domingo, 5 de septiembre de 2010

De antología y de poetas


Compilada, organizada y prologada por Marta Ferrari, esta muestra de la poesía argentina escrita durante el siglo XX y lo que va del XXI permite el abordaje a la obra de autores que, por lo general, circulan en los márgenes de la industria editorial nacional. Fue publicada en Madrid, España, por Visor.

Gerardo Burton
geburt@gmail.com

NEUQUÉN.- Toda antología es parcial y todo antólogo propone una lectura, su lectura. En el caso de la poesía, esa característica suele estar más exacerbada. ¿Por qué seleccionar este poeta y no aquél? ¿Qué resonancia tiene tal poema que no conserva el anterior, cuando en otras lecturas no fue así? ¿Hay un privilegio para la corrección política (literaria) o se intenta el esfuerzo panorámico? En un extremo están las selecciones apuradas de los suplementos literarios, en el otro la excesiva por la hojarasca que hizo de la poesía argentina Raúl Gustavo Aguirre hace más de treinta años.
El caso de Marta Ferrari, en la antología que recopila el trabajo poético de la Argentina durante el período comprendido entre los autores nacidos en 1900 y los mayores de 35 años en 2000. Su objetivo expreso es, aun reconociendo ausencias importantes, ofrecer una muestra de “otras voces menos atendidas y también valiosas”. Con esa intención, además, “se ha dado lugar a poetas del interior del país y a muchas de las poéticas que, hasta el momento, no habían sido consideradas como se merecían”.
El volumen despierta una sorpresa: la edición, excelente, tiene el sello de Visor y se publica en la Colección La Estafeta del Viento que codirige Luis García Montero, un importante poeta y ensayista español. Entonces, hay una garantía previa de buena lectura. Es interesante subrayar su aparición como hecho cultural, algo que es infrecuente con la poesía en la Argentina, donde el género circula por los márgenes de la industria editorial y en la periferia de los suplementos culturales de las empresas periodísticas del establishment.
Cierto es que Ferrari menciona en el prólogo las diversas tendencias de la poesía argentina durante el siglo, aunque ejerce su criterio: es notorio en primer término que no se trata de una antóloga radicada en la Ciudad Autónoma: hay una diversidad de textos que no podría soportar el centralismo porteño al que estamos tan habituados.
En segundo término, es verdad que se han incorporado poetas del “interior”. Es curioso que en la provincia de Buenos Aires continúe designándose así al resto del país. Porque si las provincias –o por lo menos, las 22 provincias salvo Buenos Aires y la Ciudad Autónoma- son el interior, a esta altura del partido, lo que resta es “exterior”, aunque suene falaz.
Tercero, la valoración de la poesía gauchesca en el siglo XIX y su continuación en textos y autores casi marginales luego de la operación de sacralización de Martín Fierro se corresponde con la búsqueda de formas poéticas asociadas con el compromiso político. Están Leónidas Lamborghini, Juan Gelman y Néstor Perlongher como los más notorios, pero es importante el vacío que deja la falta de Francisco Urondo. Y quizás haya un mayor desarrollo de la poesía objetivista –incluso en la selección- que en otras tendencias –el neobarroco, el sencillismo, el regionalismo-.
La importancia de esta antología es, justamente, lo expresado recién y que queda señalado desde el pie de imprenta. Los tres puntos previos –una radicación extra porteña; la incorporación de “interiores” y el esbozo de lo político-.
También es cierto lo que expresa Ferrari sobre la poesía post dictadura: hay una “vuelta de hoja aún por leerse” y aquí entra la representación patagónica. Las consecuencias de la dictadura y el neoliberalismo sobre la vida social y el yo poético recién ahora se pueden evaluar. El caso de Macky Corbalán, la única patagónica de la selección, es entonces significativo, ya que describe ese dibujo, hace esa trayectoria. Sus primeros poemas fueron cocinados en los últimos tramos de la dictadura –hacia 1982-. Su literatura abrió un camino que no llega a su fin, toma por encrucijadas insólitas y continúa, con una tozudez increíble.
Corbalán evoluciona en paralelo como poeta y como militante por los derechos de la mujer. Y siempre hay una vuelta de rosca: la diversidad ante todo, la multiplicidad por encima de cualquier ortodoxia. En poesía. En la existencia. Búsquedas que no se sacian; palabras que no terminan de decir; poemas que se rehacen de continuo.
Corbalán expresa, entonces, una tendencia de la poesía practicada en eso que se denomina el “interior”. Punta de un iceberg que manifiesta un trabajo incesante y la construcción de una poética y una literatura genuinas, lejos ya de viajeros y pioneros.
Como anzuelo para el lector-poeta, van dos poemas seleccionados de la muestra: uno de Corbalán y otro, de Horacio Castillo, como homenaje en el día de su muerte, cuando se escribió esta reseña.

HORACIO CASTILLO (La Plata, 1934-2010)

TUERTO REY

Esta mosca que desova en el pantano
y vuela de mejilla en mejilla, de párpado en párpado,
ha traído la peste a nuestros ojos: ya no vemos
las nubes sobre los techos de la aldea,
la sombra de la garza remontando la corriente.
Pero al atardecer, cuando bajamos a la orilla del río
y el tuerto coronado de oro repite su relato,
descubrimos a través de su boca grandes señales en el cielo,
sangre de su ojo que sueña por la tribu.


(de “Tuerto rey”)




MACKY CORBALÁN (CUTRAL CO, 1963)

LA LLAVE


La miro con detenimiento,
con fruición. Es diferente: brilla
con luz y oscuridad, su forma
quiso parecer un corazón
pero quedó a la mitad.

Sonríe y mira.

"La llave de mi corazón" decís al
ponerla sobre mi mano,
y vuelvo a mirarla por si fuera cierto,
como si sólo debiera elegir
el momento, el modo de la entrada.

Creer en las palabras, en el
latir que las empuja hasta la dicción,
que lo que dicen es cierto,
de alguna manera.
Creer en lo que se ve, en lo que el cuerpo
recibe, agradecido, y que el sudor deja
más que sal piel adentro.

Antes que la religión, el amor
es materia de fe.



(De “Como mil flores”)

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