sábado, 17 de enero de 2009

Píldoras para seguir leyendo

Relatos mínimos, emociones máximas


Humor sin carcajadas pero con efecto residual; guiños cómplices que esconden la verdad cuando todos saben que no existe; moderno y posmoderno más allá de cualquier vanguardia; prosa poética pero no tanto; podría haber sido una novela quizás mala, pero no le falta ninguna palabra y sorprende su agudeza. Quizás tenga raíces en el retruécano español o en el aforismo fácil. Algunos lo asimilan a los epitafios, otros a los graffitis y algunos burócratas, a necrológicas o currículos vitaes. Se trata del microrrelato, microficción o minificción que esta semana entra (o sale) de la academia al público y de los autores a todos. En tres días, estudiosos, escritores, críticos, investigadores y públicos desmenuzaron este género que procura sorprender con ingenuidad y que engaña al pretender dar lo más con lo menos, como una reticente y pudibunda amante. La cita fue en el V Congreso Internacional de Minificción en la Universidad Nacional del Comahue, realizado entre el 10 y el 12 de noviembre en Neuquén capital.

Gerardo Burton
geburt@gmail.com



Una mirada superficial podría anotar que la fiebre del microrrelato o la minificción en la vida literaria actual tiene dos soportes fundamentales. El primero es que, por su brevedad, se puede incluir muchos textos en una gran cantidad en una pequeña publicación. Pueden leerse en el colectivo, de pie; en el bar mientras se aguarda la hora de la cita, en la cola del banco o en la sala de espera del médico.
El segundo es que resulta un recreo a los académicos: el microrrelato exige una suprema condensación de sentido; propone un juego de espejos o de ecos de referencias literarias o extraliterarias; puede recomendarse como un sudoku para mantener alerta el sistema neurológico.
Ninguno de ambos argumentos explican el furor que existe –en el mundo, en América, en Argentina y en la Patagonia- por escribir, leer y estudiar el microrrelato. Un insidioso podría arrimar una conspirativa teoría supuestamente elaborada por la industria editorial. Pero no es así.
No es literatura de veraneo, de esa autoayuda que deja tranquila la conciencia luego de haber leído algo agradable, ingenioso y de un sentido demasiado común al estilo José Narosky.
Al contrario, si el microrrelato está bien compuesto, el efecto residual es casi mortal, como el de algunos insecticidas. Una sonrisa que quiso ser carcajada y no lo fue por alguna nube pasajera, al rato se convierte en mueca amarga.
Claro que eso sucede con los de mayor vuelo pues no se trata de soplar y escribir microrrelatos, y hay el riesgo de que todo termine en una aventura intraliteraria de la que los lectores quedan –una vez más- fuera.
No hay peligro, sin embargo, cuando se trata de analizar la historia del género. Aunque los estudios más recientes fijan su tradición en un siglo o poco más –con el surgimiento del simbolismo primero y luego del modernismo, al menos en el ámbito hispanoamericano, con Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga y Rubén Darío en el trayecto-, sus orígenes pueden rastrearse más lejos: cuentos breves de Oriente –Japón, China, los persas, por caso-; las crónicas de Indias; los “carnés” de viaje. Y más todavía: epitafios latinos; epigramas; los graffitis que adornan muros en las ciudades modernas. Las greguerías.
El microrrelato se caracteriza por la brevedad, fragmentariedad, la reescritura de textos con un sentido doble o múltiple, empleo poético de la lengua, intertextualidad y humor.
Según Laura Pollastri, que investiga sobre minificción desde hace ya más de dos décadas, se produjo un doble proceso de legibilidad estética y de legitimación histórica con el género. Lo asimiló a lo ocurrido con el barroco, que en cierto modo, “fue rescatado por las vanguardias” de comienzos de siglo pasado. Es decir, el microrrelato “existía pero no se lo leía como tal, se lo asimilaba” a la prosa poética, al aforismo, al cuento breve, señaló.
Pollastri subrayó algunas características que permiten distinguir el microrrelato de los demás géneros, sean narrativos o poéticos: la escritura y el manejo de la palabra; el modo de construir determinada subjetividad que se acerca a la lírica, a una experiencia que no es estrictamente poética; la lectura previa –el microrrelato es un género para lectores, aseguró-.
En cuanto a los aspectos teóricos, se señalan la economía de recursos (en el microrrelato todo está dicho con menos palabras que las necesarias, mientras que sus componentes, en su totalidad, funcionan como estrategias narrativas; todo cuenta, en el sentido “económico”, todo suma, a la vez que en el sentido “narrativo” del término, todo relata.
Guillermo Bustamante Zamudio y Harold Kremer señalan que el cuento corto “se alimenta del poema, del ensayo, de la epístola, del relato, del cine, de la noticia periodística, de la tradición oral”.
El equipo del Centro Patagónico de Estudios Latinoamericanos –que también integran Bernarda Torres, Gabriela Espinosa y Silvia Mellado, entre otros especialistas e investigadores- subraya “la fuerza enorme del cuento en América Latina” como uno de los rasgos determinantes del fenómeno actual. Para Espinosa, por ejemplo, el microrrelato pasó por un “proceso de canonización mediante el cual pasó de ser un género menor a mediados del siglo pasado a la aceptación actual, inclusive por los medios masivos de comunicación”.
Se refirieron también a los vehículos no formales de difusión de los textos: blogs; minirrelato vinculado con los videoclips y otros lenguajes y estilos.



SELECCIÓN DE TEXTOS:




• Ana María Shúa

Simulacro

Claro que no es una verdadera Casa y las geishas no son exactamente japonesas; en épocas de crisis se las ve sin kimono trabajando en el puerto y si no se llaman Jade o Flor de Loto, tampoco Mónica o Vanesa son sus nombres verdaderos. A qué escandalizarse entonces de que ni siquiera sean mujeres las que en la supuesta Casa simulan el placer y a veces el amor (pero por más dinero), mientras cumplan con las reglamentaciones sanitarias. A qué escandalizarse de que ni siquiera sean travestis, mientras paguen regularmente sus impuestos, de que ni siquiera tengan ombligo mientras a los clientes no les incomode esa ausencia un poco brutal en sus vientres tan lisos, tan inhumanamente lisos.

Tarzán

Avanzando en oleadas malignas, las hormigas carnívoras no han dejado más que esqueletos blanqueados a su paso. Horrorizado, Tarzán sostiene en su mano temblorosa la calavera pelada de un primate. ¿Se trata de su amada mona Chita? Condenado al infinitivo, el rey de la selva se pregunta ¿ser tú, Chita, mi buena amiga mona? ¿La compañera que alegrar mis largos días en esta selva contumaz? ¿Ser o no ser?

Ana María Shúa nació en Buenos Aires en 1951. Tiene una importante obra en continua evolución, que abarca novela, literatura infantil, microrrelato, miscelánea y otros géneros. Entre sus obras figuran “Los amores de Laurita”; “Soy paciente”; “El libro de los recuerdos”; “La muerte como efecto secundario”.



• Rosalba Campra

En pos de la simplicidad

(dedicado a los correctores de estilo de las editoriales)

Esta historia no me pertenece. Tampoco puedo decir que como me la contaron yo la cuento, porque para menor afán de los personajes he ido cambiando varias cosas. Así, en mi versión, a la hija recién nacida de la nueva favorita no la roba una concubina despechada y la abandona en un bosque; ni los campesinos que la encuentran la venden a un carbonero; ni la mujer del carbonero, celosa, la cede gratis a uno de los ínfimos burdeles que rodean la ciudad, ni la toman prisionera los piratas cuando por fin ha conseguido escapar; ni el ilusionista que la rescata la usa para probar sus trucos más peligrosos; ni el príncipe heredero que se enamora de ella a verla en un espectáculo en palacio es asesinado cuando, después de haberle ofrecido matrimonio, está regresando a sus habitaciones sin la protección de los guardias; ni ella, de pie bajo la luz de la luna junto al estanque de los lotos empieza a desvestirse para poner fin a sus desdichas ahogándose; ni se oye el grito de la que un tiempo fuera la nueva favorita y es ahora emperatriz, que acaba de enterarse del asesinato de su hijo y que, asomándose a la ventana del pabellón especialmente construido para admirar la magnificencia de los lotos en flor, reconoce el lunar en forma de mariposa de aquella hija raptada hace tantos años en la piel blanquísima de la espalda de la desconocida que va entrando en el agua.

Rosalba Campra nació en Córdoba, vivió en París y actualmente reside en Italia, donde enseña literatura hispanoamericana. Ha publicado novelas y relatos –“Formas de la memoria”, “Los años del arcángel”, “Herencias”- y ensayos y editó libros-objeto.

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• Mario Goloboff

Historia

Había una vez un caballero manco a quien le dio por soñar con un escritor loco que pretendía destruir todas las obras de su tiempo, y fundar otra nueva, distinta, gigantesca.
Cuando despertó, y vio el paisaje al alba y el sol que aparecía, pensó que era destino justo de las armas el ser pasadas por las letras.


Tango

Aquel hombre bebió para olvidar a la mujer que amaba, y la mujer amó para olvidar al hombre que bebía.


Mario Goloboff: nació en 1939 en la provincia de Buenos Aires. Es poeta, narrador, crítico y docente universitario.


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• María Rosa Lojo

La pena

El hombre tiene una pena grande, domesticada como un animal, maciza. Es torpe, el pelo le tapa los ojos, y apenas puede mirar hacia delante. en las noches de invierno se sienta con el hombre junto al fuego. Él la protege, la alienta, no la deja morir porque la pena se le confunde con su vida misma.
Por las mañanas le abre la puerta hacia el mundo y ella corre por calles implacables, de cara al viento, extremada y oscura en un deseo que no sabe su objeto.

Las aguas grandes

Bajo las aguas más grandes de esta tierra hay una ciudad. No es una ciudad encantada ni sus habitantes conocen la eterna dicha. Trabajan en oficios silenciosos y se calzan los pies con botas mullidas que recuerdan la seda. Son pálidos y húmedos y evitan mirarse en los espejos porque sus ojos tienen el don de transparencia.
su ciclo es apenas un techo de roca parecido al cristal. Exploradores solitarios suben para tocar la superficie que filtra las vibraciones de luz.
Alguien –siempre- mira desde abajo, con sed y amor, las aguas que se despeñan. Piensa que podría abrir una mínima compuerta y salir al otro lado del mundo donde el cielo termina. Pero el miedo es más fuere y decide aguardar a que el día acabe y la luz se retire, para llorar su pérdida.


María Rosa Lojo nació en Buenos Aires en 1954. Es doctora en letras, poeta, investigadora del Conicet. Publicó 16 libros de ensayo, narrativa y poesía-microficción; entre ellos: “Visiones”, “Forma oculta del mundo”.

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• Eugenio Mandrini

No todo es desierto en el desierto

En los tiempos en que gobernaban los poetas se castigaba duramente a quienes no lo eran, como el caso de ese que fue abandonado en el desierto donde, sin embargo, no murió de sed, ni de no saber nadar cuando el viento hacía oleajes de las dunas, ni de inmensidad, ni de ausencia de oasis o lluvia o manta en la noche de fiebre. Y ni siquiera murió de muerte.
Se hizo espejismo.
Sus camaradas de fulgor coinciden en reconocer que nunca hubo en el desierto un poeta como él en el viejo arte de crear visiones de la nada.


Parpadeos

Hay tres clases de ciegos, ¿o tres no es el número perfecto? está ese al que no hay explosión ni asamblea de luciérnagas que lo saquen de la sombra profunda. Está el otro, el que aún ciego, conserva un esbozo de penumbra y al resplandor de un fósforo queda de pronto en éxtasis y bajo la luz furiosa del mediodía cree que los ojos le vuelven. Y finalmente está aquél, ese que palpa afanosamente los contornos y las grietas, los movimientos y temblores de los breves mundos. Ése, el tercero, es el amante.

Eugenio Mandrini nació en 1936. Sus microrrelatos aparecieron en las revistas Puro Cuento y Ñ. También escribió poesía –“Campo de abismo”, “Parpadeos para el ojo que sale de mí”- y es miembro de la Academia Nacional del Tango. El año pasado obtuvo el premio nacional de poesía instituido por la revista Nómada.

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• David Lagmanovich

El teniente me dijo

El teniente me dijo que yo era un negro roñoso. Le contesté negro sí, no lo niego, pero yo me aseo todos los días, mi teniente. El teniente me dijo que me había desacatado y me condenó a tres días de calabozo. Cuando salí, el teniente me volvió a decir lo de negro roñoso y no contesté nada. Después el teniente me dijo algo sobre mi hermana, que había venido del interior a visitarme. Le pedí con todo respeto que no hablara así de mi hermana. El teniente me dijo entre risas que él me hablaba como quería, y que ya éramos cuñados. Entonces sentí en la mano el fierro que llaman arma reglamentaria y apreté el gatillo. El teniente no volverá a decir nada nunca más.


David Lagmanovich nació en Córdoba en 1927 pero se considera tucumano. Es escritor, periodista y profesor universitario. Publicó más de 30 libros, entre ellos “Códigos y rupturas: textos hispanoamericanos”; “Microrrelatos”; “La hormiga escritora” –narrativa y crítica- y “Oficio de palabras” –poesía-.

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• Raúl Brasca

La participación del público

cuando salió al escenario aquel famoso lanzador de cuchillos y pidió al público una ayudante, todas las muchachas levantaron la mano. La elegida se paró contra la placa de madera con los brazos en cruz y el lanzador preparó cinco cuchillos que lanzó con inaudita velocidad. Los dos primeros clavaron a la madera las manos de la muchacha; otros dos le cortaron las orejas con la precisión de un cirujano; y el quinto le atravesó limpiamente el corazón. el público aplaudió a rabiar, pero cuando el siguiente lanzador requirió también una asistente, las muchachas se hundieron en sus butacas procurando desaparecer. Sabían que era un principiante.

Raúl Brasca nació en Buenos Aires en 1948. Es autor de ficciones, crítico y ensayista. colabora con suplementos literarios de diarios nacionales. Publicó el volumen de microrrelatos “Todo tiempo futuro fue peor”.



DICEN LOS QUE ESCRIBEN

• Siempre hemos leído microrrelatos, pero en formato de necrológica, currículo vitae o anuncio por palabras. La diferencia está en la elección del tema, el tono de la narración y la voluntad de crear una historia, tres requisitos que impiden que ciertos informes policiales se conviertan en obras maestras del género, porque el microcuento es una mezcla de haiku, horóscopo y video clip. Fernando Iwasaki.
• La minificción es el género literario más reciente y complejo, el más irónico y experimental. Es un género serial, que dialoga con la escritura literaria y extraliteraria. cada minificción es una maquinaria textual que propone una manera de releer lúdicamente la historia de la literatura. en el siglo XXI es natural interpretar o reinterpretar novelas o cuentos como una serie de minificciones. Lauro Zavala
• Los microrrelatos tienden a desaparecer si se los mira de frente: son demasiado tímidos y traslúcidos. Para escribirlos, basta con tomar un poquito de caos y transformarlo en un miniuniverso. Como las pirañas, son pequeños y feroces. Aconsejo descartarlos si no muerden”. Ana María Shúa
• La minificción tiene la capacidad de transgredir, con gracia y precisión, nuestras expectativas de lectura: es el reverso insospechado de los que habíamos aceptado como realidad. Juan Armando Epple


Bibliografía consultada

Pollastri, Laura (ed.): El límite de la palabra. antología del microrrelato argentino contemporáneo, Palencia (España), Menoscuarto, 2007.

Diario El País: Entrevista a José María Merino, Madrid,01/09/07.

Lagmanovich, David y Pollastri, Laura: Microrrelatos argentinos, Gral. Roca, Publifadecs, 2006.