sábado, 14 de noviembre de 2009

Más sobre Leónidas Lamborghini


Falleció el escritor leónidas lamborghini
La literatura argentina perdió a un grande

Autor fundamental que renovó la poesía del último medio siglo. Participó de la resistencia peronista, sufrió el exilio y consiguió la consagración definitiva a su regreso, en los 90. Libros como Odiseo confinado o El solicitante descolocado son ya clásicos.

Publicado en Crítica digital el 14 de noviembre de 2009.

Tenía 82 años, una extensa obra literaria y el reconocimiento unánime de críticos, colegas y fervorosos lectores. Se murió Leónidas Lamborghini, el renovador del lenguaje de la poesía argentina, el que inventó la expresión “las patas en la fuente”, el escritor peronista, el que soportó el exilio, el hermano de Osvaldo, ese otro escritor que era en sí mismo toda una vanguardia.

Admirado por autores como Rodolfo Walsh, Leopoldo Marechal, Juan L. Ortiz, Oliverio Girondo, Juan Gelman, Ricardo Piglia y César Aira, Leónidas fue un escritor de la generación del 50, aunque no contó en un principio con el apoyo de la crítica, que se sentía incómoda ante su sentido del humor, de la cita y la parodia, recursos infrecuentes en los poetas de la época.

Había nacido el 10 de enero de 1927 en Villa del Parque. Fue empleado textil hasta que comenzó a trabajar como periodista en el diario Crítica. En 1955 publicó su primer libro, El saboteador arrepentido, que él mismo definió como “gauchesca urbana”, una cruza entre Martín Fierro y el humor disparatado de Carlitos Chaplín, vistos con los ojos de un nuevo Roberto Arlt.

Su segundo libro marcaría profundamente su obra y la literatura argentina, aunque su efecto fue lento: hubo que llegar a los años 80 para que Leónidas Lamborghini consiguiera el reconocimiento masivo de la crítica. Al Público (1957) apareció en Poesía Buenos Aires, la revista y editorial que reunió a la generación poética de los 50.

Su compromiso con la resistencia peronista de los años 60 lo llevó a reunir parte de su obra en el libro Las patas en las fuentes que en 1972, a su vez, pasó a ser un apartado de su libro esencial: El solicitante descolocado. Leer la poesía de Lamborghini es descubrir un autor atemporal, un clásico que reúne a la tradición y que mira al futuro con irreverencia. Molesta, causa gracia, apasiona. Nunca deja indiferente al lector.

Por su militancia peronista, Lamborghini se tuvo que exiliar durante la dictadura militar. Fue un exilio que duró mucho más que la dictadura. Regresó a Buenos Aires en 1990, cuando ya era un autor reconocido.

En la década menemista, Lamborghini agregó a su calidad poética un nuevo género: la narrativa. Publicó las novelas Un amor como pocos (1993) y La experiencia de la vida (1996). Su obra de ficción se completa con Trento (2003).

También en esos años recibió el Premio Leopoldo Marechal por el conjunto de su obra (1991) y el Premio Boris Vian –de reconocido valor literario– por Odiseo confinado (1992).

Como le contó a Crítica de la Argentina hace poco más de un año, a Leónidas Lamborghini siempre le gustó el fútbol. Aunque en los últimos tiempos sólo miraba los partidos en los que jugaba Messi. “Uh, es un artista, como Maradona, son tipos que llevan la cancha adentro –contó a este diario–. Yo con una de esas entradas que hace Messi ya estoy completo: es como esos escritores a los que admirás porque el tipo puede decir bien clarita esa cosa que vos querés decir pero no podés. Ahí justificás toda una vida de aburrimiento, de desazones, de alegrías y de llantos: todo eso te lo resume el escritor en una línea”.

Los restos de Leónidas Lamborghini serán velados hasta hoy a las 16 en la Sala Augusto Raúl Cortazar de la Biblioteca Nacional. Más tarde será enterrado en la Chacarita. Sus libros seguirán pareciendo escritos por un joven rebelde y talentoso.

“La palabra tiene una fuerza tremenda cuando la maneja el poeta”
Por Fernanda Nicolini

En agosto de 2008, Crítica de la Argentina entrevistó a Osvaldo Lamborghini. Recordamos fragmentos de ese diálogo.

–¿Por qué cree que la crítica rechazaba sus poemas?

–Las formas de rechazo tenían que ver con la poética de las escuelas del 40 y del 50, donde la risa no entraba en la poesía y donde se habían olvidado de la épica; porque era una poesía lírica del yo, pero yo decía: “Están pasando tantas cosas alrededor que no puedo incluir mi yo en este contexto de proscripción, de persecución”.

–Ahora que lo admiran y los jóvenes poetas lo citan como referente, ¿le gusta?

–No mucho. Creo que es la comprensión de un tipo que ha vivido al margen y ahora el sistema parece aceptarlo. El sistema es como una esponja: pasan años de rechazo y llega un momento que te absorbe y vos empezás a desconfiar. No te sentís bien, al contrario, te mirás y decís: ¿de qué se trató todo esto? Pasó con la vanguardia, con los cubistas.

–¿Por qué se define como jugador y no como poeta?

–Me viene mejor porque en el jugador está aquel que apuesta y termina apostándose a sí mismo en un poema que en su momento no era considerado poesía, era confuso, se criticaba, y ahora resulta aceptado.

–Ese jugador que apostó y ahora lo respetan, ¿ganó?

–No, yo creo que, leyéndolo bien, perdimos todos.

–¿Está escribiendo?

–No, estoy cansado. Terminé de escribir algo pero estoy medio cansado ya. Mirá, las cosas que hago siempre han tenido la dificultad de no saber qué son: si son poesía, si es prosa poética. Todavía me sigue pasando.

–Usted dice que sus libros no se parecen entre sí, ¿se propuso que fuera así?

–No, hay una línea de exploración que siempre está presente, de no repetirse. Porque si tenés la compulsión a repetirte quiere decir que encontraste una fórmula y la aplicás en cada libro, y eso es muy aburrido.

–Después de haber escrito más de 20 libros de poemas y otras tantas novelas, ¿las palabras todavía le resultan indomables?

–La palabra tiene una fuerza tremenda cuando la maneja el poeta. Pongamos un ejemplo límite: cuando Cristo le dice a Lázaro, “levántate y anda”. Con la palabra ya está hecho todo.

–¿Cómo concibe un poema?

–Es una voz que logra filtrarse a través de los barrotes del poema y llegarte. Digo “los barrotes del poema” porque en la poesía está eso de la metáfora, las comparaciones, el lujo expresivo, qué sé yo. A mí lo que me interesa es que llegue esa voz. Construirla o hacer las cosas de manera que eso sea lo que se escuche, y no los otros brillos o adornos. Porque si pasan a un primer plano, tenemos un poema, y uno ya no quiere un poema, quiere esas líneas que de repente sean sobrepasadas por la voz y que lleguen al que lee.

–¿Lee poesía actual?

–Sí, leo a algunos, pero no quiero hacer nombres porque se ofenden, pero hay toda una camada que me gusta porque hay una búsqueda y logros. No tengo una lectura ordenada, yo soy un lector a picotones, no sistemático, siempre fui así.
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