miércoles, 5 de agosto de 2015

John Connolly: "El policial negro siempre estuvo del lado de los pobres”




El creador del detective Charlie Parker se presenta en el festival BAN! Su último libro, El invierno del lobo, extrema la fusión de la novela negra con lo sobrenatural y lleva implícita una crítica al modo en que Estados Unidos trata a los más vulnerables. Esta nota fue publicada en Página 12 el 5 de agosto de 2015


Por Silvina Friera
“Pueblo chico, infierno grande.” El atormentado detective Charlie Parker perturba la tensa calma de Prosperous, una pequeña comunidad residencial en el estado de Maine (Estados Unidos), cuando empieza a investigar la muerte de Jude, un vagabundo desesperado por encontrar a su hija desaparecida en esa comunidad donde la crueldad se ha naturalizado a través de las creencias de una antigua secta cuyos orígenes se remontan a la Inglaterra del siglo XVI. En El invierno del lobo (Tusquets), la decimotercera entrega de la saga protagonizada por el emblemático detective, John Connolly extrema la fusión de la novela negra con lo sobrenatural, una combinación que refracta el mundo de una forma diferente. “La ficción no tiene la obligación de ser real. No es un espejo, es más bien un prisma”, plantea el escritor que se presentará mañana en Buenos Aires Negra, BAN!, el Festival Internacional de Novela Policial. “Los conservadores de derecha en Estados Unidos me critican bastante porque me perciben como un escritor de izquierda. Y están en lo cierto: yo soy un escritor de izquierda, vengo de una tradición europea social-liberal. Prosperous tiene la visión de que debe proteger a los suyos. Si en el camino alguien pobre tiene que pagar el precio, ¿no es ésa la naturaleza de la sociedad capitalista? Adoptar esa mentalidad es cruel porque los más débiles ya no importan”, subraya Connolly en la entrevista con Página/12.

–“Ser indigente es un trabajo a jornada completa. Ya tienen un empleo, y ese empleo es la supervivencia”, se lee en un capítulo de El invierno del lobo. ¿Escribió esto para oponerse desde la ficción a ese discurso que afirma que el pobre no quiere trabajar y que es una carga para la sociedad?

–Esto surgió de una discusión en Portland. Hace mucho frío en invierno, si uno se queda en la calle, se muere. Antes, la ciudad se aseguraba de que cada persona indigente tuviera un lugar para dormir. En este momento el estado de Maine tiene un gobernador muy republicano y algunos sugirieron que esa política alentaba a los sin techo y que la ciudad debería dejar de hacerlo. Esto implica que si algunas personas se mueren en el camino, posiblemente otros dejarían de querer aprovecharse de la situación... Esto es sociopatía, la ausencia de empatía; ser un sociópata implica no tener ningún tipo de empatía, o sea que no era sólo una discusión cínica. Es una aberración dejar de lado nuestras obligaciones sociales. Hay muchas cosas que me interesan de Estados Unidos, pero hay más cosas que no me gustan; es una sociedad muy difícil para ser pobre o vulnerable. Los lectores que escriben quejándose de mis libros dicen lo mismo: “Yo no leo una novela policial para leer opiniones políticas o sobre la sociedad”. Lo que quieren decir con eso es que no leen policiales que tengan opiniones políticas y sociales con las cuales no están de acuerdo. Esto tiene que ver con por qué la gente lee ficción. Hay muchas razones por las cuales uno lee ficción. Tal vez el que escribe piensa que está haciendo una gran lectura de la sociedad, pero mucha gente agarra un policial porque es algo bueno para leer en el viaje a Salta (risas). El policial me permite comentar con mayor sutileza los problemas de la sociedad que una novela realista, porque uno puede meter subrepticiamente muchas cosas más si está “entreteniendo”.


–Una lectura posible de El invierno del lobo es que el crimen está puesto del lado de sectores sociales educados. Una de las asesinas tiene un club de lectura con varias mujeres; no es el criminal de los “bajos fondos” o marginal. ¿Este es el tipo de sutilezas que le permite el policial?

–Si uno es pobre y comete un crimen tal vez pueda hacerlo por necesidad. Esto no quiere decir que los pobres tienen mayores posibilidades de ser criminales. Hay crímenes asociados a la desesperación, robar o matar para darles de comer a los hijos. Los personajes de este libro cometen crímenes por elección, por avaricia; tienen dinero pero quieren tener más. Esto se convierte en lo que llamamos un “crimen de guante blanco”. Tengo mayor empatía por alguien que por desesperación comete un crimen porque imagino que yo también podría estar en esa situación. Pero elegir hacer el mal, decidir dañar a otros, requiere de otra mentalidad. En Irlanda tengo un taller de lectura con presos; muchos de los que están en este grupo son asesinos. Pero no son asesinos por naturaleza; mataron porque estaban enojados, porque tenían miedo o tuvieron un momento en que perdieron el control... cualquiera de nosotros es capaz de eso. Un momento de ira absoluta termina con un cadáver en el suelo, y así es como muchos tienen problemas con la ley. Uno debería tener un grado de empatía con las personas que se encuentran en esta situación; pero no implica restarle gravedad al crimen que cometieron. Lo que hace la gente de Prosperous y los que se parecen a ellos en la realidad es mucho más horrible porque hay una intención detrás. Sueno demasiado socialista, ¿no? Tuve esta misma conversación en Barcelona hace tres meses y me enganché tanto que recordé que mi padre era socialista. Y vino un hombre a pedir plata y yo estaba tan enganchado con lo que estaba hablando de ser socialista que le dije: “no, no, estoy ocupado...”. Fue el dedo de Dios que me lo mandó, que me estaba apuntando para decirme: “¡sos un hipócrita!”

–Una especie de dilema que subyace en la novela es que en las sociedades capitalistas las personas excluidas pueden llegar a matar por desesperación, pero a la vez los incluidos y satisfechos son criminales por avaricia. ¿Qué reflexión podría hacer sobre esta cuestión?

–Dicen que detrás de cada fortuna hay un gran crimen. En el siglo XIX en Estados Unidos, “los barones el robo” se hicieron famosos porque eran muy crueles y tomaban tierras de los más pobres. La primera novela negra de Dashiell Hammett nació en California, uno de los estados más corruptos de Estados Unidos, controlado por los empresarios ferroviarios. Si uno puede controlar el movimiento de los bienes y de las personas, puede controlar la economía. Cualquiera que interfiriera en el camino de las ferroviarias era sacado de allí. Y lo sacaban las fuerzas del gobierno porque la policía estaba al servicio de los empresarios ferroviarios. Si uno es pobre y no tiene el Estado que lo defienda, va a necesitar alguien que lo haga. Ahí surge el investigador privado. Nadie escribe novelas en las que el investigador privado ayuda a los ricos a ser más ricos. El investigador privado y el policial negro siempre estuvieron del lado de los vulnerables y de los pobres. El investigador privado sirve a aquellos que no tienen poder dentro de la sociedad.

–Los dos vagabundos de la novela, Jude y Tembleques, ¿están inspirados en personajes de la calle que conoció?

–No, los inventé. En Portland se decidió que –como costaba demasiada plata mantener a los sin techo dentro de hogares– había que cerrar los refugios. Entonces uno los ve en las calles porque es una ciudad muy chica. Hay una calle que se llama Congress y cruza toda la ciudad. Y cuando uno camina por ahí ve a los sin techo. No es difícil tomar de la realidad los elementos para crear estos personajes. Siempre pienso que soy un afortunado y mucho del éxito tiene que ver con la buena suerte. Si uno tiene mala suerte, la vida puede virar para un lado inesperado. Todos los vagabundos tuvieron madres, padres y hermanos que no quisieron que ellos terminaran en las calles. Y cuando eran chicos, seguramente tenían otra idea de lo que querían ser. Quizá querían manejar un tren o ser médicos, y por muchas circunstancias se encuentran llevando esa vida horrible en las calles. Nadie elige vivir en la calle en una ciudad como Portland, donde la temperatura llega a veinte grados bajo cero en invierno.

–¿Por qué le interesa trabajar el policial mezclándolo con lo fantástico y lo sobrenatural?

–Las raíces del género policial están en el racionalismo. Si uno utiliza la lógica, el mundo es comprensible. Esto ha sido parte de la tradición durante mucho tiempo, por ejemplo, Agatha Christie con Hércules Poirot, que utiliza sus “células grises” para resolver los casos difíciles. Si uno va al comienzo de este género, hay un libro como La piedra lunar, de Wilkie Collins, que es una de las primeras novelas imbuidas del temor a lo sobrenatural; the moonstone, esa piedra, se cree que tiene una maldición. Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, el parámetro absoluto de la razón y de la lógica, era un creyente ferviente del espiritismo. Su mujer había muerto joven y perdió a su hijo en la Primera Guerra. El creía que si encontraba un espiritista de verdad iba a poder hablar con ellos. Edgar Allan Poe escribía mucho sobre lo sobrenatural y no era un escritor de lo más racional. Cuando empezó el género policial, la distinción entre lo sobrenatural y lo racional no era tan clara. De algún lugar salió esa idea de que no puede haber elementos sobrenaturales en un policial. Yo vengo de un país donde por mucho tiempo el género más famoso fue la ficción fantástica, como Drácula, de Bram Stoker, o El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, y Tío Silas, de Joseph Thomas Sheridan Le Fanu, un protestante hugonote del siglo XIX. La tradición gótica es anglo-irlandesa. Empecé a escribir mis novelas en Estados Unidos para escapar de las restricciones de ser un novelista irlandés. Alguien dijo que ser un escritor irlandés es estar en contacto con la naturaleza de lo irlandés. Si había algo que no quería era escribir sobre lo irlandés. Pero lo que me olvidé es que uno lleva su cultura adonde quiera que vaya. Lo que le aporto al policial es una mentalidad que permite que lo racional y lo irracional caminen en una misma senda tranquilamente.

–¿Por qué cree que algunos escritores rechazan que la novela negra incluya lo sobrenatural? ¿Qué molesta del misterio?

–Es algo que yo mismo me pregunto... Podría decirse que el policial tiende al orden: empieza con un crimen, hay caos, se rompen las leyes sociales, interviene un detective y se restaura el orden. Hay una diferencia entre el policial y la novela del detective privado, que es la diferencia entre la ley y la justicia. Los policías sirven a las instituciones de la ley, ellos restauran un orden que sería social. Pero el orden que le interesa al detective privado es mucho más humano y personal. El detective privado no sirve al Estado sino al individuo y a la justicia. Ese amor al orden es parte del género y si uno tiene un elemento sobrenatural trasciende el concepto de orden; entonces lo sobrenatural socava las fundamentaciones del género. Esta sería la respuesta intelectual. La otra respuesta es que todo género necesita poner por debajo de sí a otro género, mirar mal a otro género, igual que los seres humanos que siempre creen que son mejores que otros. La ficción vinculada con el terror no suele ser bien vista porque parecería que no tiene seriedad; introducir lo sobrenatural es como un contaminante. En realidad, no hay géneros serios y otros que no lo sean. Los géneros son herramientas para ser utilizadas y su efectividad está en cómo se usan. Yo no soy un snob de los géneros. Y volvemos otra vez al siglo XIX. Cuando Charles Dickens escribió A Christmas carol (Canción o cuento de Navidad), nadie le dijo: “Vos, un escritor realista, no podés poner un fantasma, ¿qué hacés con un fantasma en la novela?” No había en el siglo XIX esta separación de géneros.

–¿Cómo sigue Charlie Parker?

–Si te cuento, se rompe el suspenso (risas). El próximo libro ya apareció en inglés A song of shadows (“Una canción de sombras”, aunque todavía no está definido el título con que se traducirá al español), y es muy diferente. Lo que Charlie Parker ha tenido que soportar en El invierno del lobo lo deja casi quebrado, entre dos mundos. Uno puede ganarse muy bien la vida si escribe el mismo libro todos los años, pero se queda estancado como escritor. A veces hay que mover un poco la estantería y con suerte los libros van a ser mejores.

* La programación del BAN! se puede consultar en: http:// buenosairesnegra.com.ar/






John Connolly nació en Dublín, en 1968. Estudió filología inglesa en el Trinity College y periodismo en la Dublin City University. Aunque vive en Dublín, pasa buena parte del año en Maine (Estados Unidos), donde transcurren sus novelas de Charlie Parker. Todo lo que muere (1999), la primera de la saga, obtuvo el premio Shamus Award. Luego seguirían El poder de las tinieblas, Perfil asesino, El camino blanco, El ángel negro, Los atormentados, Los hombres de la guadaña, Los amantes, Voces que susurran, Más allá del espejo, Cuervos y La ira de los ángeles. Es también autor de la novela Malvados y el volumen de relatos de terror Nocturnos.

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