viernes, 23 de noviembre de 2007

25 años de literatura en Neuquén

Una mirada sobre el libro "Un referente fundacional. Las letras neuquinas en elperíodo 1981-2005", por Ricardo Costa, publicado en septiembre pasado por El Suri Porfiado.

Gerardo Burton
geburt@gmail.com


Cuando uno habla de Ricardo Costa no puede dejar de pensar en su poesía con ecos de los menos leídos que recordados Alberto Girri y Roberto Juarroz. La obsesiva precisión de las palabras, la desnudez de las imágenes, casi de metal por momentos; una geometría musical y el erotismo como apuesta lúdica son algunas de sus características.
Pero hoy Costa sorprende con un as en su otra manga: no ya la del poema certero sino la de la historia de la literatura de provincias, de una provincia, de Neuquén. En un período acotado que abarca un cuarto de siglo y enlaza, justamente, las postrimerías de la dictadura militar y el final del uno a uno con su bonanza -¿bonanza?- posterior.
En realidad, el libro que presentamos hoy, “Un referente fundacional” puede dibujar, desde un costado, la historia política y social de la provincia –o quizás, más acotado, de la ciudad- de Neuquén en ese período. Están todos los rasgos: el carácter aluvional que consolidó esta sociedad; la búsqueda entre ansiosa y desesperada por la originalidad; la búsqueda también ansiosa y desesperada de los pueblos originarios y su esposmádica y compulsiva incorporación a la escritura; los vaivenes económicos –hiperinflaciones, dolarizaciones, importación indiscriminada, devaluación-; la constitución de núcleos de escritura producida por inmigrantes de otras provincias y de Chile y otras naciones latinoamericanas. Bueno, la enumeración sería larga, pero está todo.
Costa no se priva de nada: en su libro nos puso a todos, desde Coirón y el Centro de Escritores Patagónicos en adelante. Si bien el arranque es con Irma Cuña, el mascarón de proa –y la imagen es del autor del libro- fue Palma Moreno. Pero el dibujo tiene sus marchas y contramarchas, y en ese itinerario lo único que se puede establecer como denominador común es el esfuerzo tozudo, la prepotencia de trabajo, la creación a como dé. No hay casi iniciativas oficiales, salvo los concursos de la Fundación del Banco Provincia gerenciada por Berta Schapiro y algunas ediciones aisladas. Están los “libros fundacionales”: Voces a mano, de Cultura de provincia y el imprescindible y único durante muchos años “Decires de cobreazul”, de Lilí Muñoz y Marita Molfese. También el semillero de los talleres literarios –Cristina Ramos, Mame Chiocconi, Ricardo Fonseca, Mariela Lupi-. Bueno, vean el libro que allí está todo.
También los grupos y acaso la cocina de sus actividades. Pero eso es historia de la literatura.
Dice el autor, por ejemplo: “entre finales de la década del '80 y principios de los '90, la literatura neuquina manifestó un desarrollo excepcional respecto de lo acontecido con la palabra escrita en otras regiones del país. Ello permitió que en los años inmediatamente posteriores a este período varias obras de autoría local cosecharan un destacado reconocimiento en el entorno literario nacional. No obstante la performance alcanzada, cabe reconocer que la gran mayoría de las obras gestadas durante las últimas dos décadas del siglo XX no ha sido aún transferida al campo educativo. No al menos mediante proyecto oficial alguno y tampoco en la magnitud deseada”.
Acá es donde empieza a plantear su hipótesis de trabajo, que se genera en torno de dos ejes: el pensamiento utópico –subraya el papel protagónico de Irma Cuña en este nivel- que se traduciría en la literatura en una suerte de “reserva utópica”, un concepto de García Canclini, y la “tradición de ruptura” inaugurada por la revista Coirón.
De ella dice que procura “delinear un perfil poético claramente despojado de las formas más encorsetadas de la literatura. Este golpe de timón que Coirón buscaba imprimirle al rumbo de la cultura, debía proceder de manera consecuente con la coyuntura socio-política y actuando de igual modo desde cada uno de los componentes de la ruptura en cuestión, es decir, pronunciándose desde un lenguaje innovador de las formas del discurso”.
Sin embargo, Costa habla de la literatura, de todos los géneros y de todos sus autores. Es decir, no se circunscribe a la poesía, si bien reconoce que es de mayor masividad –en cuanto a creadores, no en cuanto a lectores-.
También señala “el escaso apoyo brindado a la promoción y a la difusión literaria por parte de los diversos organismos de Estado” que “hizo que no todas las obra de autores locales pudieran llegar al público lector”. Además, menciona que “la falta de un proyecto político acorde con las circunstancias impidió sistematizar y bajar a la comunidad educativa el capital literario acumulado, espacio imprescindible para que el verdadero sentido crítico y reflexivo de la palabra se capitalice.
Desde luego que entre el personal activo y jerárquico del ambiente político-educativo se tiene conocimiento del patrimonio citado... No obstante, no se registra en el historial aplicativo del Consejo Provincial de Educación (C.P.E) ningún proyecto que contemple un proceso de transferencia de esta naturaleza. Es más, esta cartera tampoco hizo aportes bibliográficos de referencia sobre el particular, como publicaciones antológicas o guías de orientación que incluyeran textos de autores locales. Pero por otro lado, hubo emprendimientos asumidos por docentes que sí tomaron en cuenta a las Letras neuquinas a la hora de trabajar contenidos afines a la materia. Pero fueron, y lo siguen siendo, esfuerzos individuales”.
Vuelvo entonces al presente: el ensayo de Ricardo Costa planteará al menos dos polémicas en otros tantos ámbitos. Aunque ambos son propios para el autor, en el literario es donde quizás se generen las discusiones más encendidas. Todos conocemos cuán aguerridas pueden ser las internas. entre artistas, escritores y otros plumíferos del arte y el espectáculo.
En el ambiente educativo se producirán acaso menos controversias: es conocida la paquidermis del sistema y su dificultad para aceptar cambios, sugerencias, innovaciones que no provengan de la corporación.
Por eso subrayo el doble aporte de Costa: a quienes escribimos y maltratamos la literatura y a los que deberían incorporarla al estudio sistemático, pues es una mirada desde otra parte, donde quizás también esté la vida.

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