sus poemas, sino que en sus cartas y ensayos expone una completa teoría de la “fabricación” del poema.

¿Entonces? Antes de continuar, quisiera intentar una explicación a esta aparente disidencia de estos grandes creadores. Hay, sin duda, en todo trabajo de creación, una parte de habilidad adquirida y de esfuerzo consciente. Pero esta habilidad y este esfuerzo, cuando se produce un auténtico acto de creación, están al servicio de la concreción, en palabras, de algo que los trasciende. Por diversas razones, se confunde este trabajo con la verdadera creación o se lo valoriza más que ella. Es el caso de Maiakovsky, porque me parece quería justificarse del frecuente complejo que asalta al escritor ante los que "hacen": pareciera que un obrero metalúrgico, de cuyas manos sale una gigantesca rueda de locomotora, estuviese creando una realidad de más "peso" (en todo sentido) que el hombre que se limita a hablar, a escribir. Este complejo ha dado lugar a tremendas distorsiones, pero por el momento no puedo ocuparme de él aquí, más que para decir que, en ese especial momento de la historia de su país, Maiakovsky no quería “sentirse menos” que los obreros y experimentó la necesidad de justificar su trabajo escribiendo perogrullesca pero dramáticamente que, aunque un poeta no echa humo por las chimeneas como una fábrica, también "produce". En cuanto a César Vallejo y a Dylan Thomas, creo que no eran conscientes - a fuer de modestos - de que su capacidad de creación excedía en mucho lo que ellos consideraban humilde y simplemente un trabajo de composición. Aquí viene a cuento recordar lo que Henry James recomendaba a los aprendices de narradores. Les decía, más o menos, lo siguiente: “No se preocupe por la forma de lo que va a relatar ni por los procedimientos narrativos. Si bien estos son importantes, lo que debe importarle más que nada es tener una rica experiencia vital. Porque, en suma, la importancia de un escritor reside en la calidad y riqueza de sus experiencias vitales". Yo creo que el gran novelista de "La Bestia en la Jungla” tenía mucha razón. La calidad y riqueza de la experiencia vital de los hombres que he citado excedia largamente su capacidad de trabajo, su “oficio", aunque -sin duda- lo tenían en grado sumo, y este oficio, entonces sí, les era útil, porque facilitaba la comunicación de sus experiencias, la concreción en palabras de ese fenómeno vital que denominamos poema.

En suma, EXISTEN LOS POEMAS, pero entendiendo por tales esas misteriosas constelaciones de palabras (que llegan a nosotros, por ejemplo, en una canción, o en lo que nos habla de otra persona, o en una página impresa) y que producen en nosotros reacciones emocionales,“revelaciones” o deslumbramientos, o como quiera que denominemos esa sensación de haber sido “tocados” por algo que tiene mucho de indecible y que mal podríamos explicar en otras palabras.

Estos son, sí, POEMAS, y su carácter esencial, como vemos, es TENER QUE VER CON NUESTRA VIDA, tener alguna significación para nosotros, aunque, a veces o nunca, sepamos a ciencia cierta en qué consiste claramente esa significación.

¿De dónde vienen estos poemas? Aquí entramos en la

Cuarta (y penúltima) tesis: LOS POEMAS PROCEDEN DE UNA POÉTICA

Esta será la más abstracta, filosófica y, por lo tanto la más discutible de mis tesis. Ruego, por ello, se la tome como un ensayo de aproximación a un problema sumamente complicado.

Si el creador de un poema no es un poeta en el sentido tradicional de una especie de siempre disponible “hacedor de poemas”, como eran, por ejemplo, los poetas de Corte que celebraban los triunfos de los Emperadores en la Antigüedad; si el creador de un poema no es un poeta, por lo tanto, sino un ser a quien a veces (y hasta puede ser, una sola vez en su vida), a quien a veces “le ocurre” crear un poema, ¿de dónde viene, entonces este poema?

No viene de una estética o una retórica predeterminadas que nos han de decir cuáles son las condiciones que debe reunir para ser un poema. Viene de un campo mucho más vasto y misterioso, como lo es el de la experiencia humana en su totalidad, tanto la experiencia propia como la del contorno inmediato y mediato, presente y no presente, consciente e inconsciente, voluntaria e involuntaria, en la soledad y en la relación, etc., etc. Viene del Universo, de la vida y del hombre y, para mejor, viene implícito en el más misterioso y, tal vez, más poderoso de sus poderes: el lenguaje, la palabra. Esa palabra que surge y que concreta, que expresa y que trasmite, pero sobre todo, palabra que ocurre, que nos ocurre, que nos coloca en determinada situación. Desde que se comprendió bien a Wittgenstein, se hizo claro que hay un lenguaje “no fáctico”, un lenguaje que, aun careciendo de sentido “lógico", inteligible, unívoco, es, sin embargo, significativo o “significante”, como dicen hoy los estructuralistas. Pero, aparte esto, me parece muy importante la afirmación de Lacan, cuando dice que, más que significar, un poema implica al lector en una situación. Ya Wittgenstein había destacado este carácter ritual del lenguaje, la importancia de los contextos de situación. (Es clásico el ejemplo: “Yo te bautizo en nombre del Padre, del Hijo, etc." es una fórmula que, para Wittgenstein, sólo tiene pleno sentido o significado en una determinada situación.)

Pero a lo que queremos llegar es a esto: todas estas reflexiones nos llevan a la conclusión siguiente: un poema es un hecho en la existencia de una persona. Es decir: antes que la noción idealista e inexistente de un producto literario que una mirada pura y distante puede consumir sin ser por ello alterada, un poema es algo que “ocurre” en nuestras vidas (tanto si lo creamos nosotros, en el momento de concretarlo en palabras, como si lo creamos también nosotros, al recibirlo en una constelación de palabras a la que damos, o de la que surge, un sentido o significado que “fulgura" o “nos toca”.) Insisto, porque esto me parece muy importante: un poema es algo que “nos” ocurre, es un hecho, un acontecimiento en nuestras vidas, en el que participamos y en el que ellos participan y, por lo tanto, es capaz de alterarlas. Y bien, sabemos hasta qué punto un poema puede ser una revelación que, de alguna manera, influirá en el curso de nuestra existencia. En suma: un poema pertenece al mundo de los hechos; es algo fáctico, y si tiene que ver con el curso de nuestras vidas, entonces entra en el campo del “hacer”, en el campo de algo que, en filosofía, se denomina "ética".

Y aquí llegamos a nuestra última y

Quinta tesis: LA POÉTICA ES UNA ÉTICA

No existen ni la poesía (primera tesis) ni los poetas (segunda tesis) porque -tal vez ahora podamos comprenderlo mejor- el campo de los poemas verdaderos, como constelaciones significantes de palabras que operan sobre el curso de nuestras vidas, no es el de la literatura como institución neutral y neutralizadora, sino el de la vida concreta e inmediata. Un poema tiene mucho más que ver con el “¿qué debo hacer?” kantiano que con el placer estético concebido como actividad pura, sin compromiso con la existencia ni con el tiempo histórico real y concreto.

Un poema es un acto, como querían los dadaístas, pero no un acto contra la literatura, es decir, un acto sin palabras, una imposible negación de la palabra, sino un acto que justamente consiste en palabras. Yo quisiera concluir aquí estas tesis, que son en todo caso provisional materia de reflexión, y dejar librado a cada uno el meditar sobre las sugestiones que de ellas pueden desprenderse.

Pero hay algo, sin embargo, que me parece necesario destacar para dar término a estas aproximaciones. Y es que, si todo poema verdadero es un “hecho” que influye sobre la vida (y no sobre “la vida" como vaga generalidad, sino sobre la vida real de cada uno); si todo poema lleva implícito un hacer, si es -como escribe maravillosamente René Char- “el amor realizado por el deseo que ha seguido siendo deseo”; si corresponde por lo tanto a una ética, pero a una ética cuyas reglas se hallan en continua formación y que, por ende, no puede ser formulada ni impuesta de antemano; si todo poema es, entonces, el más cabal y dialéctico “ajuste” del ser humano con su situación histórica (y ello explica de paso la necesidad constante de nuevos poemas), pero a la vez este ajuste no se puede producir en el esquema falso y perimido de un contenido y una forma, de un “tema" y una “expresión”, entonces el poema que toma como motivo un hecho para explayarse sobre él, el poema que pretende enseñar algo, celebrar algo, censurar algo, está condenado por principio a la inteligibilidad unívoca del discurso fáctico, es decir, a la prosa. Expresado de otro modo: no se puede describir un hecho en un poema, porque el poema es, en sí un hecho. En un verdadero poema, el hecho es, para parafrasear a Jung, “la sombra” del poema.

Me parece, hoy más que nunca, necesario llamar la atención sobre esto, porque en la actualidad es muy corriente la apelación al compromiso del poeta, entendiendo por este compromiso la producción de llamados poemas que sólo son desarrollos -bajo una retórica de signo poético- de temas de índole histórica o social.

Esto no quiere decir, ni mucho menos, que el poema se desentienda de lo que llamamos “la realidad”. Si me he expresado bien, se podrá comprender entonces que el poema es, ante todo, la realidad por excelencia que viene a suscitar, en lo más profundo y auténtico de nosotros, un imperativo movimiento vital.

El poema no habla de la realidad: la hace. Y, con ella, nos hace a nosotros, que a nuestra vez, también la hacemos.

Cuando los falsos resplandores del prestigio y del privilegio de que aún disfrutan en ciertos medios la poesía y los poetas, se disipen, para dejar paso a la sencilla verdad del poema que siempre (“autores” o “lectores”), somos nosotros quienes creamos; cuando la inocua institución que la literatura hizo de la poesía para destruir sus extraordinarios poderes de liberación; cuando la figura histriónica que la sociedad enajenada hizo del poeta, se borre, para dejar paso a la sencilla verdad del poema que nos ayuda a vivir, que nos sirve para vivir, entonces habrá tal vez menos poetas en los diccionarios de biografías, pero habrá, también -y al mismo tiempo- más belleza y amor, más verdad y comunicación entre los seres humanos. Porque son ellos, los seres humanos, y no los papeles, los que en definitiva importan.

Buenos Aires, 1975.



RAÚL GUSTAVO AGUIRRE: nació en Buenos Aires en 1927. Se ha dedicado con paciencia y continuidad a la creación, la difusión, la traducción y la actividad teórica de la poesía. Dirigió durante diez años (1950-1960) la revista Poesía Buenos Aires, donde se publicaron los nombres de casi todos los poetas argentinos básicos, la mayor parte de los extranjeros, y una nutrida selección de ensayos y declaraciones imprescindibles para una profundización consciente de lo poético. Es una continua voz de aliento y crítica para los poetas jóvenes. Ha realizado impecables traducciones de poesía francesa, reunidas en suculenta selección en la antología publicada por Fausto en 1974. También tradujo a Henry James y redactó ensayos sobre la literatura contemporánea. Trabaja en una biblioteca pública. Su obra comprende El tiempo de la rosa, 1945; Cuerpo del horizonte, 1951; La danza nupcial, 1954; Cuaderno de notas, 1957; Redes y violencias, 1958; Alguna memoria, 1960; Señales de vida, 1962. El ensayo que publicamos fue leído en la Biblioteca Argentina de Rosario.

(Publicado originalmente en el lagrimal trifurca, número 14, agosto de 1976.)



Nota: la digitalización del texto fue realizada por Ignacio Artola y Ana Clara García. Las imágenes de el lagrimal trifurca fueron enviadas gentilmente por Laura Klein. En la edición final colaboró Inticha Artola.

Aullido, de Allen Ginsberg, tercera parte




El sutra del girasol


Yo caminé por las riberas del muelle de hojalata y bananas y me senté debajo de la enorme sombra de una locomotora del Southern Pacific para mirar la puesta del sol sobre las colinas de la  boletería y gritar.

Jack Kerouac se sentó a mi lado sobre un poste de hierro oxidado, compañero, nosotros teníamos los mismos pensamientos del alma, estábamos desabrigados y melancólicos y con la mirada triste, rodeados por las retorcidas raíces de acero de árboles de las máquinas.

El agua aceitosa sobre el río reflejaba el cielo rojo, el sol se hundía en lo alto de los últimos picos de Frisco, ningún pez en esa corriente, ningún ermitaño en esos montes, simplemente nosotros mismos, con los ojos reumáticos y colgados como los vagabundos viejos sobre las orillas del río, cansados y taimados.

Mira el girasol, dijo él, había una sombra gris muerta contra el cielo, grande como un hombre que está sentado y aburrido  en lo alto de una montaña de aserrín viejo-

-yo me precipité arriba encantado - era mi primer girasol - las memorias de Blake - mis visiones- el Harlem.

y los Infiernos de los ríos orientales, los puentes rechinando como emparedados de Joe Grasoso, carritos de bebés muertos, llantas negras sin pedal olvidadas y sin recapar, el poema de las orillas del río, preservativos y ollas, cuchillos de acero, ninguno inoxidable, sólo la bosta húmeda y los afilados elementos de afeitar que se hunden en el pasado ‑

y el girasol gris en reposo contra el ocaso desierto, crujiente y polvoriento con el tizne y smog y humo de locomotoras antiguas en su ojo ‑

la corola de la nublada espiga puesta hacia abajo y rota como una corona golpeada, las semillas caídas de su cara, una boca con un aire de sol dentro de poco desdentada, los rayos de sol borrados de su cabeza como el seco alambre de una telaraña

las hojas quedaron clavadas como brazos fuera del tallo, gestos desde la raíz del aserrín, rompió pedazos de yeso caídos de las ramitas negras, una mosca muerta en su oreja,


Tú eras esa cosa vieja y golpeada, mi girasol oh mi alma, ¡yo te amaba entonces!

La mugre no era de ningún hombre sino de la muerte y de las locomotoras humanas,

todos los que visten de polvo, el velo de la piel oscurecida de la carretera, ese smog de mejilla, ese párpado de negra miseria, esa mano tiznada o el falo o la protuberancia de algo peor-que-mugre artificial - industrial - moderna - todo eso con que la civilización está manchando tu dorada corona

y esos pensamientos turbios de muerte y los ojos polvorientos y marchitos, y los finales y las raíces mustias, en la hoguera de arena y aserrín, facturas de goma a un dólar, piel de la maquinaria, las tripas y entrañas del auto que llora y tose, las latas vacías y solitarias con sus lenguas oxidadas hacia afuera, qué más puedo mencionar, las humeantes cenizas de algún cigarro de coca, las manijas de una carretilla y los pechos lechosos de loa automóviles; culos deshilachados fuera de las silla y esfínteres de dínamos - todo esto

enredada en nuestra momificada raíz – y vos allí, delante de mí en el crepúsculo, ¡toda tu gloria en tu forma!

¡La belleza perfecta de un girasol! ¡Una existencia perfecta, excelente, amable de girasol! ¡Un dulce ojo natural hacia la nueva luna melancólica, despierta, viva y excitada aferrando en el crepúsculo la sombra del alba, dorada brisa del mes.

¿Cuántas moscas zumbaron a tu alrededor, inocentes de tu mugre, mientras tú maldecías los cielos del ferrocarril y tu alma de flor?

¿Pobre flor muerta? ¿Cuándo olvidaste que eras una flor? ¿Cuándo miraste tu piel y decidiste que eras una vieja locomotora sucia e impotente? ¿El espíritu de una locomotora? ¿El espectro y la sombra de lo que una vez fue una poderosa y loca locomotora americana?

¡Tú nunca fuiste una locomotora, Girasol, tú eras un girasol! ¡Y tú, locomotora, tú eres una locomotora, no me olvides!

Entonces yo icé el esqueleto grueso del girasol y lo clavé a mi lado como un cetro.

y entregué el sermón a mi alma, y al alma de Jack también, y a la de cualquiera que pueda escuchar.

- No estamos fuera de nuestra piel de mugre, no estamos fuera de nuestra locomotora sin imagen, temible, desértica, polvorienta, somos todos girasoles hermosos y dorados en nuestro interior, estamos benditos por nuestra propia semilla & por la consumación de los cuerpos desnudos de cabellos dorados creciendo dentro de girasoles locos y formales en el crepúsculo que espiaban la visión sentados sobre nuestros ojos bajo la sombra de la locomotora loca en las orillas del crepúsculo de Frisco en la montaña de latas en la tarde.

Berkeley 1955

Traducción por Gerardo Burton

Aullido, de Allen Ginsberg, segunda parte

Segunda parte. Versión de Gerardo Burton




II
¿Qué esfinge de cemento y aluminio abrió de golpe sus cráneos y devoró su cerebro y su imaginación?
¡Moloc! ¡Soledad! ¡Mugre! ¡Repugnancia! ¡Tachos de basura y dólares inalcanzables! ¡Chicos gritando bajo las escaleras! ¡Muchachos que sollozan en los ejércitos! ¡Ancianos gimiendo en los parques!
¡Moloc! ¡Moloc! ¡Pesadilla de Moloc! ¡Moloc el sin amor! ¡Moloc mental! ¡Moloc el duro juez de los hombres!
¡Moloc, la prisión incomprensible! ¡Moloc, penitenciaría sin alma y de huesos cruzados y congreso de las penas! ¡Moloc cuyos edificios son sentencias! ¡Moloc la vasta piedra de la guerra! ¡Moloc los aturdidos gobiernos!
¡Moloc cuya mente es pura maquinaria! ¡Moloc cuya sangre es moneda corriente! ¡Moloc cuyos dedos son diez ejércitos! ¡Moloc cuyo oído es una tumba humeante!
¡Moloc cuyos ojos son mil ventanas ciegas! ¡Moloc cuyos rascacielos están en las largas calles como Jehováes infinitos! ¡Moloc, cuyas fábricas sueñan y gruñen en la bruma! ¡Moloc, cuyas chimeneas y antenas coronan las ciudades!
¡Moloc cuyo amor es petróleo y piedra eternos! ¡Moloc cuya alma es electricidad y bancos! ¡Moloc cuya pobreza es el espectro del genio! ¡Moloc cuyo destino es una nube de hidrógeno asexuada! ¡Moloc cuyo nombre es la Mente!

¡Moloc, en quien yo me siento solo! ¡Moloc, en quien yo sueño Ángeles! ¡Loco en Moloc! ¡Chupapija en Moloc! ¡Falto de amor y sin hombre en Moloc!
¡Moloc que entró temprano en mi alma! ¡Moloc en quien soy una conciencia sin cuerpo! ¡Moloc que me espantó de mi éxtasis natural! ¡Moloc en quien me abandono! ¡Levántate en Moloc! ¡Corriente luminosa del cielo!
¡Moloc! ¡Moloc! ¡Departamentos robóticos! ¡Suburbios invisibles! ¡Tesoros esqueléticos! ¡Capitales ciegos! ¡Industrias demoníacas! ¡Naciones espectrales! ¡Manicomios invencibles! ¡Pijas de granito! ¡Bombas monstruosas!
¡Ellos se rompieron la espalda para elevar a Moloc al cielo! ¡Pavimentos, árboles, radios, toneladas llevando la ciudad al Cielo que existe y está en todos lados encima de nosotros!
¡Visiones! ¡Augurios! ¡Alucinaciones! ¡Milagros! ¡Éxtasis hundidos en el río norteamericano!
¡Sueños! ¡Adoraciones! ¡Iluminaciones! el lastre completo de la mierda sensible!
¡Rajaduras sobre el río! ¡Saltos mortales y crucifixiones hundidos en la creciente! ¡Alturas! ¡Epifanías! ¡Desesperaciones! ¡Gritos de animales y suicidios durante diez años! ¡Mentes! ¡Amores nuevos! ¡Generación loca sepultada por las rocas del Tiempo!
¡Risa real y santa en el río! ¡Todos la vieron! ¡Los ojos salvajes! ¡Los alaridos santos! ¡Ellos se despidieron! ¡Saltaron de los tejados hacia la soledad, haciendo señas, llevando flores hacia el río, en la calle!

III


¡Carl Solomon! Estoy con vos en Rockland donde vos estás más loco que yo
Estoy con vos en Rockland
donde debés sentirte muy extraño
Estoy con vos en Rockland
donde vos imitás la sombra de mi madre
Estoy con vos en Rockland
donde asesinaste a tus doce secretarias
Estoy con vos en Rockland
donde reís ante este humor invisible
Estoy con vos en Rockland
donde somos grandes escritores con la misma espantosa máquina de escribir
Estoy con vos en Rockland
donde tu situación se agravó y se difunde por la radio
Estoy con vos en Rockland
donde las facultades del cráneo no admiten ya los gusanos de los sentidos
Estoy con vos en Rockland
donde tomás el té de los pechos de las solteronas de Útica
Estoy con vos en Rockland
donde hacés juegos de palabras sobre los cuerpos de tus enfermeras las arpías del Bronx
Estoy con vos en Rockland
donde gritás en un chaleco de fuerza que estás perdiendo el real pingpong del abismo
Estoy con vos en Rockland
donde disparás sobre el piano catatónico el alma es inocente e inmortal nunca morirá impiadosamente en un manicomio armado
Estoy con vos en Rockland
donde cincuenta electroshocks más no devolverán a su cuerpo tu alma de su peregrinaje hacia una cruz en el vacío
Estoy con vos en Rockland
donde acusás de demencia a tus médicos y tramás la revolución socialista hebrea contra el Gólgota nazifascista
Estoy con vos en Rockland
donde separás los cielos de Long Island y resucitás tu Jesús humano y viviente de la tumba sobrehumana
Estoy con vos en Rockland
donde hay veinticinco mil camaradas locos cantando todos juntos las últimas estrofas de La Internacional
Estoy con vos en Rockland
donde abrazamos y besamos a los Estados Unidos bajo nuestras frazadas los Estados Unidos que tosen toda la noche y no nos dejan dormir
Estoy con vos en Rockland
donde nos levantamos electrocutados fuera del coma por los aeroplanos de nuestras almas que rugen sobre el techo han venido a arrojar bombas angélicas el hospital se ilumina se desmoronan las paredes imaginarias  Oh, las flacas legiones corren afuera  Oh, choque de misericordia de estrellas y barras de la guerra eterna está aquí  Oh victoria olvida tu ropa interior estamos aquí
Estoy con vos en Rockland
en mis sueños caminás chorreando de un viaje por mar en la autopista a través de Norteamérica llorando hasta la puerta de mi cabaña en la noche del Oeste.

San Francisco, 1955/56

ºNota al pie de "Aullido"

¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!
¡El murmullo es santo! ¡El alma es santa! ¡La piel es santa! ¡La nariz es santa! ¡La lengua y la pija y la mano y el culo son santos!
¡Todas las cosas son santas! ¡Todos los hombres son santos! ¡Todos los lugares son santos! ¡Cada día es eternidad! ¡Cada hombre es un ángel!
¡El vago es tan santo como un serafín! ¡El demente es santo como tú, mi alma, lo eres!
¡Santos Peter, santo Allen, santo Solomon, santo Lucien, santo Kerouac, santo Huncke, santo Burroughs, santo Cassady, santos los desconocidos sodomitas y mendigos sufrientes santos los ángeles humanos horribles!
¡Santa mi madre en el asilo de dementes! ¡Santas las vergas de los abuelos de Kansas!
¡Santo el gimiente saxofón! ¡Santo el apocalipsis bop! ¡Santas las bandas de jazz, la marihuana, los hipsters, la paz, el junk, las baterías!
¡Santas las soledades de los rascacielos y los asfaltos! ¡Santas las cafeterías con los millones! ¡Santos los misteriosos ríos de lágrimas bajo las calles!
¡Santo el solitario holocausto! ¡Santo el cordero enorme de la clase media! ¡Santos los locos pastores de la rebelión! ¡Quien entierra a Los Ángeles es Los Ángeles!
¡Santa Nueva York! ¡Santa San Francisco! ¡Santas Peoria & Seattle! ¡Santa Tánger, Santa Moscú, Santa Estambul!
¡Santo tiempo en la eternidad santa eternidad en el tiempo santos los relojes en el espacio santa la cuarta dimensión santa la quinta Internacional santo el ángel en Moloc!
¡Santo el mar, santo el desierto santa la autopista santa la locomotora santas las visiones santas las alucinaciones santos los milagros santo el globo ocular santo el abismo!
¡Santo el perdón! ¡piedad! ¡caridad! ¡fe! ¡santos! ¡Lo nuestro! ¡Cuerpos sufrientes! ¡Magnanimidad! ¡Santa la sobrenatural extra brillante e inteligente amabilidad del alma!

Un supermercado en California

Qué pensamientos tuve anoche de ti, Walt Whitman, mientras caminaba por las veredas bajo los árboles con un autoconciente dolor de cabeza mirando la luna llena
¡En mi fatiga hambrienta, mientras compraba imágenes, entré en el supermercado de fruta de neón, soñando tus enumeraciones!
¡Qué duraznos y qué penumbras! ¡Familias enteras comprando de noche! ¡Pasillos llenos de maridos! ¡Esposas en las paltas, bebés en los tomates! ¿y vos, García Lorca, qué estabas haciendo entre las sandías?

Yo te vi, Walt Whitman, sin hijos, solitario y anciano arrancador de pasto, hurgando la comida en la heladera y mirando a los muchachos de los almacenes
Yo te escuché preguntar a cada uno: ¿quién mató al cerdo? ¿A qué precio las bananas? ¿Vos sos mi ángel?
Yo vagué dentro y fuera de las brillantes pilas de latas persiguiéndote, y seguí en mi imaginación cerca del guardia del supermercado
Juntos dimos zancadas bajo los corredores abiertos en nuestra solitaria fantasía mientras probamos alcauciles, nos apoderamos de cada golosina congelada y nunca pasamos la cajera.

¿Dónde estamos yendo, Walt Whitman? Las puertas cierran en una hora. ¿Hacia qué caminos apunta tu barba esta noche?
(Yo toco tu libro y sueño con nuestra odisea en el supermercado y me siento absurdo)
¿Vamos a caminar toda la noche a través de calles solitarias? Los árboles agregan sombra a la sombra, las luces fuera y dentro de las casas, ambos estaremos solos.
¿Vagaremos soñando con la perdida Norteamérica, con el pasado amor, azules automóviles en las carreteras, hogar en nuestra silenciosa cabaña?
Ah, querido padre, viejo y solitario maestro corajudo de la barba gris, ¿qué América tuviste cuando Caronte dejó de empujar su barca y te arrojaste en una orilla humeante y quedaste mirando cómo el bote desaparecía en las negras aguas de Letea?

Berkeley, 1955

Transcripción de música de órgano

La flor en el frasco de vidrio de los manís hace tiempo en la cocina se torcía para encontrar un lugar en la luz,
la puerta del armario, abierta porque la usé antes, y estaba amablemente abierta aguardándome a mí, su dueño.

Yo empecé a sentir mi miseria en el colchón sobre el piso, escuchando música, mi miseria, por eso es que quiero cantar.
La habitación se cerró sobre mí, y esperé la presencia del Creador, vi mis paredes pintadas de gris, el cielorraso, y ellos contenían mi habitación, y a mí,
como el cielo contenía mi jardín
y abrí la puerta.
La parra ascendió a la columna de la cabaña, las hojas en la noche permanecían donde el día las había puesto, las cabezas de animal de las flores donde habían abierto
para pensar ante el sol.


¿Puedo volver atrás las palabras? ¿Algún pensamiento de transcripción nublará mi abierto ojo mental?

La amable búsqueda de crecimiento, el gracioso deseo de existir de las flores, mi casi éxtasis de existir entre ellos
El privilegio de sabiduría en mi existencia - tú también debes buscar el sol...

Mis libros apilados delante de mí para usarlos
esperando en el espacio donde los coloqué, ellos no han desaparecido, el tiempo les dejó sus remanentes y cualidades para que yo las use - mis palabras apiladas, mis textos, mis manuscritos, mis amores.

Yo tuve un momento de claridad, vi el sentimiento en el corazón de las cosas, caminé hacia el jardín llorando.
Vi los rojos capullos a la luz nocturna, el sol se había ido, todos habían crecido, en un momento, y estaban esperando detenidos en el tiempo la vuelta del sol diurno y que les diera...
Las flores que como en un sueño a la puesta del sol yo regaba fielmente sin saber cuánto las amaba.
Yo estoy tan solo en mi gloria  ‑ salvo ellos demasiado fuera allí ‑ yo busqué ‑ esos brotes rojos de arbustos tentando y escudriñando en la ventana que aguarda en el amor ciego, sus hojas también esperan y están vueltas hacia el cielo para recibir ‑ toda la creación abierta para recibir ‑ la misma tierra entera.

La música desciende, como hace el tallo alto del brote pesado, porque debe hacerlo, para permanecer  vivo, para continuar hasta la última gota de regocijo.
El mundo conoce el amor que está en su pecho como en la flor, el mundo solitario y sufriente.
El Padre es misericordioso.

El portalámparas está mal instalado en el cielorraso, después de construida la casa, como para admitir sin problemas un enchufe, y sirve ahora para mi tocadiscos...


La puerta del armario está abierta, donde yo la dejé, desde que la dejé abierta quedó graciosamente abierta.
La cocina no tiene puerta, el agujero me admitirá yo quisiera en la cocina.
Recuerdo cuando yo me acosté primero, H.P. se tomó graciosamente mi cherry, me senté en los muelles de Provincetown, tenía 23, estaba alegre, elevado en mi esperanza en el Padre, la puerta del vientre estaba abierta para admitirme si hubiera deseado entrar.

Hay electricidad inutilizada enchufes por toda mi casa por si yo los pudiera necesitar.
La ventana de cocina está abierta, para que entre el aire...
El teléfono ‑ triste para relacionar ‑ está sentado  en el piso ‑ no tengo dinero para conectarlo ‑

Quiero que la  gente se incline cuando me ve y diga él tiene el don de la poesía, él ha visto la presencia del Creador.
Y el Creador me sacudió con su presencia para gratificar mi deseo, para que no engañarme en mi anhelo de él.

Berkeley 1955.