sábado, 9 de febrero de 2008

Cuatro sonetos

1

No esperes, no es aquí que busco la luz

de tus ojos en la sombra enamorada :

ni sueñes que en la playa postergada

halle salvación el naúfrago que tú,

implacable, exiliaste de tu vientre.

Tus pechos ya de arena extenúan

los brazos vencidos en la lucha

por una conquista que nadie merece.

No eres territorio, ni vana lejanía

y no codicio servir alguna monarquía

que establezca en tus ojos su trono.

Luz de tu cuerpo en absurdos rituales

ofrecen los modernos dioses inmorales

escamoteando la muerte entre sollozos.

2

Mar de algas, muerte incierta, tensa

marejada en los labios y en los dientes,

salobre gusto de oscura y demente

travesía hacia una luz que ciega.

Besos de labios como nuevas flores

de tus pechos, laderas vegetales

que habitan en sudores y humedades

alumbrados por nubes en la noche.

Oculto en la penumbra del lecho

un rumor de sábanas, y gemidos

de ropas, disfraces desprendidos

desvanecen ridículos señuelos

y simulan los cuerpos, ya vencidos,

ser uno en el instante fugitivo.

3

No es que no desee de tus labios

el tremular, ni la marea de tu carne,

sólo temo el final que, sin llevarme,

me olvide aunque no haya yo llegado.

Y se buscas mantener ese señuelo

más allá de bramidos y caricias,

habrá un triunfo, y una triste noticia

de soledades, de muerte y destierro.

Abre tus brazos, recibe en tus piernas

la boca furiosa que en tu aire arde

y cae en tu alma, vencida pero plena.

Dulce el combate, el silencio reina,

y el amor, en tus planicies yace

elude esa borrasca que no cesa.

4

Hay caricias de la luz sobre una espalda,

y agua en los pliegues de la carne celeste,

y fuego en el sexo que piernas defienden;

hay también la marea en la orilla calma,

y ojos en la sombra y la boca devora

para colmar un hambre que no se sacia

en cumbres ni en honduras, o anheladas

tibiezas del cuerpo leve que reposa.

Enigmas halla el buscador sorprendido

de mieles, oros y temblores ya perdidos,

es la nave, son las olas y una mujer

que fulgura de noche como estrella

sin eclipse posible, desnuda ella

de esa absurda ilusión de poseer.

© Gerardo Burton - Plaqueta publicada por La cebolla de vidrio ediciones, en Neuquén en enero de 1993

1 comentario:

Anónimo dijo...

fijate que en general hacés versos de doce sílabas (algunos de nueve y otros de diez, uno de trece vi).

No te remarco el contenido ni la capacidad. Yo misma no escribiría sonetos (es un formato que no me llega).

Por ahí se te pasaron por alto algunas sinalefas o diéresis.


Saludos.