Relatos breves de un itinerario que abarcó parte del Distrito Federal y ciudades y pueblos de la península de Yucatán entre Cancún y Campeche. Una aproximación a un país exuberante en su historia, su cultura, su geografía y su pueblo.(Publicada originalmente en www.vaconfirma.com.ar)
Gerardo Burton (geburt@gmail.com)
Xochimilco, los jardines flotantes. Se trata de adivinar, siempre, qué hay debajo, como apelando a un esfuerzo metafísico. Debajo de las catedrales construidas con las piedras arrancadas a las pirámides demolidas, cuyas ruinas y cimientos quedaron sepultadas por los edificios de la conquista. Este canal forma parte de un antiguo sistema lacustre, es un sobreviviente de las capas de “civilización” posterior a la azteca.
Unas barcas chatas, con toldos, tripuladas por jóvenes (varones y mujeres) que las conducen con postes delgados y largos circulan masivamente y configuran una fiesta (otra más) sobre el agua. Son las trajineras multicolores, algunas con conjuntos de mariachis que animan el cauce de orilla a orilla; otras van con familias que festejan la salida; hay quienes se están casando o vienen de la ceremonia y siguen la fiesta; en otras suben jóvenes con heladeras portátiles repletas de cerveza, ron, tequila, mezcal y parlantes que atruenan y compiten con los mariachis.
Como todo en México, el color se despliega en una cantidad de tonos y paletas donde predominan azules, amarillos, rojos y verdes por encima de los sepias o tierras que acostumbramos los habitantes de pampas o patagonias. La fiesta no deja de esconder un asomo de tristeza, un sesgo de dolor. La naturaleza mantiene el deseo. El deseo mantiene la pasión, que mantiene el dolor que huye al deseo que vence la tristeza que abre a la angustia. Una cadena suave, terrible pero no menos real.
No hay horario para no comer. Los puestos callejeros están siempre abarrotados. Los olores (carnes asadas y fritas, picantes, verduras, frutas, especias) siguen la fiesta del color y cada caminante interrumpe, como si no pasara nada, su andar para comer.
Eso ocurre todo el día. En puestos, restoranes, cafés, taquerías. Mezclas de olores, sabores y colores en una especie de mosaico multicultural. O un amate que pinta la vida del barrio. Quizás el ser plural sea la principal característica de México. Plural en todo: historia, cultura, gastronomía, religión. Hasta la muerte es plural. El pueblo es plural e integrado (sincretismo, acota el guía), aunque asomen las exclusiones del neoliberalismo. Las poblaciones tienen muros contra el colonialismo, muros involuntarios que bloquean las medidas contra la migración a los Estados Unidos.