por Alejandro Flynn
Se
oye como música a lo lejos. Un raro sonido que va acercándose a la
ciudad de Buenos Aires. Los defensores sabrán luego que son gaitas,
del cuerpo de Highlanders escoceses y que animan al batallón
británico que está a las puertas de Miserere.
Luego
entrarán como olas rojas por cada calle; ya nadie duda de que son
ellos invadiendo de nuevo, aunque muchos más esta vez. El poblado
espera; desde las azoteas con sus enormes fuentes que lloverán agua
hirviendo, tras los improvisados parapetos, asomados reja a reja de
las casas. El negro Miguel Nadal, que morirá en esa jornada y que
sigue amontonando piedras -que serán como flechas certeras contra el
león imperial-, dice, risueño, a su patrona: “son empeñosos los
gringos, amita, que se vayan viniendo nomás al baile…”