sábado, 28 de enero de 2023

Charlas sobre Biblia: una aproximación

Iniciamos con esta entrega la publicación de las fichas de un taller ofrecido en febrero de 2022 a integrantes del Centro de Estudios Patagónicos de Estudios Latinoamericanos, CEPEL, de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue. 

Gerardo Burton (geburt@gmail.com)

Biblia es un término de origen griego -biblion- que significa libro. Esa palabra designa una colección de libros o papiros. Biblos es un rollo de papiro y, en la antigüedad, refiere a la ciudad fenicia de ese nombre, que también se conoce como Gibello, Gibelletto o Jebail y pertenece al Líbano. 

La Biblia está conformada, según la versión cristiana, por dos grandes partes: el Antiguo y el Nuevo Testamento. El primero coincide en su mayor parte con la Biblia judía; el segundo incorpora los relatos de la vida, muerte y resurrección de Jesús, los hechos de la primera comunidad cristiana, las cartas apostólicas y el Apocalipsis de Juan. 

Biblias griega y hebrea, sus contenidos (imagen de internet)


El AT contiene cuatro partes: Pentateuco -o cinco rollos, contiene Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio-; Libros históricos -Josué; Jueces; (1 y 2) Samuel; (1 y 2) Reyes; (1 y 2) Crónicas, Esdras y Nehemías; Rut; Tobías, Judit; Ester; (1 y 2) Macabeos-; Libros poéticos y sapienciales -Job; Salmos; Cantar de los cantares; Proverbios; Eclesiastés; Sabiduría; Eclesiástico-, y Libros proféticos -Isaías; Jeremías; Baruc; Lamentaciones; Ezequiel; Daniel; Profetas menores (Miqueas; Malaquías; Nahúm; Oseas; Jonás; Sofonías; Zacarías; Joel; Abdías; Ageo; Amós; Habacuc)-. 

De acuerdo con los títulos de los libros, hay diversidad de géneros literarios: relatos históricos narrados como sagas; crónicas y documentos institucionales; textos litúrgicos y sacerdotales; textos poéticos; códigos y leyes; aforismos y sentencias de sabiduría popular; libros proféticos; normas morales; textos cultuales como prescripciones religiosas y bendiciones, plegarias, alabanzas. 

Originalmente, los libros fueron escritos en rollos y a lo largo del tiempo, tanto judíos como cristianos, utilizaron diversos métodos para acceder a la lectura litúrgica. Para simplificar la búsqueda de los textos, en el siglo XIII se adoptaron las primeras divisiones internas del contenido bíblico. Stephen Langton, arzobispo de Canterbury y canciller de la Universidad de París hizo la primera división entre los dos testamentos, en 1226, sobre la base de la Biblia traducida por Jerónimo en latín vulgar, la Vulgata. En el siglo XVI se realizó en Ginebra la primera edición de la Biblia con una división en capítulos y versículos muy aproximada a la existente en la actualidad.

Cada libro está dividido en capítulos -generalmente con números en negritas- y los capítulos están divididos en versículos numerados. Hay fragmentos interiores titulados con el fin de ordenar temáticamente su lectura y facilitarla. Este sistema también induce un principio de interpretación de los textos, por ejemplo: Génesis 12,1 Vocación de Abraham. 

Los títulos, que no estaban en los rollos originales y se incorporaron posteriormente, implican una orientación en la lectura, una edición de los textos. Por tanto, conviene recordar que son una sugerencia antes que un concepto teológico, aunque se presenten como tal. Además, la mayoría de las ediciones cuenta con notas a pie de página que ilustran o ponen en contexto el texto referido. También es una manera de orientar o incidir en la interpretación, algo de lo cual los teólogos y sacerdotes son muy celosos. Recién con Martin Lutero y la reforma protestante se promovió la libre interpretación de la Biblia entre los creyentes. Con el correr de los siglos en el catolicismo se adoptó, con reservas, la misma modalidad. No ocurrió lo mismo con las iglesias no históricas, las constituidas luego de las grandes reformas del cristianismo.

 La Biblia se escribió en Palestina, la "tierra prometida" para el pueblo judío. Esa región, situada entre el mar Mediterráneo al oeste y el desierto de Siria hasta Irak al este, era el paso obligado para el tránsito de mercaderías y de personas entre Oriente y Occidente. Era y es un corredor estratégico, y fue objeto de disputa por los imperios de la antigüedad, como hoy en día. Esa condición se mantuvo constante en casi todas las épocas hasta la actualidad. Partes -libros enteros o fragmentos- de la Biblia se escribieron en Babilonia, Egipto, Palestina y otras regiones de Asia, Grecia y, ya con el Nuevo Testamento, también en Roma.

 La Palestina en el AT (imagen de internet)


Proceso de escritura

El proceso de escritura, calificado como de “inspiración sucesiva” por el teólogo Luis Alonso Shökel para explicar “múltiples casos bíblicos”, comenzó con el relato de los hechos y acontecimientos principales protagonizados por el pueblo judío. 

Al principio sólo había tribus dispersas que compartían un mismo origen y un mismo espacio, y tenían cada una y a su manera, un dios a quien adorar. La convivencia no siempre fue armónica: hubo disputas territoriales y guerras religiosas. Las victorias se atribuían al dios correspondiente, que otorgaba una protección que luego derivó en “salvífica”. Por eso, en muchos textos varios de los atributos del Dios de los judíos tiene componentes bélicos -por ejemplo Salmos 46 y 60, entre otros textos-. Se agregaron elementos de la tradición que estos pueblos guardaron en su memoria y transmitieron por vía oral. Finalmente, esos hechos, relatados oralmente de generación en generación, se escribieron en rollos de cuero o papiro.

Dos factores evolucionan a lo largo de este proceso: la situación -la realidad- y la fe -los contenidos teológicos- del pueblo. Un ejemplo de esto último es el concepto de infierno -sheól o gehenna en el idioma de la Biblia-. La gehenna, en tiempo del rey Josías (siglo VII a.C.) era el predio donde se quemaba la basura que generaba la ciudad. El fuego ardía continuamente en ese basural, que así pasó a ser el símbolo del castigo de los impíos (ver Job 7,9 y Sal 6,6). Otro ejemplo de cómo evoluciona un concepto es el de la resurrección de la carne, que no aparece en el judaísmo primitivo: no había otro mundo, y la recompensa estaba sólo en éste. El cambio se produce -y se registra- a partir del libro de Job 19; 25: “Bien sé yo que mi Defensor está vivo,/y que él, el último, se levantará sobre la tierra”.

Los autores de la Biblia son, en igual medida, las comunidades y las personas: historiadores, profetas, sabios, evangelistas, apóstoles, sacerdotes, guerrilleros, poetas que combinaron su experiencia histórica con el material literario preexistente en las culturas donde se asentaban.  Eran varones y mujeres, y aquí se plantea un problema, una cuestión: “En el mundo antiguo no existía la conciencia de propiedad intelectual; más aún, era habitual que cuando un relato llegaba a plasmarse por escrito, ya hubiera recogido tradiciones orales transmitidas y enriquecidas sucesivamente a lo largo de generaciones, por décadas y aún siglos. Se puede pensar en capas que se van superponiendo una a una, en las que las subterráneas van dejando marcas o señales en la exterior, en una serie de etapas literariamente creativas”, según la teóloga biblista Lucía Riba. Y añade: “Se puede reconocer, entonces, una suerte de autoría compartida, también de autores y autoras anónimos, individuales o colectivos, que sumaron su palabra para que el texto llegara a ser lo que finalmente se plasmó y se transmitió hasta hoy. Así, cuando hablo de “autorías femeninas en la Biblia”, me refiero a ese proceso y describo sus pasos. Es prácticamente imposible que algunas de estas mujeres hayan “escrito” el texto final, cuando tenemos contados testimonios de escritoras en la Antigüedad. Sin embargo, cada vez son más las y los biblistas que plantean autorías femeninas en el proceso de redacción. En el primer Testamento se pueden mencionar los libros de Rut y el Cantar de los Cantares, o de partes de algunos de ellos...”.

Discusiones e interpretaciones comunitarias, a veces divergentes, de hechos considerados salvíficos por su mensaje redentor y por la explicación del origen y el sentido de la existencia. Los libros sapienciales, el Cantar de los cantares, los Salmos, el Génesis: todos tienen fuentes propias mixturadas con leyendas, historias, crónicas, poemas, cantos de otros pueblos. 

Algunas fechas

Abraham vivió en el año 1850 a.C.; el éxodo se produjo en el 1250 a.C. Es probable que Moisés escribiera una parte de la ley en esa misma época; David reinó en el 1000 a.C. En tiempos del rey Salomón, hijo de David -950 a.C.-, un grupo de historiadores empezó a escribir el Génesis, el Éxodo y otros libros. La reforma deuteronómica (segunda ley o segunda copia), época en que se escribieron varios libros, ocurrió hacia el 620 a.C. El destierro en Babilonia sucedió entre el 587 y el 530 a.C. Nuevo Testamento: los primeros textos son las cartas de Pablo que, junto con los fragmentos más antiguos de los Evangelios -los llamados “sinópticos”: Mateo, Marcos y Lucas- datan del año 50 d.C.. El Evangelio de Juan fue posterior, y el Apocalipsis se redactó en la comunidad joánica de Patmos hacia el 100. La Biblia, por lo tanto, demandó un proceso de unos mil trescientos cincuenta años hasta lograr su versión más próxima a la actual: desde 1250 a.C. hasta el año 100.

Lenguas

La mayor parte del Antiguo Testamento se escribió en hebreo, la lengua palestina anterior al destierro en Babilonia (ocurrido alrededor del 587 a.C.). Allí, el pueblo pasó 48 años en tierra extranjera. Paulatinamente el arameo fue sustituyendo al idioma original. Mientras, la Biblia seguía escribiéndose y leyéndose en hebreo.

El libro de Daniel se escribió en arameo y en hebreo hacia el siglo II a.C. El libro de la Sabiduría, el último del AT, fue redactado hacia el año 50 a.C. en griego, porque era la lengua principal en esa región del mundo. Su autor, un judío helenizado que incluye citas de la versión que hicieron de la Biblia judía los setenta. Se trata de un grupo de setenta sabios que, en Alejandría, alrededor del siglo III a.C., tradujo el AT del hebreo (manuscritos masoréticos) al griego para facilitar su lectura y favorecer su accesibilidad a la comunidad de seguidores en la diáspora.  Se denominan masoréticos (de mesorade, transmisión) a los textos en la versión hebrea del Tanaj o Mikrá, denominación del conjunto de veinticuatro libros sagrados de los judíos. Cada libro fue titulado según su contenido, aunque luego se adoptó como título la primera palabra importante del texto o directamente la primera palabra. En el caso del Nuevo Testamento, por ser el griego una suerte de lengua franca en el Mediterráneo, también la mayor parte fue redactada en griego. 

 La de los setenta es la más antigua traducción del AT y por consiguiente de valor incalculable para los críticos para entender y corregir el texto hebreo, tal como nos ha llegado, es decir, el texto que siglos más tarde -en el VI d.C.- establecieron los masoretas. Muchas corrupciones textuales, adiciones, omisiones o transposiciones deben haberse introducido en el texto hebreo entre los siglos III y II a.C. y los siglos VI y VII de nuestra era; por consiguiente, los manuscritos de los que dispusieron los setenta pueden haber sido mejores que los manuscritos masoréticos (https://www.greelane.com/es/humanidades/historia-y-cultura/the-story-of-the-septuagint-bible-119834/).

Por motivos apostólicos, el cristianismo primitivo tomó la Biblia de los setenta, que incluía en su reglamentación 46 libros. Por su parte y más tarde, el consejo judío, al regularizar los libros de su biblia hebrea, en la época después de Cristo, quitó del AT que habían traducido los setenta sabios, siete libros: Tobías, Judith, Baruc, Eclesiástico, Sabiduría, los dos de los Macabeos y unos trozos de los libros de Daniel y Ester. En 1521, cuando Lutero se separó de la iglesia católica, los protestantes adoptaron la Biblia hebrea. 

En conclusión, la Biblia se escribió originariamente en tres idiomas: griego, hebreo y arameo. Sin embargo, se hicieron traducciones en varias lenguas o idiomas diferentes y durante muchos siglos, hasta la Reforma, la única versión -oficial- vigente fue la Vulgata, que es la traducción de la Biblia hebrea y griega al latín vulgar o corriente realizada por Jerónimo a pedido del papa Dámaso hacia finales del siglo IV.

Texto para analizar:

Viaje de Abraham

Génesis 12 1-9

1. Yahveh dijo a Abram: «Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré.

2. De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una bendición.

3. Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra».

4. Marchó, pues, Abram, como se lo había dicho Yahveh, y con él marchó Lot. Tenía Abram 75 años cuando salió de Jarán.

5. Tomó Abram a Saray, su mujer, y a Lot, hijo de su hermano, con toda la hacienda que habían logrado, y el personal que habían adquirido en Jarán, y salieron para dirigirse a Canaán. Llegaron a Canaán,

6. y Abram atravesó el país hasta el lugar sagrado de Siquem, hasta la encina de Moré. Por entonces estaban los cananeos en el país.

7. Yahveh se apareció a Abram y le dijo: «A tu descendencia he de dar esta tierra». Entonces él edificó allí un altar a Yahveh que se le había aparecido.

8. De allí pasó a la montaña, al oriente de Betel, y desplegó su tienda, entre Betel al occidente y Ay al oriente. Allí edificó un altar a Yahveh e invocó su nombre.

9. Luego Abram fue desplazándose por acampadas hacia el Négueb.


NOTA: Ab hamón: padre de una multitud. Abram: padre excelso/Sara: princesa




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