miércoles, 18 de agosto de 2021

A propósito de "Wualichu", de Lydia Helander

Texto leído durante la presentación del libro "Wualichu", de Lydia Helander, el 17 de agosto de 2021 vía zoom. De la actividad participaron Patricia Saragüeta como coordinadora, Liliana Campazzo como co-presentadora y la autora, que leyó poemas. A continuación se reproduce la lectura a cargo de Gerardo Burton


Gerardo Burton (geburt@gmail.com)



Lydia Helander ya no vive en Patagonia. Pero me escuchó, en algunas de nuestras reuniones domingueras, hablar con cierto énfasis de los poetas y escritores patagónicos que yo elegía para leer. Así, decidió enviarme por correo su libro Wualichu, que transcurre en esta región cuya magia y misterio encantan, cuya gente y su historia enamoran. Lo recibí una mañana fría de este invierno atípico, seco, pandémico. Y fue una alegría, sin dudas.

Entonces, quiero agradecerle a Lydia la invitación para estar aquí esta tarde y decirle, con Liliana Campazzo, skäll (skol), salud. Dice Liliana en su prólogo que, mientras leía estos poemas, la memoria se le convertía en un bordado delicado “como encajes de Flandes, pero también una matra de lana gruesa teñida con calafate o jarilla”. Y coincidimos: éso es el poema, un tejido, un bordado y, cuando hay dolores, un zurcido. 

martes, 3 de agosto de 2021

Voces en el desierto

 Este texto pertenece a Haydée Leguizamón, integrante del taller "Romero y Laurel", que coordina Lilí Muñoz, una incansable maestra de lectura y escritura de Neuquén y la región patagónica. Se reproduce aquí por gentileza de su autora. Lo compartimos con nuestros lectores por su calidad y su originalidad. Las fotografías ilustran cómo las mujeres afganas recitan los landays, forma poética tradicional que aborda temas de amor, dolor, guerra, patria y consiste en dos versos, de nueve sílabas en la primera línea y trece en la segunda. 




En días de invierno cuando el viento golpea las ventanas y silba soledades, me cubro con poemas encontrados en Oriente.

Hay algo con aquellos espacios de velos, desiertos, camellos y misterios que llaman a mi puerta. Hay un hilo interior que me lleva al encuentro de poemas persas, sufíes y landays

Entre cadenas montañosas de un país patriarcal, hay ciudades o aldeas donde circulan versos dichos en voz baja y lejos de los hombres que someten. “Los pequeños horribles”. Así los llaman ellas.

Afganistán. Tierra de guerreros descendientes de Gengis Khan.

Entre invasiones extranjeras, guerras civiles y tradiciones primitivas, las mujeres quedaron invisibles y presas detrás del burka enrejado.

Una frase afgana sintetiza la concepción de la mujer.

            Naqis-ul-aqal

                                  Dotadas de facultades limitadas. 

Históricamente sometidas por padres, hermanos o maridos.

Niñas vendidas a viejos. Casamientos arreglados. 

Toda sociedad resiste ante la opresión.

Y es así que las mujeres afganas de la etnia pastún crearon los landays. Surgieron en los campos de refugiados. Espacios de promiscuidad, violaciones y castigos.

La fortaleza surge de la palabra. El lenguaje construye sentido.

Desde la oralidad como cantos de libertad aparecieron versos breves sobre el amor, la guerra, el castigo, la lucha, el sometimiento.

 Mujeres campesinas, universitarias, periodistas o alumnas decidieron escribirlos para que permanezcan en el tiempo y la memoria.

Detrás de los velos gasas, el horror.

Castigos de viejos a esposas niñas. La sumisión es una cualidad que se debe respetar. Se puede cortar la nariz, las orejas, o quemarlas.

   “Me vendiste a un hombre viejo, padre/ Que Dios destruya tu casa, yo era tu hija”. 

      “Gentes crueles, veis que un viejo me arrastra a su lecho/ ¿Y preguntáis por qué lloro y me arranco los cabellos?”


Las poetas tomaron recaudos ante el peligro a ser descubiertas.

Compartieron sus versos y descubrieron a James Joyce, Balzac, Tolstoi, Dostoievski en centros de costura y bordado.

El amor y el desamor se escribe. El goce amoroso espera debajo de una almohada. 

   “Brillante luna, por el amor de Dios/no ciegues a dos amantes con una luz tan desnuda”.


   “Amor mío salta mi techo y no temas nada/si se rompe, el pequeño horrible está ahí para repararlo”.


La libertad buscada en la escritura no siempre se logró. Nadia Anjuman poeta y periodista luchó por los derechos de las mujeres afganas. Fue asesinada a golpes por su esposo.

Zarmina, poeta quemada a lo bonzo. Ante la prohibición de salir, decía sus poemas por teléfono. 

Memoria, justicia, tributo.


¿Y en Occidente? ¿En América Latina? ¿En Argentina? ¿Qué ocurre con algunas mujeres?

¿Se podría construir un landay que vindique a una mujer en el siglo XXI?

Creo que un landay espera para la mujer que simbólicamente es lapidada, acusada, denigrada, insultada.

El lenguaje permanecerá a través del tiempo. La historia lo escribirá.