viernes, 17 de julio de 2015

El mismo amor, el mismo odio. 1947-2015: del Monstruo a la Yegua.


Han pasado más de sesenta años, y sin embargo, aún perduran aquél odio de clase, el mismo rechazo a la invasión, el miedo irracional al otro, al diferente. En la reactualización de la antítesis civilización-barbarie, sectores de la población se han desplazado de la figura del Monstruo a la de la Yegua. El mismo amor, el mismo odio, demuestran que en lo sustancial poco ha cambiado desde aquel octubre de 1945. (Tomado de La Tecl@ Eñe)



Por Rubén A. Liggera*
(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Daniel Santoro



En una nota anterior afirmamos que según el concepto de la denominada “cultura oficial”, -pensamiento arraigado, casi de sentido común, - el peronismo no sería más que otra expresión de la “barbarie”. De tal modo que, su relación con la cultura y la literatura sería una anomalía, un hecho sumamente improbable o casi imposible. Antitético como un oxímoron.[1]
Aquél “aluvión” que en 1945 irrumpe de manera incontenible en el sistema cultural argentino-aún hoy, aunque en menor medida por suerte-resulta incomprendido por gran parte de nuestra intelectualidad y vastos sectores sociales medios y altos. “Alta cultura” versus “cultura popular”, o sea libros en disputa con alpargatas, no es más que la representación de una lucha más profunda que tiene que ver con el cuestionamiento del poder y la distribución de bienes materiales y simbólicos.
¿Qué podría esperarse de aquella “negrada” ensoberbecida? Nada más que guarangadas y ultrajes a las letras y a las “bellas artes”.

Desde el fondo de nuestra historia hasta los días que corren han colisionado violentamente las elites dominantes y las masas sometidas. El puerto y el interior, el libre comercio y la producción industrial con consumo interno, la civilización y la barbarie. Este esquema -aunque binario y simplificador-sirve para interpretar los momentos decisivos y dramáticos de nuestro pasado.
Aún reconociendo que durante los gobiernos de Perón no descollaron grandes escritores o eximios poetas, quizás porque lo popular no recurre a la innovación sino a la retórica conocida y nemotécnica, -aceptada con gusto por las mayorías iletradas-, durante el primer peronismo el Estado fue un inédito promotor de la cultura en Argentina.[2]
Sin embargo, desde 1947, con “La fiesta del monstruo”, observamos una serie de textos literarios que podría interpretarse como de sucesivas reescrituras de “El matadero” de Esteban Echeverría. En este caso, solamente nos ocuparemos del texto antiperonista iniciático.
Monstruos
El peronismo como tema literario aparece en 1947, con “La fiesta del Monstruo”, un cuento de circulación clandestina escrito por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares (luego publicado en 1955, derrotado Perón, con el pseudónimo de Bustos Domecq en el diario Marcha de Montevideo)
Podríamos considerarlo como el inicio de una serie de relatos que no son más que reescrituras de “El Matadero” de Esteban Echeverría, bajo el concepto sarmientino de “civilización-barbarie”, concebido durante el rosismo, a mediados del siglo XIX.
No por casualidad, está inicialado por un verso de Hilario Ascasubi: “Aquí empieza, su aflición” (La Refalosa) En efecto, si en el poema quien habla es un sanguinario mazorquero, el narrador de este cuento también es un “bárbaro”: un muchacho peronista.
Con lenguaje paródico, grotesco y burlón, que pretende remedar el habla popular y no es más que un cocoliche inverosímil, Borges-Bioy ridiculizan a más no poder a los seguidores de Perón.
El gordo, le cuenta a su novia, la Nelly, las peripecias del viaje desde Tolosa, en las afueras de La Plata, hasta la Plaza de Mayo para escuchar las palabras del “Monstruo” el 17 de Octubre de 1947. Obviamente, se trata del Presidente de la República, Juan Domingo Perón. Luego, la “mersa” –las alpargatas, la barbarie- arremete contra un estudiante judío –los libros, la civilización- contrario al líder (como el unitario de Echeverría) y lo mata a piedrazos. En aquél contexto histórico, además Perón era igual a Hitler. Por lo tanto, su régimen era considerado antisemita y violento. Otro mito alejado de la verdad histórica.
Como afirma Ricardo Piglia, este cuento es “La fiesta atroz de la barbarie popular contada por los bárbaros. La parodia funciona como diatriba política, como lectura de clase se podría decir. La forma está ideologizada al extremo (…) ´La fiesta del monstruo´ es un texto de una violencia retórica increíble, es un texto límite, difícil encontrar algo así en la literatura argentina”[3]
El Gordo, tal vez colectivero (un trabajador, sin dudas) viste mameluco y “corbatita de lana con dibujos animados”; tiene pie plano, es un “callorda”, de cuello corto y panza “hipopótamo” (lo apodan “panza de vidrio”); se llama a sí mismo Pato Donald, “chanchito” y “payaso” de la Nelly. Es iletrado, apela a refranes y frases hechas: “pensaba acostarme con las gallinas”, “Bien me parece tener leído en uno de esos quioscos fetentes que no hay mal que por bien no venga”, etc. Soñar que el Monstruo (“el gran laburante”) lo había nombrado su “mascota”, “su Gran Perro Donzo: indica subordinación, amaestramiento, fidelidad. (“Aplaudidores”, dirían hoy)
Otro dato interesante: la desvalorización de la juventud. Dicen B-B: “la merza”: “…todos argentinos, todos jóvenes, todos del sur”, “farabutaje sin abuela”, “chichipíos”,”el seno de los valientes”. Viajan en camión, son comparados con ganado, pasan por una manga, “transpiran grasa”, ”entonando la marcha que es nuestra bandera”; se pedorrean, gastan bromas pesadas y cometen actos de vandalismo: “No te digo niente de la olorosa que cantó por lo bajo el tano Potasman, a la misma vista de Sarandí y de aquí lo aplaudo como un cuadrumano a Tornillo sin Fin que en buena ley vino a ganar su medallón de Vero Desopilante, obligándome bajo amenaza de tincazo en los quimbos, a abrir la boca y cerrar los ojos: broma que aprovechó sin un desmayo para enllenarme las entremuelas con la pelusa y los demás producidos de los fundillos. Pero hasta las perdices cansan y cuando ya no sabíamos lo que hacer, un veterano me pasó la cortaplumita y la empuñamos todos a uno para más bien dejar como colador el cuero de los asientos.”
La topografía popular del cuento, es un “foco de población muerto de hambre”: Tolosa, Fiorito, Villa Domínico, Ciudadela, Villa Luro, La Paternal, Villa Crespo.
Los almuerzos de la muchachada son los clásicos “sanguiches de chorizos”, “arrolladitos con salame”, “panetún”, “media botella de Vascolet” y “milanesa fría”
El paroxismo de la barbarie llega sin duda con la muerte del joven estudiante: “El primer cascotazo lo acertó, de puro tarro, Tabacman, y le desparramó las encías, y la sangre era un chorro negro. Yo me calenté con la sangre y le arrimé otro viaje con un cascote que le aplasté una oreja y ya perdí la cuenta de los impactos, porque el bombardeo era masivo. Fue desopilante; el jude se puso de rodillas y miró al cielo y rezó como ausente en su media lengua. Cuando sonaron las campanas de Monserrat se cayó, porque estaba muerto. Nosotros nos desfogamos un rato más, con pedradas que ya no le dolían. Te lo juro, Nelly, pusimos el cadáver hecho una lástima. Luego Morpurgo, para que los muchachos se rieran, me hizo clavar la cortapluma en lo que hacía las veces de cara.”
Finalmente, en una verdadera banalización del mal, el cadáver del joven judío es quemado y sus preciadas pertenencias son distribuidas entre los miembros de la banda: “El remate no fue suceso. Los anteojos andaban misturados con la viscosidad de los ojos y el ambo era un engrudo con la sangre. También los libros resultaron un clavo, por saturación de restos orgánicos. La suerte fue que el camionero (que resultó ser Graffiacane), pudo rescatarse su reloj del sistema Roskopf sobre diecisiete rubíes, y Bonfirraro se encargó de una cartera Fabricant, con hasta nueve pesos con veinte y una instantánea de una señorita profesora de piano, y el otario Rabasco se tuvo que contentar con un estuche Bausch para lentes y la lapicera fuente Plumex, para no decir nada del anillo de la antigua casa Poplavsky. Presto, gordeta, quedó relegado al olvido ese episodio callejero.” [4]
“Yeguas”
Han pasado más de sesenta años, y sin embargo, aún perduran aquél odio de clase, el mismo rechazo a la invasión, el miedo irracional al otro, al diferente; en este caso, al “cabecita”, al postergado, al sumergido. Resentimiento que cobra fuerte identificación en los líderes populares que los representaron en el pasado y que aún encabezan sus reivindicaciones. Para ellos, el desprestigio y si fuera posible, la muerte.
Desde Juan Manuel de Rosas y los caudillos del interior sublevados contra el poder centralista, pasando por el “Peludo” Hipólito Yrigoyen, el “Tirano” Juan Domingo Perón, la despellejada Eva Perón, la “Yegua” predecesora, el “Bizco” Néstor Kirchner, hasta su esposa y actual Presidente, Cristina Fernández: la loca bipolar o simplemente, la “Yegua”.[5]
El poder permanente y sus voceros-los grandes medios y sus réplicas en las redes sociales- fogonean esta imagen negativa de Cristina, de la Cámpora, del kirchnerismo y del peronismo en general.
El espíritu cacerolero –espejo de ese poder invisible- manifiesta con violencia su odio hacia el pueblo y su conductora. No se ahorran insultos ni gestos denigratorios, porque además, ellos van a las concentraciones como auto convocados, sin banderías políticas(¿?), por sus propios medios, con espíritu republicano mientras que la chusma es arriada por punteros y sindicalistas, llevados a la plaza en bondis, con la promesa de algún plan, unos pesitos o el chori y la coca.
La gente “como uno” y bien pensante, nada tiene que ver con el pueblo sufriente y esperanzado; no comprenden el significado de la palabra “militancia” de modo que consideran que el populacho se moviliza por ignorancia o por algún interés. Como aquella imagen de “La fiesta del monstruo”, suponen que son arriados como ganado para apoyar y aplaudir a un demagogo sin escrúpulos, por el cual además, son capaces de dar la vida.
No conocemos textos literarios actuales, pero acorde a estos tiempos de medios de comunicación omnipresentes, sólo basta ver las fotografías o las imágenes televisivas para interpretar connotativamente el mensaje explícito y reponer lo que se oculta. Por un lado blanquitos, de mediana edad, bien vestidos y supuestamente educados (aunque no muestren carteles o monigotes alusivos con insultos varios que piden la destitución o la muerte de la yegua)
Por otra parte, las imágenes y las crónicas se cargan de significado negativo: una turba de desaliñados o con torsos desnudos, preeminentemente jóvenes, de piel oscura, tal vez ebrios que con bombos y redoblantes participan de un aquelarre plebeyo.
No toleran –porque no comprenden quizás- esa relación directa y sin intermediarios entre el pueblo y sus líderes en las democracias latinoamericanas (llamadas despectivamente “populistas”), que por su propia historia y particularidades suelen alejarse del modelo socialdemócrata europeo.
Como ejemplo, un meme en un sitio furiosamente anti kircherista[6]: sobre una imagen de ganado conducido por varios arrieros a caballo y con fondo de la casa Rosada, la siguiente leyenda arriba: “Gran arreo $ 1 M Si pagan voy”, más abajo: “La participación especial de `la yegua´ y la participación de ´chanchito `Máximo´”. Y al pie: “Auspician: los 40 millones de argentinos”.
¿Quieren otro?: un gordo en pantalón de baño está durmiendo la mona sobre un banco; detrás un colectivo con la leyenda: “Kristina. ¡Carajo! Avellaneda”; un globo de historieta reza: “Cacho teléfono!!!!!! Una tal Cristina dice que hay laburo pal´ 1º de Marzo!...Cachooooo!”.
Hay muchos más, pero para no hacerla más larga y cansadora por lo obvio, un par más. 1) Cristina recibe un regalo de cumpleaños: ¡un helicóptero! (¡qué risa!) y 2) En un cuadro de historieta un dibujo muestra a la presidenta vestida como para matar y bailando cara a cara un con el presidente de Irán. Este pregunta: “¿No habrá investigación?” y Cristina le contesta: “No, pero después del tango, un poco de petróleo…. ¿de acuerdo?”. Fin de letrinet. Literatura prosaica muy siglo XXI, pero literatura al fin.
Tal vez convenga aclarar que en la concentración popular del 1º de Marzo asistieron a la plaza en apoyo de la Presidente muchas familias con sus hijos, agrupaciones juveniles, además de los clásicos militantes organizados. Pura alegría de por lo menos tres generaciones. Nada o muy poco del estereotipado peronista del “aluvión zoológico”.
El mismo amor, el mismo odio, en fin, demuestran que en lo sustancial poco ha cambiado desde aquel octubre de 1945 cuando el “hecho maldito” transformara para siempre a la política y a la sociedad argentina.
*Poeta y periodista
Referencias
[1] Figura retórica muy utilizada por la poesía. Recordemos: El oxímoron es una figura lógica que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión, que genera un tercer concepto. Dado que el sentido literal de oxímoron es opuesto, “absurdo”, se carga de sentido metafórico: «Es hielo abrasador, es fuego helado, / es herida que duele y no se siente/es un soñado bien, un mal presente/es un breve descanso muy cansado” y así por el estilo, escribió el gran Francisco de Quevedo, uno de los principales exponentes del Siglo de Oro español, en el siglo XVII, para definir al “niño Amor”.
[2] Fiorucci, Flavia. “La administración cultural del peronismo. Políticas, intelectuales y Estado”, Working Paper Nº 20, University of Maryland, EE.UU. Este esfuerzo fue abortado quizás por un mutuo recelo, pero sobre todo, por la desconfianza de los escritores hacia el Estado benefactor, paradigma político del peronismo.
Afirma la autora que la creación de la Secretaría de Cultura, tenía como objetivo ”elevar el nivel cultural de la población, llevando la cultura a todos los rincones del país”, mejorar las condiciones de la clase intelectual, y en especial, “los intelectuales de tierra adentro”, siempre relegados. Se pretendía la democratización y la “federalización del consumo de la cultura”, un logro en debate y en proceso de construcción en los días que corren.
Lo cierto es que la gestión peronista de la cultura se destacó –como señaláramos- por la creación de la Secretaría de Cultura en 1948 y la triplicación de su presupuesto, la creación de la Orquesta Sinfónica del Estado, el Tren Cultural para que más gente acceda a los bienes culturales, ¡apoyo a la CONABIP!, que en 1954 alcanza a 1.623 bibliotecas populares y a 5.535.521 lectores, incremento de conferencias y audiciones radiales, elencos teatrales-uno de ellos infantil-que recorrían el país, la Orquesta de Música Popular; en 1949 un Certamen Nacional de Teatro Vocacional(ya hacia 1954 existían 165 elencos teatrales), la creación de la Dirección Nacional de Cultura en 1954, a cargo del poeta José María Castiñeira de Dios, y en 1954, la primera edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (la industria cinematográfica alcanzó uno de sus mejores momentos). La unificación de la AEA (Asociación de Escritores Argentinos) y la SADE (Sociedad Argentina de Escritores) fracasó, según Fiorucci, porque “se interpretó como un ataque a la autonomía del campo intelectual”.
[3] Piglia Ricardo, “Política y ficción: un entrevero argentino”, Revista Unidos, junio de 1986.
[4] Borges, Jorge L-Bioy Casares, Adolfo, “La fiesta del Monstruo” en Nuevos cuentos de Bustos Domecq, Bs.As, 1977
[5] Su acepción puede ser laudatoria: mujer atractiva y con buen cuerpo, o despectiva: mujer de moral cuestionable o reprensible. En los casos de Evita y de Cristina se dan simultáneamente y en contradicción ambos aspectos: se las admira y a la vez se las difama.

[6] El anti K: Comunidad, en www.Facebook.com

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