sábado, 13 de septiembre de 2008

Irma Cuña, mujer y poeta




Hablar de Irma Cuña, es hablar de la mujer y de la poeta, ambas van entramadas, son una, porque hacer poesía para Irma, era, y lo sigue siendo a través de sus poemas y lectores, hacer poiesis, amasar la vida, abrazar los riesgos, inclusive en el miedo y en los sinsabores, en la ingratitud y el desamparo. Como mujer se hizo cargo de los roles que se nos atribuyen tradicional y paternalmente, y también de los otros, de aquellos roles que pudo arrebatar en su lucha cotidiana de mujer del sur: fue hija, hermana, madre, abuela, esposa, vecina, pero también amiga, estudiante, becaria universitaria, doctoranda, docente en diferentes niveles de enseñanza, especialmente en el terciario y universitario, empleada, investigadora, difusora cultural, escritora, poeta, académica. Supo asimismo del sabor de los exilios, no solo del exilio externo, sino también de los exilios internos, dentro de la propia tierra, y de aquellos que no suelen nombrarse, los exilios interiores, de las listas no listas, del ninguneo y del olvido.
Nació en la capital neuquina, ciudad a la cual volvió en 1992 para quedarse. Aquí, en su comarca, quiso dormir el largo sueño, como ella misma preanunció en su poema Neuquina. Murió en la ciudad de Neuquén, “... sonrisa del desierto”, en el año del Centenario de su Capitalidad, un domingo de otoño, el 16 de mayo del 2004. Había nacido el 14 de setiembre de l932.
Hizo poesía con su arte y con su vida. Desarrolló docencia terciaria y universitaria (Universidad de Morón, Universidad Nacional del Comahue, Instituto Nacional del Profesorado Joaquín V. González, entre otros), fue investigadora del CONICET, desde donde se dedicó al discurso utópico latinoamericano. Profesora y doctora en Letras Españolas, vivió en México cuatro años. Se casó en Bs.As. con el escritor y economista Enrique Silvestein, quien falleció en 1973.
Tuvo hijas y nietas. Quiso a su tierra y amó la literatura.
Escribió poesía y ensayo. Publicó en libros unitarios, en antologías, en revistas, diarios, plaquetas y cassettes. Algunos títulos, en ensayo, Identidad y Utopía, UNCo, 2000; en poesía: “El riesgo del olvido”, Ediciones Culturales de la Ciudad, Municipalidad de Neuquén, l992; El extraño, cuya primera edición la realizó Siringa, Neuquén, 1977; Antología Poética, Fondo Nacional de las Artes, 1996. Este libro se ubica en la Serie Poetas Argentinos Contemporáneos, donde se hallan publicados entre otros, los poetas argentinos Diana Bellessi, Leopoldo Castilla, Horacio Castillo, Santiago Kovadloff; Poesía Junta, Ediciones Último Reino, 2000. En edición artesanal aparece en el 2003 estar en Ti/ Salmos en Neuquén, arteletra, tal vez el último de sus libros editados en vida. En el 2005 la Municipalidad de Neuquén publicó Patagónica, Neuquina y otros poemas.
El compromiso vital de Irma Cuña se evidencia en toda su obra escritural, entendiendo por compromiso no solamente el tratamiento de temas del entorno social y sus pujas de poder: a Irma le entusiasmaba la vida y con ella se comprometió. En una entrevista que tuve con la poeta en 1998 se refiere conceptual y fundadamente a varios temas, pero sobre todo al de las identidades: “Nuestra tierra es indígena, pero de un indígena asesinado. Sin embargo, es también Sayhueque, Collipilli, los que resistieron. Ellos preferían ser asesinados en masa, antes de ser tomados por el blanco. Esto queda. Como queda en las culturas el descubrir los huesos de dinosaurios. Estamos caminando sobre los dinosaurios y sobre los asesinados. El desierto tiene como definición el no: no hay pájaros, no hay flores, no hay plantas. Definirse por el no es una forma de definición. Eso gravita y se detecta a veces en las expresiones: el cegarnos para no ver ni ser lastimados por el reverbero o el desierto, nos obliga a protegernos en el imaginario, entonces ya no vivimos en una comarca real, sino en un imaginario. En ese juego de bisagra está la zona de definición de nuestra literatura, de las obras de teatro, del arte, etc. Creamos un mundo imaginario: lo real insoportable, y lo imaginario soportable, aunque no edulcorado, es allí donde estaría nuestra literatura. Huir de la realidad es una presencia que está en toda la literatura argentina (…)”.
Poesía la de Irma Cuña de gestos esbozados en palabras, apenas leves, aleteadas casi; poesía con marcas de humor e ironía, de rebeldía, de misticismo; poesía que teje y desteje múltiples campos de sentido. Lectora y lector pueden percibir esa carencia y ese no al cual se refería la poeta “...Sólo la arena es cierta:/ Me reconozco en ella. / Esa arena sin rostro, / Irrepetible...”.; también la presencia de la tierra en los detalles de la cotidianeidad, una de las tantas presencias de la memoria y las identidades. Colores y sabores se muestran en Mediodía (…) “Ya he comido/ jugando/ algunas frutas/ y ya he bebido/ por mucha sed, por el calor/ recienvenido. / Hay algunos rumores en la casa/ y apenas murmurando/ mis palabras/ voy saludando/ a los hermanos/ todos/ (…) “ En estos campos de sentido hechos con el sabor y dolor de las palabras, que no es ni más ni menos que el dolor y sabor de haber vivido, están presentes asimismo las utopías de trascendencia, no exentas del lenguaje coloquial y juguetón que acarrea ecos de la infancia en imágenes y palabras de otro tiempo: “mascarita”. En el mismo poema Mediodía expresa “(…) Saludo en Ti, Señor,/a aquellos amigables, / y a los otros/ hirsutos/ desvaídos/ mis hermanos./ Débiles como yo/ aunque atrevidos/ como yo/ simulanta y mascarita./ Hola, pues, mi Señor/” , mientras que en No me dejes caer , podemos casi oír con el corazón de la niñez la plegaria al ángel que nos cuida “(…) Cúbreme con Tus alas/ reconfórtame/restáurame/destruye el desespero./ (…)”. En otros poemas el yo lírico intenta transferirse más explícitamente al tú, al otro, a los otros, “... hay que salir al sol, a la calle, a los compañeros alargando la palabra como una mano. Jugándole al viento para airear el áspero y tierno corazón humano (…)” Su poesía sacude con el vestigio de la movilidad. Vuelvo como lectora al tópico de la arena y la duna “(...) La duna es el recuadro de mi valle (…) la duna es el paisaje de mí misma” ; la duna, móvil en su morosidad, constantemente se esfuma, pero a la vez se delinea en forma nuevamente, en inacabadas maneras de ser la mismidad y lo otro. “(…) Hay infinitas maneras de morir, aunque una sola sea la definitiva.”. Quizá por eso, como extraña y extranjera de sus propios territorios, Irma diga y prediga en El extraño, “Partimos a olvidar nuestro dedo de sombra en el desierto./ ¡Tanto andar por el aire para tocar la interminable arena !”.
. Lilí Muñoz -
lidiar@arnet.com.ar
(Publicado en el diario "Río Negro", el 13 de septiembre de 2008).

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