jueves, 12 de julio de 2012
Inés Manzano: "si es puñal..."
Libro de poemas presentado hace algunas semanas en Buenos Aires. Se celebra la poesía; se celebra el libro y a la poeta.
Son poemas compuestos desde el desamparo, la exclusión, la marginación. Son la mirada del Otro, que observa desde una situación de indefensión estructural y estructurada, desde una palabra escamoteada y desde imágenes distorsionadas por exageración (hiperbolización) o por casi omisión (diminutivos).
Las preguntas, los interrogantes suponen un monólogo que instala justamente esas preguntas en la interpelación ética (¿la justicia, la equidad, la solidaridad?). ¿Dónde está ese universo que se suponía común, que era “lo dado”? En realidad, es lo robado, lo saqueado: tanto el universo de la infancia como el de la familia, como el del amor.
La ternura es un reclamo, el amor una demanda. Este ambiente está construido, en los poemas, desde lo aparentemente objetivo (por caso, atribución de los efectos del hambre sobre el cuerpo de un chico a un fatalismo universal). Esa apariencia de objetividad (“los médicos afirman.../y mi mamá.../sabe lo que más me conviene”; “Debe haber un error//los cardenales no son pájaros//y el cinturón...//sostiene la mano que castiga”) sirve para ejemplificar el saqueo y la indigencia en la intemperie.
No es el de Inés Manzano un conjunto de poemas fáciles, por el contrario, plantean un lirismo ad absurdum, esto es, un lirismo desde el barro y la cloaca, desde la invisibilidad a que son sometidas las víctimas de violación sexual, de abuso, de hambre, de odio social traducido como “desamor” en esos eufemismos tan a la moda que utilizan el prefijo “des” para designar las realidades disgustantes e inicuas.
Las imágenes también son duras: “peces amargos que trepidan”; “su cuerpo cabe en el puñal que la penetra”; “residuos en el fango dorado”; “su pecho es un ahogo de tristeza”; “No era aún la estación de la sangre” y “dolorosos rubíes por sus piernas”; el lenguaje que se quiebra (“mi ma má no me a ma”).
Los monólogos de los chicos, que constituyen una sección completa de este conjunto, remiten a una suerte de Antología de Spoon River apócrifa. No se trata en este caso de epitafios de muertos de un pueblo, no. Por el contrario, quienes hablan están vivos (incluso el “Padrecito de La Higuera”) y desde su vida robada hablan, reclaman, demandan el reconocimiento de su Otredad.
Así ocurre con la voz de la viuda de Carlos Fuentealba, el maestro asesinado por la policía en Neuquén en 2007. Ella habla desde el “agujero cruel/que se me traga” y reposa “en la brizna sagrada de sus sueños/en mi abrazo celeste que rodea/su cabeza estallada”. Y pide que la dejen “recostada en su costado” para besar “los fragmentos”.
En el otro lado de esos fragmentos, es decir, en este lado, hay un interlocutor que no responde; hay un conjunto social que no ve ni oye aunque no es sordo ni ciego. En este caso, la poesía cumple su misión de develadora de lo que está más allá de la realidad, o de eso que está más allá de lo que nos cuentan que la realidad es. Es como en el poema de Francisco Urondo, la única irreal es la reja.
Algunos textos
El mar se aparta de besarme
¿Qué hará cuando descubra
-perdida voz-
que ha sido derrotado?
Las palabras obscenas
las que nunca mi lengua
las negadas
en la infancia y en misa
las peores
las lascivas las húmedas
las que azotan
las de fiera
las que son
como sal en la herida
Las palabras
que tu furia me dicta
que mi candor las diga
de espaldas a tu aliento
Escuelita de La higuera
Padrecito
míranos
no tenemos manera
de trepar a los árboles
de arrancar
leche dulce a la higuera
los palotes
apalean la carne
no nos salen las cuentas
sin los dedos
no podemos
atajar la pelota ni las penas
sostener el manubrio las palabras
hasta el puente
de Martín Pescador
se nos cae de la infancia
borramos la desdicha
con los codos
¿Cómo hacemos la ronda?
Cómo haremos
con tus manos ahogadas en el río
de tinta derramada
Tus muñones golpean gravemente los sueños
Ay Padrecito al menos
no dejes de mirarnos
no nos dejes
Manual
Debe haber un error
los cardenales no son pájaros
y el cinturón
no sostiene la ropa
sostiene la mano que castiga
Debe haber un error
Manzano, Inés: Si es puñal que me mate, Rosario, Sta. Fe, Papeles de Boulevard, 2011.
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