viernes, 22 de mayo de 2015

Palabras en la presentación de Resplandor de Madres, de Pablo Montanaro

Fue el 18 de mayo de 2015 en el aula magna Salvador Allende de la Universidad Nacional del Comahue, en la ciudad de Neuquén. Además del autor, presentaron el libro las madres de Plaza de Mayo Inés Ragni y Lolín Rigoni, la poeta Miriam Rivas y el maestro Nano Balbo. El músico y compositor Walter Cuevas interpretó cuatro canciones.



Hay un proverbio chino que dice que cuando un dedo señala la luna, los necios miran el dedo. Permítanme entonces, en esta presentación del libro “Resplandor de mdres”, navegar un poco en la necedad. No quiero ir ahora a eso que estos 24 poemas compuestos por Pablo Montanaro señalan sino a su interior, a las palabras, los hechos y las imágenes con que cada verso, cada texto fue edificado. Porque hay una construcción en la voluntad de todo autor, hay una intencionalidad que se expresa y hay otra que se guarda, que subyace mientras discurren las palabras. En este caso hay hechos que se explican por sí mismos, y ésa es la superficie. Y debajo: ¿qué hay? ¿y qué hay detrás? O ¿qué hay antes?, y ¿qué habrá en los años que vienen?


Eso es lo que ocurre con la poesía: las varias dimensiones que se entrecruzan en las realidades a que aluden las palabras: porque está lo que hay ahora, y son juicios, algunas justicias realizadas, alivios recuperados y ausencias que nunca serán reemplazadas, sustituidas. Vacíos que nunca serán llenados por más reparación o resarcimiento que haya. Eso hay detrás, eso hay antes. ¿Y para adelante?:los efectos del “nunca más” definido en el corte del presente, con memoria, con verdad, con justicia.

Esto es lo que Montanaro construye con sus palabras. Y algunas de esas palabras establecen parejas de contrarios, dicotomías. Señalan dos lados de una realidad, como lo siniestro y lo glorioso, como lo inhumano y lo humano. Y no estoy hablando de cuestiones maniqueas o binarias. Bastante binario es ya nuestro mundo de hoy. No: estoy hablando de esos pares que se enfrentan como espejos; el primero: resplandor/sombra. Y luego: brillo/oscuridad y, finalmente, llegamos a uno que mueve y conmueve, a una pareja de palabras que lo dicen todo memoria/olvido. Aquí quizás deje de navegar un poco la necedad para ir hacia donde apuntan estos textos.

Cada palabra, cada término de los pares expresa esta realidad en conflicto, en lucha, que es la historia. El resplandor es ese ramalazo de luz que atraviesa los textos, y es el resplandor del pañuelo, el de la brasa que permanece bajo la ceniza, en espera de ser alentada nuevamente para alumbrar y dar calor. A la luz de esa llama no puede negarse la verdad, eso está diciendo Pablo Montanaro cuando habla del “resplandor de la ausencia”. Si nos fijamos en estas cuatro palabras, el poeta nos señala que ese aparente vacío está ocupado por una luz tal que es imposible ignorarla o eludirla. Y si nos fijamos bien, eso es lo que hicieron las Madres estos años: ocuparon el lugar de la ausencia desde la intemperie, desde la indigencia. Y esa fue su fortaleza, precisamente.

Y permítanme presionar un poco más en el sentido de estas palabras. El resplandor y el brillo pueden referirse también a la luz del Valle, una luz como pocas: nítida, diáfana y pura, donde lo oculto pierde su escondite y lo que se escamotea se distingue en primer plano porque las sombras son puestas en su lugar. La luz, entonces, es un elemento integrador.

El libro, según me comentó Pablo Montanaro, nació durante la cobertura periodística que hizo de los juicios de la verdad y a partir de fotografías. Entonces, fijémonos como los dos oficios de Montanaro confluyen en este libro. La fotografía no es un testimonio o una ventana y el texto no es un epígrafe de la foto, aunque nazca como eso. El poeta deja su piel de periodista y dialoga con los grandes poemas sobre el tema, y entonces pensamos en Juan Gelman, en los textos de Zito Lema, en esos textos arrancados a la desaparición que se publicaron en el volumen Palabra viva y recuperaron la obra inicial e iniciada por los secuestrados y desaparecidos por la dictadura.

Vuelvo a las palabras: no es cierto que una imagen valga mil palabras. Yo me preguntaría por qué no al revés: por qué una palabra no vale mil imágenes. Porque en este caso el crecimiento del sentido es exponencial; la condensación de significado es tal que desborda todo continente.

Las palabras de Pablo Montanaro edifican un mundo en torno del resplandor de los pañuelos, de los fogones de la lucha, de los diálogos y los discursos que hacen de la lengua el primer lugar de lucha, la trinchera inicial.

Montanaro también resiste: su poesía es la resistencia. Las palabras, como en los viejos y queridos testamentos bíblicos, son acciones. Es decir, que si una palabra no está fundad en una acción, resulta vacía. Y, al revés, si la acción no tiene palabra que la explique, parece a veces ininteligible.

Por eso la luz, el resplandor, la memoria no son términos ornamentales o metafóricos. Cada vez menos es música vana. Cada vez más es poesía porque sí.


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