lunes, 21 de febrero de 2011

Jorge Isaías: los inicios del poeta


La editorial Ciudad Gótica publicó el primer tomo de poesía de Jorge Isaías en una labor de rescate de los textos iniciales que definen en general y en este caso en particular, el rumbo de una obra. El autor es uno de los principales integrantes de la generación poética de finales de los años sesenta y comienzos de los setenta. (Publicado en El Extremo Sur, Comodoro Rivadavia, nº 103, diciembre 2010-enero 2011)

Por Gerardo Burton
geburt@gmail.com

NEUQUÉN.- Cuando todavía no se sabe que una obra va a ser tal, y su autor conoce qué caminos no quiere andar más que los que elegirá para transitar, es posible elaborar hipótesis que se verificarán o no. Hay otros casos en que la obra ya tiene, en sus inicios, los elementos constitutivos principales, que la definirán en el futuro: una voz, un determinado uso de las palabras y las imágenes, un cierto tratamiento de los temas, esa ternura por la que circulan el lirismo y, a veces, la épica.
A esta segunda categoría pertenece Jorge Isaías, un poeta santafesino nacido en Los Quirquinchos en 1946 y residente desde 1964 en Rosario.
Si bien el lirismo es el eje principal en torno del cual se vertebra su obra, y toma del verso español todas las formas y posibilidades expresivas, también están las influencias de las vanguardias latinoamericanas y europeas: así César Vallejo, Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Oliverio Girondo y otros argentinos “escondidos” como Juan L. Ortiz y Felipe Aldana. También, para no olvidar, José Pedroni.
Isaías es, además, uno de los principales animadores de las generaciones poéticas rosarinas desde finales de los sesenta: con Hugo Diz, Alejandro Pidello, Eduardo D’Anna, los Gandolfo (Francisco y Elvio), para mencionar sólo algunos, constituyó esa contracara de la historia de la poesía que, como tantas cosas en la Argentina, se cree sólo ocurrida en Buenos Aires.
Cierto, mientras las vanguardias porteñas ya habían atraído a numerosos poetas –el caso del también santafesino Francisco Urondo, que ya estaba en Buenos Aires y compartía experiencias con Raúl Gustavo Aguirre, Rodolfo Alonso, Edgar Bailey y otros, o el de Miguel Brascó-, en Rosario los poetas hallaban sus formas expresivas sobre la base de su historia y su geografía con un carácter universal y cosmopolita muy otro del que se generaba en la capital.
Isaías fue fundador del grupo La Cachimba y participó activamente en la organización y desarrollo de varias ediciones del festival internacional de poesía de Rosario, un acontecimiento que reúne poetas de todos los continentes cada año y al que asisten jóvenes de las escuelas secundarias de la ciudad, escritores, investigadores y poetas de todo el país.
En el último trimestre de 2010, la editorial Ciudad Gótica de Rosario produjo un estallido de baja densidad que permite el acceso a la obra inicial de Isaías. Publicó el primer tomo de “Poesía reunida”, que recopila su obra en seis años, de 1970 a 1976. Con prólogo de Graciela Kapracher, el volumen reúne “La búsqueda incesante”; “Conatos de un vicio”; “Poemas a silbo y navajazo”; “Pájaro anual”, “Oficios de Abdul”; y una sección de “Poemas no incluidos en libro” que corresponden a las ediciones de La Cachimba, publicaciones en revistas y en hojas sueltas o plaquetas, de autoría individual o colectiva.
Esta parte de la obra de Isaías se encontraba dispersa o agotada, o en ambos estados. No había posibilidad, dado el tiempo transcurrido y la curiosa circulación del libro de poesía en la Argentina, de acceder a estos poemas. Y entonces viene el lector, ese que descubre que el lirismo estaba desde el principio, que el amor, el dolor, la muerte, la alegría son los grandes temas de la poesía. Desde el descubrimiento de la mujer y del amor, del erotismo sencillo y hondo de estos poemas hasta la crónica de la infancia en el pueblo natal, en el barrio de tres manzanas –Isaías ha dicho que él no es un poeta regional sino “barrial”- hasta las denuncias y las profecías luego de la masacre de Trelew en agosto de 1972, el poeta se levanta desde el lenguaje para decir su palabra, para que su voz se oiga.
Como aquellas pinturas japonesas que reproducen con la pincelada el movimiento de la planta al crecer, vertical desde el suelo, así los poemas de Isaías se levantan con toda la energía de la tierra en un movimiento cósmico que devuelve la poesía a su fraternidad con el mito.



Los asedios de la lluvia

Llueve una lluvia de clavos
ateridos,
de paraguas incoloros,
de impetuosas vírgenes
violadas,
de pájaros pesados
que veo caer pesadamente,
llueve una lluvia
triste de tristeza,
llueve cabalgando peces velocísimos,
mordiendo frutales indefensos,
llueve esta lluvia sólida,
insolente,
alejada de una vez y para siempre
en mi soledad
en mi esternón, mi desamparo


Limitaciones

Comprenderán ciertas limitaciones
con que juego,
en última instancia
no soy más que un mediocre
poeta de provincia;
acosado por lentas lecturas
que no he podido digerir muy bien,
ciertos muslos sensuales de muchacha
que me han quitado consecuentemente
el sueño o la vigilia,
algunas que otras frustraciones
que como una culpa arrastro,
vindicaciones que desde hace tiempo espero,
mientras hablo no sin cierto aburrimiento
de mí mismo y mis cositas.



De antes

Parladoras fembras
acucian
este aire institutriz
y pendenciero


Folgadores mozos
acobardan
el revolotear desordenado
de tanta mariposa