martes, 23 de marzo de 2021

Poesía contra el terror, afiches

Una selección de poemas que se distribuye de manera digital debido a las restricciones impuestas por la pandemia, y en papel en librerías y entre escritoras y escritores de la región.

Gerardo Burton (geburt@gmail.com)



La pandemia exige buscar formas de participación diferentes: no presenciales por menos contagiosas; distantes, pero no menos próximas. Se trata de burlar las restricciones que se imponen para eludir el virus Covid-19, burlarlo y mantener la comunicación.

Con las etiquetas propuestas por los organismos defensores de los derechos humanos, #PlantamosMemoria, #45AñosDelGolpeGenocida y #Son30Mil, se realizó una selección de textos.

El más antiguo pertenece a Federico García Lorca, está tomado del “Romancero Gitano”, publicado durante la dictadura protofascista de Primo de Rivera, y se titula Romance de la Guardia Civil española.

Luego, y ya en plena guerra civil cuando el generalísimo jaqueaba la Segunda República, sigue César Vallejo con un texto de “España, aparte de mí este cáliz”. Ya en la segunda mitad del siglo pasado, Ernesto Cardenal resiste a Tacho Somoza y, en Argentina, Juan Gelman, Juana Bignozzi y Glauce Baldovin aluden a las dictaduras desde los años sesenta, mientras Fonseca, Villarreal, Merli e Iglesias se refieren, específicamente, a la instaurada en 1976.

Por fuera del afiche, hay una yapa: los poemas de Gianuzzi y Gómez, que no se publicaron por cuestiones de espacio.

A continuación, los poemas: 

Homenajes

el pueblo aprueba la belleza aprueba el sol

del espectáculo del mundo aprueba el sol

aprueba el río humano

en la pared de caras populares escribe “apruebo el sol”


¿no hay dolor o pena en el mundo?

¿humillaciones no hay y fea pobreza?

¿no cae la baba policial sobre la mesa de torturas?

¿no pisa y pesa la bota del tirano?


hay dolor y pena en el mundo

humillaciones hay y fea pobreza

cae la baba policial sobre la mesa de torturas

pisa y pesa la bota del tirano pero


el pueblo aprueba la belleza

bajo la baba policial escribe

bajo la bota del tirano de turno

sobre la mesa de torturas

escribe “apruebo el sol”

Juan Gelman, en “Relaciones”



Romance de la Guardia Civil española

Fragmentos


Los caballos negros son…

Las herraduras son negras.

Sobre las capas relucen

manchas de tinta y de cera.

Tienen, por eso no lloran,

de plomo las calaveras.

Con el alma de charol

vienen por la carretera.

Jorobados y nocturnos,

por donde animan ordenan

silencios de goma oscura

y miedos de fina arena.

Pasan, si quieren pasar,

y ocultan en la cabeza

una vaga astronomía

de pistolas inconcretas.


 --

Cuando llegaba la noche,

noche que noche nochera,

los gitanos en sus fraguas

forjaban soles y flechas.

Un caballo malherido,

llamaba a todas las puertas.

Gallos de vidrio cantaban

por Jerez de la Frontera.

El viento, vuelve desnudo

la esquina de la sorpresa,

en la noche platinoche

noche, que noche nochera.


 --

¡Oh ciudad de los gitanos!

en las esquinas banderas.

Apaga tus verdes luces

que viene la benemérita.

¡Oh ciudad de los gitanos!

¿quién te vio y no te recuerda?

Dejadla lejos del mar,

sin peines para sus crenchas.


 --


Avanzan de dos en fondo

a la ciudad de la fiesta.

Un rumor de siemprevivas

invade las cartucheras.

Avanzan de dos en fondo.

doble nocturno de tela.

El cielo, se les antoja,

una vitrina de espuelas.


 --

La ciudad libre de miedo,

multiplicaba sus puertas.

Cuarenta guardias civiles

entran a saco por ella.

Los relojes se pararon,

y el coñac de las botellas

se disfrazó de noviembre

para no infundir sospechas.

Un vuelo de gritos largos

se levantó en las veletas.

Los sables cortan las brisas

que los cascos atropellan.

Por las calles de penumbra

huyen las gitanas viejas

con los caballos dormidos

y las orzas de monedas.

Por las calles empinadas

suben las capas siniestras,

dejando atrás fugaces

remolinos de tijeras.

Federico García Lorca, en “Romancero gitano”

--


XIV

siluetas de cartón

para corazones que dan la espalda

nos reunimos antes de olvidar los nombres

y aún revive alguna mano cálida

Juana Bignozzi, en “Partida de las grandes líneas”


--


Oda a las madres

Sobre el frío paisaje de la ausencia,

sobre la misma pena intransitiva,

sobre la interminable angustia de la espera;

sobre todo el dolor/

rondan y rondan los pañuelos blancos.


¡Ay, madres! Los asesinos

llevan rastro uniformado.


Frente a los generales de la muerte

frente a los monseñores desalmados

frente a las burocracias indolentes

frente a los tibios jueces desmadrados.

Frente a los altos muros de la noche/

rondan y rondan los pañuelos blancos.


¡Ay, madres! Los asesinos

llevan el rostro marcado.


Sobre todos los días de la tierra,

sobre el horror de un tiempo mutilado.

Sobre las escrituras malolientes,

sobre un mundo de un dios crucificado/

rondan y rondan los pañuelos blancos.


¡Madres! Hoy/ los asesinos

llevan el rostro borrado.

Pero los pañuelos blancos

rondan y rondan y rondan

por amor. Por el coraje agitados.


Ricardo Fonseca, en “Animal lingüístico”


--

Cabeza final


Todas las ideologías le dieron de palos.

no conoció la alegría de lo posible.

La humillaron la historia del mundo

y la vergüenza de su país,

la calvicie, los dientes perdidos,

una oscuridad excavada bajo los ojos,

el fracaso personal de su lenguaje.

El obrero que respiró en su interior

ávido de oxígeno y universo continuo

dejó caer el martillo. fue la razón

quien cegó sus propias ventanas. Pero tampoco

encontró en el delirio conclusión alguna.

Por eso, quizás no fue tan descortés

esa manera de negar el mundo al despedirse.

Sucedió así:

reposando sobre la última almohada

volvió hacia la pared

lo poco que quedaba de su rostro.

Joaquín Gianuzzi, en “Cabeza final”


--


XV

¡Cuídate, España, de tu propia España!

¡Cuídate de la hoz sin el martillo!

¡Cuídate del martillo sin la hoz!

¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,

del verdugo a pesar suyo,

y del indiferente a pesar suyo!

¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo, 

negárate tres veces,

y del que te negó, después tres veces!

¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,

y de las tibias sin las calaveras!

¡Cuídate de los nuevos poderosos!

¡Cuídate del que come tus cadáveres,

del que devora muertos a tus vivos!

¡Cuídate del leal ciento por ciento!

¡Cuídate del cielo más acá del aire

y cuídate del aire más allá del cielo!

¡Cuídate de tus héroes!

¡Cuídate de tus muertos!

¡Cuídate de la República!

¡Cuídate del futuro!...

César Vallejo, en “España, aparta de mí este cáliz”


--


VII (2)

y el derrumbe inmemorial cuando tembló su vientre

que es el mismo vientre de la tierra.

Aljibe donde los rostros fueron sepultados

torturas y balanzas con las que administran justicia

y los clavos con los que clausuraron nuestras puertas.


No hay más llave que la que fuera encontrada en los volcanes

donde él cribara las cenizas

ni otro sendero que aquel que recorriera.

Glauce Baldovin, en “Poemas”


--


(puesto)

el puesto está solo/ como el viejo /

murió calfü/ que ladraba allá y acá /

murió de frío/ o de viejo nomás/ no parecía //

el viejo no habla más/ está solo /

olvidó la lengua/ viento dice más fuerte /

tierra golpea y esculpe/ nieve dibuja y tiñe /

sol pinta y describe/ mata persiste /

como el viejo/

olvidó la lengua//

Rubén E. Gómez, en “Viejo viento blanco”


--


¿El tres de febrero es una fecha patria?


entró al tajo

la espada del rebelde

el tajo de Cabral

soldado heroico

el mismo que había

puteado por lo bajo

viéndose morir

en catre de lona


cubriéndose de gloria

para el estribillo

dijo el general


cubriéndome de tierra

dijo Cabral


Verónica Merli, en “Desorbitados. Poetas novísimos del sur de la Argentina”


--


Gorilas

Hoy llueve

las tortas fritas se desparraman

en la mesa de hule


la abuela dice que antes la harina venía mejor

hasta que llegó El General

y dejó sin trigo al sur


eso fue a fines de los 40


desde entonces

las manos perdieron el pulso

y la risa se agremió en otras ropas


la ventana devuelve el café nublado

afuera caen gorilas de punta

Leonardo Iglesias, en “Desorbitados. Poetas novísimos del sur de la Argentina”


--

1976, año del Dragón


¡Va a nacer un dragón!

Pónganle cadenas a la madre


¡Va a nacer un dragón!

Maten al padre


¡Va a nacer un dragón!

Róbenselo


Va a nacer un dragón.

Juanse Villarreal, en “Desorbitados. Poetas novísimos del sur de la Argentina”




--

Si cuando fue la rebelión de abril

me hubieran matado con ellos

yo no te habría conocido,

y si ahora hubiera sido la rebelión de abril

me hubieran matado con ellos

Ernesto Cardenal, en “Epigramas”


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