jueves, 25 de agosto de 2011

El último adiós a un músico popular y argentino


Figura clave de la música popular argentina, fue un artista capaz de arriesgar para avanzar en el folklore: rompía los moldes formales del género, pero en base a su profundo conocimiento. Fue el creador de Los Huanca Hua, M.P.A. y La Manija.
Por Karina Micheletto
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La carrera de Farías Gómez fue una continua búsqueda de proyectos y juntadas con amigos, con más o menos éxito de público.

Ayer por la mañana, a los 73 años, murió Juan Enrique Farías Gómez, “el Chango”, figura clave de la música popular argentina. Se encontraba internado desde el fin de semana en la clínica Otamendi a causa de una afección pulmonar, que agravó el cuadro por el cáncer contra el que luchaba desde hacía años. El título de su último disco, Chango sin arreglo, sintetiza quizá la doble marca que ha dejado este artista en la cultura argentina. La de ser, por un lado, el gestor de una música perdurable, rompiendo con los moldes formales de un género del que evidenciaba, al mismo tiempo, un profundo conocimiento (“sin arreglo”, en este caso, estaba lejos de significar “sin red”). Y también la de ser un artista capaz de arriesgar para avanzar en el folklore, un género que ha dado muestras de optar por permanecer estático, en tantos casos.

La lucha del Chango Farías Gómez contra su enfermedad fue activa y creativa hasta el final: sin ir más lejos, estaban en pie los conciertos de los martes en el Teatro del Viejo Mercado del Abasto, que en los últimos meses funcionaron como grandes encuentros con amigos, apuestas también por lo que iba a venir. Se habían puesto como nombre “Los Amigos del Chango” y se definían como una “orquesta popular de cámara” que interpretaba “música clásica argentina”. La integraban compañeros de numerosas aventuras musicales del Chango como el flautista Rubén “Mono” Izarrualde, el trompetista Ricardo Culotta, los guitarristas Agustín Balbo y Néstor Gómez, y nuevas generaciones como el baterista Jerónimo Izarrualde. Planeaban entrar a grabar el disco que ya tenía por nombre, justamente, Música clásica argentina.

Decir que el de Chango Farías Gómez fue un nombre fundamental del folklore argentino implica repasar sus criaturas musicales y la forma en que marcaron profundamente las diferentes décadas. El Chango fue arreglador, percusionista, guitarrista, cantante, docente, productor de trabajos ajenos (el bellísimo disco de Mercedes Sosa Corazón libre, grabado para la Deutsche Grammophon, lleva por ejemplo su marca de gracia). Pero Farías Gómez fue además un promotor, un gestor capaz de imaginar y poner en marcha, sumando otras voluntades talentosas, formaciones legendarias como Los Huanca Hua, el Grupo Vocal Argentino, Músicos Populares Argentinos (MPA) y La Manija, todas apuestas por la renovación de los sonidos de época.

En la era de oro que fue para el folklore la década del ’60, formó junto a su hermano Pedro, Hernán Figueroa Reyes, Guillermo Urién y Carlos del Franco Terrero Los Huanca Hua, aquel conjunto vocal que inauguró otro modo de cantar en conjunto, no sólo las melodías, abarcando con las voces también onomatopeyas e imitaciones de instrumentos, con complejos arreglos vocales e introduciendo la polifonía en el folklore argentino. En una segunda etapa de Los Huanca Hua, Marián Farías Gómez reemplazó a Figueroa Reyes. En 1966 el Chango dejó este grupo, que siguió dirigido por su hermano Pedro, y formó el Grupo Vocal Argentino, que marcó la actividad coral en la Argentina, incorporando al repertorio coral la música popular.

En 1976 debió exiliarse, primero en España y luego en Francia. En el exilio grabó un disco instrumental, Lágrima, con la participación del pianista Gustavo Beytelmann y el bandoneonista Juan José Mosalini, entre otros músicos radicados en Francia. A su regreso a la Argentina mostró con su hermana, la cantante Marián Farías Gómez, y con el pianista Manolo Juárez, el espectáculo Contraflor al Resto, que luego fue grabado. El folklore de los ’80 tuvo la marca potente de MPA, aquellos Músicos Populares Argentinos que completaban Jacinto Piedra, Peteco Carabajal, Verónica Condomí y Rubén “Mono” Izarrualde. No es exagerado decir que toda una generación de músicos retomó contacto con el folklore deslumbrada por aquella formación que hacía sonar de nuevo –renovaba– clásicos del cancionero o que ponía en arreglos maravillosos creaciones como “Digo la mazamorra”, de Peteco Carabajal, inaugurando nuevos clásicos. La MPA puso en escena también la voz inigualable de Jacinto Piedra, aquel santiagueño que murió joven, en un accidente. Incorporó batería e instrumentos eléctricos y, para poner en perspectiva la revolución que significó, es conocida la anécdota que repite Peteco Carabajal, sobre la forma (nada amable) en que fue recibido tamaño atrevimiento en su Santiago natal.

En los ’90, con el grupo La Manija, la apuesta del Chango sería por llevar al folklore más allá de sus raíces criollas, poniéndolo en diálogo con sus descendencias hispanas y africanas. La “condición negra” del folklore argentino, la evidente marca africana de ritmos como la chacarera, era uno de los temas que apasionaban al músico, sobre los que podía extenderse interminablemente en las entrevistas y charlas.

El repaso de su carrera es una continua búsqueda de reuniones, proyectos, juntadas con amigos, con más o menos éxito de público. Experiencias como el trío que formó en los ’70 con el bandoneonista Dino Saluzzi y el guitarrista Kelo Palacios, con la improvisación como eje, o el espectáculo que compartió con Gustavo Cuchi Leguizamón en los ’80 definen también sus iniciativas. Antes, en 1964, fue convocado por Ariel Ramírez para hacer los arreglos de percusión de su Misa Criolla y para interpretar la primera grabación de la obra, ese mismo año, junto a Los Fronterizos. Recién en 2003 editó un disco solista, ese Chango sin arreglo que lo define en título y música.

Marcas de familia

Farías Gómez nació en 1937, en Buenos Aires, y se crió en el barrio de San Telmo. Su primer grupo se llamó Los Musiqueros, que integró a los 16 años junto con Mario Arnedo Gallo y Hamlet Lima Quintana. La suya fue una familia musical: su padre, Enrique Napoleón (“El Tata”, o “El Huachito”), fue pianista, recopilador y compositor; su madre, Pocha Barros (“María Pueblo”), compositora y poeta. Sus hermanos Marián y Pedro (fallecido en 2004) también siguieron la vocación artística (Mariano fue el único de los hermanos que no se dedicó a la música). El linaje musical de los Farías Gómez se continuó en la siguiente generación, con los propios hijos del Chango, Juancho y Facundo (el Changuito, percusionista de la banda rock Los Piojos), y con sus sobrinos, Sebastián, Gabriel y Guadalupe.

La política fue otra marca de familia, al igual que su fuerte identidad peronista. Como funcionario, y asumiendo diferentes candidaturas políticas en diferentes partidos, su trayectoria fue menos lineal que la musical. En 1989 fue designado por el entonces presidente Carlos Menem director Nacional de Música, cargo en el que se desempeñó hasta 1991. Un logro de esa gestión fue la creación del Ballet Folklórico Nacional, bajo la dirección de Santiago Ayala “El Chúcaro” y Norma Viola. En 2003 entró a la Legislatura porteña como integrante de una de las cuatro listas de Mauricio Macri, Movimiento Generacional. “Si estoy en la lista de Macri es porque fue el único que me ofreció un cargo. Y como no quiero transformarme en un músico de protesta, prefiero ponerme a hacer cosas. Desde la Legislatura sé que puedo discutir ideas, buscar consensos y proponer soluciones. Pues bien, allí estaré. No importa por dónde entre”, explicaba entonces a esta cronista, con férreo pragmatismo peronista.

En 2005, ya como legislador del Frente para la Victoria, su voto, en contra del de su bloque, fue decisivo para lograr el juicio político a Aníbal Ibarra, como integrante de la sala acusadora. En 2007, finalmente, fue candidato a diputado nacional por la Democracia Cristiana, partido que respaldaba a nivel nacional la fórmula Cristina Fernández de Kirchner-Julio Cobos. En los últimos años se había retirado de la actividad política “porque sigue siendo muy asquete”, según había explicado, y había vuelto a la música. Rodeado de amigos, como siempre.

Publicado en Página 12

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