
Gerardo Burton
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Ha llovido en Buenos Aires en estos días. Los mismos itinerarios, las mismas baldosas, los mismos árboles de siempre hoy están húmedos, como lustrados por el recuerdo del agua. En la ancha vereda de Iberá, frente al Club Social, Cultural y Deportivo Río de la Plata -que tiene los mismos colores que su homónimo en ese inglés aporteñado- hay dos colchones superpuestos, coronados por una vieja frazada marrón que dibuja un cuerpo dormido en plena tarde. De ese abrigo provisorio sobresale una zapatilla y, al ruido de los pasos, su compañera también asoma. Acaso desde la penumbra bajo la cobija, dos ojos estén observando. Lo cierto es que en esta ciudad muchos pobres habitan no-refugios. Ése es el verdadero no-lugar en Buenos Aires. Al día siguiente, casi a la misma hora, la garúa ya ha puesto en fuga al linyera siestero, que ahora está a las puertas del club quizá con la esperanza de conseguir algún resto del almuerzo reciente.