sábado, 1 de septiembre de 2007

Poemas de la turbulencia del mundo





Entre el desgarro y la vitalidad, entre la desazón y la plenitud transita “Junglaturas”, segundo libro de poemas de Thelma Encina. Uno de los textos, “Leningrado”, fue premiado en un concurso nacional el año pasado.


Gerardo Burton
geburt@gmail.com


NEUQUEN.- En el principio está la imagen. Mejor dicho, una “turbulencia de imágenes” que sólo puede ser traducida en palabras, en poemas. Es posible, entonces, que la palabra sea “la única manera posible de salvarse del vértigo”.
El poema, para Thelma Encina, se asemeja a un río cuyo fluir permite “un cierto ordenamiento del caos” que configura la existencia cotidiana con sus gozos y sus sombras, sus desgarros y sus placeres, sus insuficiencias y sus plenitudes. Símbolos de ese desgarro y a la vez de la vitalidad con que se enfrenta la vida: el tigre, el gato, los felinos en general, animales asociados con el erotismo y sus enigmas.
Rionegrina nacida en Ingeniero Huergo, Thelma Encina comenzó a distribuir, en estos días, su libro “Junglaturas”, un volumen que encierra cuatro colecciones de poesía: “Leningrado” –en rigor, un poema largo-; “amo ríos”; “ciudad ella” e “idos”. El pretexto fue la edición del primer título, que obtuvo el primer premio en un concurso organizado el año pasado por la editorial cordobesa Novelarte.
La imagen gobierna los textos: delicada, agresiva, referida al paisaje o a la intimidad, siempre se presenta como vehículo de expresión de los símbolos. Por ejemplo, el tigre, presente en varios pasajes del libro, “ilustra ese mundo caótico: acecha, de la misma manera que el otro acecha desde el afuera”, informó la autora. Ante eso, “la impotencia de la mujer al mirar el mundo que se viene abajo”.
La escritora Ana María Maldonado, en un texto impreso en la contratapa, consideró que los poemas que describen el mundo exterior –y en especial el ciclo de “idos”, que recuerda a los desaparecidos durante la dictadura cívico-militar de 1976-1983- “revelan un caos urbano pleno de agresión, locura y maldad; parecen desnudar los filos más agudos de la oscuridad humana”. En cambio, los textos referidos al “universo interno” muestran “matices” de la relación humana que por lo general aparecen en una combinación binaria: encuentro/desencuentro; plenitud/soledad; alegría/dolor; abandono/esperanza.
En todo caso, el erotismo aparece como el rasgo preponderante y, como tema, sirve para vertebrar el universo de imágenes del libro. No es tan sólo una descripción sino, sobre todo, una dialéctica que exige compromisos, que devuelve frustraciones y que, a veces, ensaya abandonos en la plenitud.
Puesta a explicar el título del libro, Encina aludió a las dificultades –comunes a varios poetas- en el momento de denominar sus trabajos. Pero en este caso, la ayuda vino del lado de la narrativa.
En efecto, Encina volvió al capítulo 73 de “Rayuela”, donde Julio Cortázar hace reflexionar al narrador “sobre las posibilidades de invención de mundos” a partir del sufijo “tura”: “todo hecho, indicó la autora, puede ser simbólico para quien analiza un objeto”. Así, se habla de “literatura; cultura; escritura; sepultura: estamos llenos de mundos ‘turas’ y por eso, ante un universo-jungla, con una animalidad feroz, salvaje y entrecruzada, nació el término junglatura”.
La relación de Thelma Encina con la poesía, es antigua: relató sus primeras lecturas de Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, a instancias de su madre. Más que de influjos, Encina se refirió a sus “relecturas” permanentes: Dickens, “Martín Fierro”, Kafka, Olga Orozco, Borges.
Luego de esas poetas iniciales, siguieron sus estudios de Letras y la proximidad con Alejandra Pizarnik, la integración a los grupos literarios en los años ochenta y la –demorada- publicación de su primer libro de poemas en 1992, “Corazones insepultos”, que el Fondo Editorial Rionegrino había premiado en 1981.


FRAGMENTOS

Curiosamente, en Leningrado
como un apátrida sin tierra
que busca la frontera de tu cuerpo
para estallar la guerra –frente a frente-
con la carátula intacta del otoño
y un poema de Borges en la boca.
Como en la antigua Rusia
camino desbocada y sin palabras
llena de sol y hojas marrones
perturbando el tránsito gris de los asfaltos,
apabullando los pétalos caídos de las flores.

(De “Leningrado”)


Perderá
el vientre en el camino,
la identidad
en la danza del oleaje.
Luego,
perderá la vida
en la fuente llena de agua
de una pobre mujer.


Me incitó
me provocó
me obligó
a asesinar el amor
y me quedé
con el sabor del delito.

(De “amo ríos”)

1 comentario:

FABIO RUIZ dijo...

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