viernes, 27 de noviembre de 2020

Tinta patagónica para Maradona

 

Una apurada e incompleta selección de poetas y escritores del sur del país con textos referidos a Diego Maradona. El de Alejandro Flynn fue escrito para esta publicación a poco de conocerse la muerte del deportista, y los de Marisa Godoy y Viviana Ayilef se tomaron de su cuenta en redes sociales.

Gerardo Burton

geburt@gmail.com









Ricardo Fonseca (Centenario, Neuquén)


Diego


Vos,

que viviste la era del potrero.

Vos, que naciste para hacer música con los pies,

como esos artistas sin manos que hacen maravillas

sobre el césped.

Vos,

que rompiste la red de la desgracia

y sabés que no hay nada más lindo que golear

a la nada. Vos, que siempre dijiste NO con la cabeza

pero SÍ con el corazón. Vos, che, el más coreado

por las tardes, que amanecés sobre la tapa

de los diarios, ayúdanos a dar vuelta esta historia,

a derribar este muro de lamentos. Ayúdanos a dejar

en orsai este cielo de muerte, este vacío.


En Animal Lingüístico 


***




Edith Galarza (Neuquén)


cipo


       fue el día que Maradona jugó en “la visera” 

      y metió su primer gol para la selección argentina

                 pocos lo recuerdan, sucedió en cipolletti el 8 de abril de 1977

                 cuando el diego tenía 16 años.




¿quién es el nene

que aparece junto a los jugadores de la selección

en la foto del diario?


once jugadores desafiantes

seis de pie, cinco en cuclillas  

maradona al centro con la pelota y a su lado

un nene con la camiseta del club cipolletti

sonríe


tengo que encontrarlo

el asunto me obsesiona un poco

quiero preguntarle

¿cómo era aquel diego casi niño?

¿le hizo unos pases?

¿de qué hablaron?


un día llega un dato a la redacción

¡lo encontré muchachos!

y allí voy

lo visito en su casa

me recibe sorprendido

pasaron cuarenta años de aquel día

riéndose va hacia el modular del comedor

saca un álbum de fotos con tapas de plástico

-tiene los colores del albinegro-

sonríe con cierta melancolía


pasa rápidamente las hojas

no son tantas

algunos cumpleaños

la comunión

¡y la foto con la selección!


hace una pausa y me cuenta 


yo tenía 8 años y jugaba en cipo

un día nos dijeron

que el equipo del club iba a jugar un amistoso

con la selección argentina sub 16

y que íbamos a poder estar en la cancha con los jugadores


la radio decía que venía la promesa del equipo de menotti 

un muchachito de 16 años llamado maradona

diego armando maradona


desde temprano estuve cambiado

listo para irme para el club

con la ilusión de ver a mi ídolo de cerca


en aquella época las fotos las sacaba héctor el fotógrafo del club

sacó varias con el seleccionado

el nene que está ahí con la camiseta de cipo

soy yo


el partido terminó 2 a 1 perdimos

perdió cipo


en un momento héctor -el fotógrafo- me dice

¿te saco una solito con el pibe maradona?

y yo le digo ¿con quién? 

-¡con diego maradona!

-no, héctor

yo quiero una con nuestro goleador

la gran promesa de cipo


se queda pensando

en silencio

pasa la hoja del álbum


y aquí estoy yo

en la foto

con la rana juárez. 



ficción escrita sobre el relato original y la investigación periodística de sebastián sánchez - cipopasion.com


El 8 de abril de 1977, Cipolletti jugó un amistoso contra la selección Argentina Sub 16 en La Visera. Ganó la albiceleste 2 a 1 con goles de Candedo y Maradona, la 'Rana' Juárez de tiro libre había abierto el marcador para Cipo. Ese día Diego Armando Maradona marcó su primer gol en la selección argentina, lo hizo en el arco de Kleppe.


“Maradona con un desconcertante cambio de piernas dentro del área desequilibró a sus marcadores y entrando raudamente con un disparo a ras del suelo decretó el dos a uno. La pitada final encontró a Cipolletti tratando de evitar la derrota, pero el dos a uno ya era inamovible.” (diario rio negro, 9/4/1977).


CIPOLLETTI: Demás; Murillo, Ledesma, Machado Gómez y J. Flores; García, Strak y Juárez (Villarruel); Dorado (Calderón), Franco y R. Flores. DT: V. C. Rodríguez.


ARGENTINA: Vijandre; Alves, Fussani (Olarticoechea), Bauza y Romero; Gáspari (Candedo), González (López) y Luna; Delgado, Maradona y Pérez. DT: R. Poncini.


Goles: 25' Juárez (C). 85' Candedo (A). 87' Maradona (A).

Arbitro: Alberto D'Onofrio. (ver en https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=246538896470329&id=56401734961&sfnsn=scwspwa)




***

Alejandro Flynn (Neuquén)


Homenaje


No es posible hablar de Diego si no es desde la pasión. No es su figura la de alguien a quien debamos referirnos en términos de estadística, de técnica, de comparación con otros fenómenos del fútbol de la historia mundial, de títulos ganados. No parece que ése sea el mejor modo de evocarlo; no, si no es desde la marea de emociones que a un pueblo sólo le proveen sus ídolos, contados, únicos. La emoción es la única forma válida de recordar a semejante “ángel sucio” como alguna vez lo definió Eduardo Galeano de modo irreemplazable. 

Con su muerte todos, todas, en la Argentina morimos un poco y sucede en el día en que nadie es indiferente a una noticia. No hay quien pueda hacerse el distraído. Alguna vez sucedió con la muerte de Evita o más acá con la de Perón o la de Néstor. El silencio y el azoramiento salpican incluso a quienes los odiaron. Esa es la estatura que alcanzan estos seres raros, que muy de tanto en tanto aparecen para colorearnos la existencia, para llenarla de vida multiplicada.

Hoy manda el dolor en muchas almas. Y está bien que así sea. Algo muy fuerte sucedió. Cuando muere un artista semejante el mundo se queda un poco más solo.


***


Marisa Godoy (San Martín de los Andes, Neuquén)


Murió Diego.

El pibe que soñaba con jugar a la pelota y ganar un mundial.

Murió el pibe que salió de la Villa y con su gambeta emocionó al mundo.

Murió Diego, el tipo que, con todas sus contradicciones, todas sus burlas a la muerte, todas sus sombras y sus luces, hacía detener las rotativas.

Murió Diego. 

El mismo día que Fidel murió.

Y vuelvo a ese gol, a ése que hizo que el fútbol se metiera en mi sangre siendo adolescente. El gol a los ingleses.

La pelota no se mancha, dijo y hoy, justo hoy, la envuelve un manto inmenso de lágrimas y rueda por todos los confines del planeta.

No te cortaron las piernas, sencillamente te echaste a volar, barrilete cósmico.


(Nota en Facebook)



***


Jorge Spínola (Comodoro Rivadavia, Chubut)


Maradonías


(y al corazón de un niño llegó la gracia)

.

son maradonías

esos esquives cortos zigzagueantes

de los perros vagabundos

zafándole al lazo de la perrera

maradonías

esos pasitos chuecos

ligerísimos

de mi tío chuncho borracho

cruzando la avenida

maradonías de la vieja

haciendo pan para ocho

con medio kilo de nada

sobre el área del mediodía

maradonías esos goles de chanfle

cara externa de las zapas

que hago con piedritas

mientras vuelvo al rancho

de madrugada

maradonías nuestras

gambetear ingleses

con una zurda celeste

cosadenegro

mandarles a guardar una pelota de trapo

hasta el esófago de su reina

un barrilete remontaba

la gracia

de toda la adrenalina del mundo

amasada allá fiorito

son maradonías nuestras

remar con un fémur infiltrado

hacia las islas sin olvido

cosadenegro y qué

dieguito salpicado de efedrina

y otras yerbas

acá seguimos en orsai

frotando la jeta detrás del alambrado

pero la belleza no se mancha

intacta en la memoria

aquella tu gracia incandescente


***



Viviana Ayilef (Trelew, Chubut)


“Dios te cuida”, me decía mi papá antes de acostarme, cada noche, todas las noches de mi infancia. No sé cuándo se cortó. Uno no sabe lo que dura la infancia. Por cómo se enoja a veces la gente conmigo, por pavadas, pienso que todavía sigo en la infancia. Y yo les digo que si hablo pavadas o ando tirando chistes es porque soy pava nomás, y porque la gente está triste y trato de romper el hielo. Mi papá me decía Dios te cuida de chiquita y cuando entré a la adolescencia me regaló un dije de Ceferino que le había dado uno de mis abuelos. Atravesé todo el secundario y la vida universitaria con mi Ceferino colgando (junto con la cola e’ piche en el bolsillo, pero eso ya lo conté). Después vinieron las razzias y me acusaron de todo por llorar a quien no debo, por amar a quien no debo, por rezar a quien no debo. Pero si yo ya lo sé. Yo ya sé todo lo que han dicho del Diego. Yo ya sé también lo que le (nos) pasó con Ceferino. Yo ya sé muchas cosas. Me callo de respetuosa nomás porque si hay algo que nunca jamás le haría a nadie es abrirle un juicio en el sitio exacto donde sangra el corazón, o donde cobra vida. Eso hacen los adoctrinadores. Eso hace el dogmatismo. Eso hace la policía de los sentimientos. Eso hacen los intolerantes. Yo no soy intolerante, soy un pedacito de esta época enferma en la que si llorás un poquito porque una parte de vos se murió por lo que significaba algo te dicen que sos un tontito, y te enseñan a pensar, a vos, porque “no te da”. Igual, mi papá me decía Dios te cuida por Dios, no por Maradona, pero por esas asociaciones del inconsciente de un niño yo pensaba siempre que Maradona también me cuidaba. Mi viejo era bien hincha de River, pero como corresponde a cualquier pibe de barrio, él también amó a Maradona. Mi viejo, un tipo contradictorio que me regaló la cadenita con el Ceferino y me hizo mirar mil veces el gol a los ingleses para que se me grabe el azul del cielo. Eso somos: una identidad que se escurre del canon de todo lo que debería ser. Yo hoy pasé la tarde escuchando esa canción hermosa que escribió Alejandro Bueno y que interpretó el potro Rodrigo (¡qué potro Rodrigo!) y también lloraba. A mí me parece que a este momento ya les sobran peros. Siento que se está cortando el tendón o la arteria que mantenía el circuito unido de corazón y cabeza. Pero digo esto de “cabeza”, nomás.


(Nota en Facebook)


***



Sebastián González (Gral. Roca, Río Negro)


Ingleses, Maradona y Dios


no tendrían que haber sacado

a Riquelme

a cinco minutos del final

nos confiamos

ya no somos buenos en nada

¿por qué nos metemos tan atrás

cuando vamos ganando?

hay que cuidar las piernas

me gustan las piernas

de marlene dietrich

¿por qué no lo liquidamos antes?

animals

animals

nos gritan animals

¿somos animals?

¿yo qué soy?

¿por qué maradona se droga?

¿está mal drogarse?

¿por qué después

sacaron a ayala?

¿pidió salir?

¿estaba cansado?

dentro de un par de semanas

con mansilla

seremos homeless

¿adónde iremos a parar?

¿y si se apaga valderrama?

¿por qué los ingleses

nos sacaron las islas malvinas?

las malvinas

¿son argentinas?

maradona

¿es dios?

¿por qué escribo este tipo de cosas?

¿quiero decir algo?

¿pienso en el lector?

si entraba ese pelotazo

cuando íbamos 2 a 1 arriba

serían hijos nuestros

hijos nuestros

¿por qué decimos que dios

es argentino?



¿dios nos ha abandonado?

¿dios ha muerto?

¿la culpa la tienen los beatles?

¿quién la tiene?

¿pekerman?

¿galtieri?

¿yoko ono?

domingo por la mañana

estoy solo y tomo mate

fumo estoy adormecido

confortablemente adormecido

con mansilla

seremos homeless

adónde iremos a parar

¿por qué fuimos a la guerra?

¿por qué perdimos?

¿estábamos ganando?

el cenicero lleno

el mate caliente

el piso barrido

los platos lavados

¿por qué no podemos volver al paraíso?

¿la manzana es una metáfora del sexo?

tu hijo, señor, te pidió que nos perdones

porque no sabemos

lo que hacemos

pero maradona nos vengó

maradona les tocó

el culo a los ingleses

si maradona se droga

¿yo también puedo?

¿por qué no puedo volver al paraíso?

¿yo qué hice?

¿puedo tener un dios personal?

¿por qué ya no somos campeones del mundo?

si éramos derechos

y humanos

y maradona es zurdo

¿quiere decir que él es inhumano?

¿maradona es dios?

¿el camino de la izquierda es la salvación?

¿en las islas malvinas juegan al fútbol?

si yo no voy nunca a la iglesia

¿estoy condenado?

¿maradona está condenado?

¿y mansilla?

yo quiero volver al paraíso

y tenerla a eva correteando

desnuda al lado mío

¿por qué los futbolistas tienen tanta guita?

¿por qué la iglesia tiene tanta guita?

¿voy a ir al infierno?

¿el infierno es ir ganando

y que te den vuelta el partido

en dos minutos?

¿los ingleses están en el paraíso?

¿en el paraíso no se podía tener sexo?

¿eva tiene la culpa?

¿la manzana es una metáfora

de eva

del sexo

de eva?

si de ahora en más no tengo sexo

¿me salvo?

¿los curas tienen sexo?

¿con quién?

¿cómo se dice “el sexo de eva”

en inglés?

¿cómo se dice “me gustan las piernas

de marlene dietrich

y el sexo de eva”

en inglés?

si dios salva a la reina

¿maradona es el anticristo?

¿se puede hacer poesía con una pelota?

¿para qué sirve la poesía?

¿por qué perdimos si íbamos ganado?

¿la guerra es como el fútbol?

¿adónde iremos a parar

con mansilla

si seremos homeless?

¿y si se apaga valderrama?

¿y si se apaga?


En Última poesía argentina. En Danza, Bs.As., 2008


***

Liliana Campazzo


Yo me robaría el cajón de Maradona.

Saldría en un carro de botellero

como los que había en mi barrio

cuando chica.

O mejor en el carro de Pascualito

que pasaba por el frente

de la casa de mi nona.

Me robaría al diego 

para pasearlo por todos los barrios

de pibes pobres

por todos los bordes

de los bordes.

Dejaría que lo tocaran

le tiraran flores, camisetas,

pelotas de trapo, besos.

Lo peregrinaría a Luján,

o hasta el mismo límite

en Ushuaia.

Lo pasearía con una orquesta

que tocara cumbias, tarantelas

el ji ji ji de los redondos.

Todas sus mujeres bailarían atrás

y habría diez cuadras con sus hijos

caminando.

Dos caballos oscuros 

arrastrarían ese carro.

Un recorrido eterno

dando vueltas

aviones dibujando con humo

10 en el cielo.

Vendedores de gorras

remeras

pelotas

salvarían este año de miseria

Choripanes pochoclos 

tipos vendiendo pelotas con su cara

banderitas.

Me robaría el cajón

con las flores

y lo sostendría en este viaje

hasta que el sol la lluvia

la tierra el viento

lo volviera cenizas

que volaran

por todo el territorio 

de la patria.


En Facebook

***

Aldo Novelli (Neuquén)


En el bar de la esquina


El otro día estaba en el bar de la esquina tomando una cerveza

mientras veía por enésima maravillosa vez

el gol de Maradona a los ingleses/

entonces en la mesa de al lado

alguien dijo:

- miralo a ese negro villero la guita que hizo -

- y que querés/ hay que ser bruto y pegarle a una pelota para triunfar -

- y encima se floreó por el mundo con la camiseta del Che/ qué vergüenza! -

- otro hijo de puta ese desgraciado/ menos mal que lo liquidaron -

- deberían volver los milicos - dijo otro

- si así revientan a este negro drogón/ como reventaron a los terroristas -

- sí/ hay que matarlo/ así no habla más -.


Yo tragué el sorbo de cerveza más caliente que haya tomado en mi vida

y miré preocupado hacia el costado

pensé que había descubierto una confabulación terrorista-musulmana

o a un grupo de mercenarios despiadados preparando un asesinato

en el viejo bar de mi barrio

pero me equivoqué.


Eran cuatro señores muy elegantes de saco y corbata

con autos caros y alarmas que espantan a los que se acercan

tomando café en el bar prohibido de mi infancia.

Eran cuatro típicos burgueses argentinos

esos respetados hombres de bien

integrantes de la maravillosa clase media argentina/

ésa que nos ha diferenciado siempre/ del resto de Latinoamérica.

Eran cuatro señores con cara de tipos preocupados

por los graves problemas del país

arreglando los males de nuestro pueblo.


Muchachos/ esto no es un poema/ ni mucho menos

esto es un grito de alarma

en el querido bar de mi barrio

hay cuatro tipos

preparando un magnicidio.


***


Gerardo Burton (Neuquén)


1982


al muere

el país

ese abril fue

seguro a la

derrota

que allí

en las islas

del frío

aguardaba


sólo sirvió

de espejo

a los dictadores


garras y colmillos

despedazaron

trituraron

sin perdón

sin clemencia

a los pobres

del suburbio, a los

recién venidos

cabecitas

del escarmiento


en el muñón

les creció

maradona


de tranvía 4, con doble zeta, 2013


***



Oscar Sarhan (Neuquén)


Una vez, vi esta pintura en la pared 

de una callecita de San Telmo.

Me quedé un rato en ella, 

en sus luces y sombras...

El rítmo.

El fuego me atrapó.

Los adoquines omitieron opinión. 

No fue la siesta, ni la tarde.

Fue su tiempo un único gol.


Texto que aparecerá en la reedición de Desamurados


***


Omar Chauvié (Santa Rosa, La Pampa)

I

pelé era el rey

maradona el pelé blanco

francéscoli el príncipe

marcelo tejera será

el maradona rubio

maradona blanca



la


 


II  

la 

la 

la 

lé 



III


y no quiero olvidarme

del mariscal perfumo

 

quién abolirá

los títulos nobiliarios?

moreno?

alfaro moreno?

y la esclavitud?

y el racismo?

y el racinguismo?


 De “Ernesto Guevara quiere ser Papá Noel y otros papeles”, 2010


Pablo Lombard (Plottier, Neuquén)

México 86 

<Celeste. Entre las sombras del estadio el pequeño hombre descalzo toma la pelota, gira sobre sí mismo, rompe en velocidad sin que nadie lo espere y se saca dos rivales de encima en la misma jugada. Encara al próximo inglés, izquierda o derecha, izquierda o derecha, ninguna de las dos, como una flecha lo supera y lo deja dando vueltas. Todo el estadio, los ingleses, y hasta el mismo sol lo siguen sin poder alcanzarlo. Llega al área grande, el arquero achica, el arco parece cerrársele, pero engancha nuevamente, en velocidad desparrama al arquero, todo el público en las tribunas se pone de pie sin poder creer lo que está pasando hasta que, con el último segundo de equilibrio, alcanza a acariciar la pelota hacia el arco contrario. El estadio contiene la respiración, el tiempo se vuelve eterno, las sombras recuperan su lugar y el mundo estalla a sus pies. ¡Goooooooooool!>

La pelota entró suavemente al arco, mientras la humedad en la arena se desvanecía tras de sí. Tirado en la playa, agotado y revolcado por la hazaña futbolística apenas realizada, pude sentirlo. Lo ganáramos o no, el mundial ya había terminado. Todavía faltaba la final contra los alemanes, pero qué más podía pasar después de lo que había hecho Maradona.  Todo estaba hecho, pensé y enseguida tuve una sensación difícil de explicar. La Marea volvió a ser esa enorme y solitaria extensión de arena al descubierto. Ya no quedaban rastros del agua que mágicamente había desaparecido en la bajante, y que pronto el mar volvería a reclamar como propia cuando subiera otra vez. Un niño y su pelota, rodeados por toda esa inmensidad y nada más. Lo único que pude ver fue el profundo celeste del cielo abierto sin nubes a la vista, bañado por la claridad de la luz del sol, insoportable a los ojos abiertos. Otra vez pude percibirlo. < ¿Esto es lo que sentirá Marcelo ahora? > quizás.  

A lo lejos vi que la marea avanzaba, debía volver a casa. Caminé hacia donde había dejado las alpargatas, en el límite exacto en el cual la arena caliente ya no permitía andar en patas. Ya calzado, corrí hasta la calle que estaba unos metros más allá y fui a casa. No debía tardar mucho ya que emprendíamos viaje en cualquier momento. Para variar, en San Antonio no volaba ni una mosca. Apenas algunos autos a lo lejos y algunos vecinos despertando de la siesta. 

Cuando llegué a la casa ya estaba todo listo para salir rumbo a Valcheta. Mi familia no mostró mayor preocupación por el tiempo que me ausenté, o lo justo de mi llegada. Sólo atinaron a preguntarme si todavía tenía ganas de ir. Por supuesto que quería, tanto había escuchado hablar de ese pueblo que no podía perderme ese viaje.

Salimos con los últimos minutos de sol. Ya en ruta pude ver cómo el mar enorme y celeste nos acompañaba en una de las banquinas hasta que lo abandonamos para adentrarnos en la estepa.

Negro.

Todo oscureció. Las luces del auto fueron dibujando el camino a medida que avanzábamos, y el silencio se adueñó del ambiente. Resistí el sueño esperando que nos cruzáramos con alguno de los animales que habitaban en el desierto. Nada de eso pasó. Llegamos a Aguada Cecilio y lo único que a duras penas se dejó ver en la ruta fue el mismo camino. Paramos unos minutos en la vieja estación de trenes del pueblo para controlar el estado del viejo Opel, ir al baño y estirar las piernas. Sólo algunas casas dejaban ver luz en su interior y no había nadie en la calle. El frío del monte era amo y señor del pueblo. Caminé unos pasos más allá del auto hacia el andén, y mientras esperaba el llamado de mis viejos para seguir viaje me senté en la plataforma donde los pasajeros subían el tren. Mis piernas colgaban sin que mis pies pudieran llegar al piso, menos aún a las vías oxidadas que pasaban delante de mí. A ambos lados no se veía movimiento alguno ni luz que hiciera pensar en algún tren acercándose. Me dejé caer desde donde estaba sentado hacia uno de los durmientes y luego me paré sobre una de las vías. Pensé en seguir camino a pie por ahí, no había forma de perderse, hacia uno de los extremos llegaba a San Antonio y en el otro a Valcheta. Delante de mí la otra vía y más allá el campo. Ninguna calle, vereda o alambrado, el pueblo terminaba en la segunda vía. La oscuridad total y el silencio se sumaban al frío para adueñarse de todo. Una vez más pude percibirlo. < ¿Sentirá esto Marcelo? > quizás. 

 Escuché el llamado de mi papá. Trepé al andén y en unos pocos pasos a tranco apurado llegué al auto. Estaba todo en orden, el viejo Opel seguiría viaje sin problemas hasta llegar. El último tramo del viaje era el más corto por lo que en menos de una hora llegamos. El pueblo no se dejaba ver mucho en la noche. Sin escalas fuimos a la sala velatoria. Llegamos, bajamos del auto y entramos sin demasiadas vueltas.

Gris.

El humo de los cigarrillos cubría la sala desde la altura del pecho de los más grandes hasta el techo, mientras un silencio mentiroso intentaba sostenerse. Uno a uno fuimos saludando a los presentes. Familiares, parientes, conocidos y desconocidos. En su mayoría, tristes, desconsolados o callados. Un pequeño grupo amagaba con sostener una charla en un rincón contiguo a la puerta de la habitación que estaba al fondo de la sala. Entre saludos fríos y distancias nos fuimos arrimando a ellos. Estaban todos en torno a una mesa ratona, acomodados en un sillón grande y algunas sillas como en un fogón al que sólo le quedan brasas. Era el lugar de la familia, y luego de la breve interrupción generada por nuestro saludo retomaron la charla. El Negro Argañaraz continuó con lo que estaba diciendo antes, yo no entiendo nada de estos aparatos nuevos, ustedes saben de lo que les hablo, y el Miguelito Tapia tampoco, pero es creer o reventar… sin decir agua va, el auto arrancó, así como de la nada y lo sacó del medio del bajo del Gualicho. Es así, dijo una de las señoras copetonas, el tipo volvió a la vida en un instante, cerró el Negro, hay cosas que no dominamos, siguió en tono reflexivo para luego rematar, somos simples cartas que juega el destino. Me alejé, algo en mi interior me pidió que lo hiciera.

 

Apartado, en una habitación dentro de la sala, estaba el cajón custodiado por una enorme cruz colgada en el fondo y un montón de flores a los lados. Me quedé helado en el lugar en el que estaba parado. No entré, miré desde afuera lo que sucedía sin entender demasiado. Había una sola persona acompañando la escena, apoyada en el borde del cajón lloraba mientras sostenía su mirada en el interior. Lo miraba a él, no había dudas. Él estaba ahí, pero a la vez no estaba. Era algo confuso y muy triste. Lentamente, la situación me fue contagiando y mis ojos empezaron a mojarse sin que pudiera comprender lo que me sucedía, sólo pasaba. Al borde del llanto, sentí que alguien me agarraba del hombro. Fue un salvavidas, sin poder contener las lágrimas, giré para ver quién era. Al notar que lo había visto, mi tío hizo un ademán para que saliéramos de la sala.

 

-Es hora de la cena, ¿vamos a comer algo? Tus viejos se quedan, después volvemos. Dale, vamos.


No respondí, simplemente acompañé la invitación. Salimos a la calle y el frío nos dio una bofetada, una de esas bien dadas. Otra vez se adueñaba de todo. Allí no podía estar, allí solo había ausencia y flores cortadas. 

Cruzamos la calle. Fuimos a comer al restaurant de los Mortada, frente a la sala velatoria. El menú era simple. Dos platos principales, milanesa o churrasco, y dos postres, queso y dulce o dulce y queso. Pedimos milanesas y no comimos postre, no estábamos de humor. No volvimos a la sala velatoria, fuimos a dormir a la casa de una de las tías abuelas. Una vez arropado en la cama, no tardé mucho en concretar el objetivo.

Nos despertamos con las primeras luces. Antes de emprender la vuelta fuimos a la misa que oficiaba el cura en la Iglesia del pueblo. Mi madre sabía cada uno de los rezos al igual que el resto de mi familia, prolijamente sentada en los asientos de la capilla. Para mí era todo tan nuevo como lo que había vivido la noche anterior, por lo que solo pude quedarme en silencio y pensar una vez más en lo que había sentido en los últimos días. Desde nuestra llegada no había percibido nada más que ausencia. Recién cuando el cura terminó su oración me animé a preguntarle a mi mamá eso que por lo bajo había estado masticando en mi interior. 

- ¿Qué hay después de la muerte? -  y mi madre sin inmutarse me respondió.

- Nada hijo, no hay nada.

- ¿Pero no sentimos nada? - insistí.

- Nada hijo, no sentimos nada.

En un segundo, las imágenes que había pensado posibles se desmoronaron. No hubo playa, no hubo campo, ni vías ni estación. No hubo calor o frío, menos aún luz u oscuridad. Se trataba de algo nuevo y desconocido, el vacío, la misma nada. Volvimos a San Antonio. 

¿Qué podía pasar? Ganamos el mundial y no hubo jugada contra Alemania que superara lo hecho por Maradona ante los ingleses. Al igual que Marcelo, no vi la final. Me enteré que habíamos levantado la copa del mundo al escuchar los festejos a la distancia, mientras seguía tirado en la playa de La Marea mirando el cielo, disfrutando el festejo de aquella interminable jugada que nunca me cansaría soñar posible con mis pies.

De La Marea, 2014


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