Una selección de poemas que se distribuye de manera digital debido a las restricciones impuestas por la pandemia, y en papel en librerías y entre escritoras y escritores de la región.
Gerardo Burton (geburt@gmail.com)
La pandemia exige buscar formas de participación diferentes: no presenciales por menos contagiosas; distantes, pero no menos próximas. Se trata de burlar las restricciones que se imponen para eludir el virus Covid-19, burlarlo y mantener la comunicación.
Con las etiquetas propuestas por los organismos defensores de los derechos humanos, #PlantamosMemoria, #45AñosDelGolpeGenocida y #Son30Mil, se realizó una selección de textos.
El más antiguo pertenece a Federico García Lorca, está tomado del “Romancero Gitano”, publicado durante la dictadura protofascista de Primo de Rivera, y se titula Romance de la Guardia Civil española.
Luego, y ya en plena guerra civil cuando el generalísimo jaqueaba la Segunda República, sigue César Vallejo con un texto de “España, aparte de mí este cáliz”. Ya en la segunda mitad del siglo pasado, Ernesto Cardenal resiste a Tacho Somoza y, en Argentina, Juan Gelman, Juana Bignozzi y Glauce Baldovin aluden a las dictaduras desde los años sesenta, mientras Fonseca, Villarreal, Merli e Iglesias se refieren, específicamente, a la instaurada en 1976.
Por fuera del afiche, hay una yapa: los poemas de Gianuzzi y Gómez, que no se publicaron por cuestiones de espacio.
A continuación, los poemas:
Homenajes
el pueblo aprueba la belleza aprueba el sol
del espectáculo del mundo aprueba el sol
aprueba el río humano
en la pared de caras populares escribe “apruebo el sol”
¿no hay dolor o pena en el mundo?
¿humillaciones no hay y fea pobreza?
¿no cae la baba policial sobre la mesa de torturas?
¿no pisa y pesa la bota del tirano?
hay dolor y pena en el mundo
humillaciones hay y fea pobreza
cae la baba policial sobre la mesa de torturas
pisa y pesa la bota del tirano pero
el pueblo aprueba la belleza
bajo la baba policial escribe
bajo la bota del tirano de turno
sobre la mesa de torturas
escribe “apruebo el sol”
Juan Gelman, en “Relaciones”
Romance de la Guardia Civil española
Fragmentos
Los caballos negros son…
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.
--
Cuando llegaba la noche,
noche que noche nochera,
los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido,
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento, vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche
noche, que noche nochera.
--
¡Oh ciudad de los gitanos!
en las esquinas banderas.
Apaga tus verdes luces
que viene la benemérita.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿quién te vio y no te recuerda?
Dejadla lejos del mar,
sin peines para sus crenchas.
--
Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
doble nocturno de tela.
El cielo, se les antoja,
una vitrina de espuelas.
--
La ciudad libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entran a saco por ella.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.
Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de monedas.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando atrás fugaces
remolinos de tijeras.
Federico García Lorca, en “Romancero gitano”
--
XIV
siluetas de cartón
para corazones que dan la espalda
nos reunimos antes de olvidar los nombres
y aún revive alguna mano cálida
Juana Bignozzi, en “Partida de las grandes líneas”
--
Oda a las madres
Sobre el frío paisaje de la ausencia,
sobre la misma pena intransitiva,
sobre la interminable angustia de la espera;
sobre todo el dolor/
rondan y rondan los pañuelos blancos.
¡Ay, madres! Los asesinos
llevan rastro uniformado.
Frente a los generales de la muerte
frente a los monseñores desalmados
frente a las burocracias indolentes
frente a los tibios jueces desmadrados.
Frente a los altos muros de la noche/
rondan y rondan los pañuelos blancos.
¡Ay, madres! Los asesinos
llevan el rostro marcado.
Sobre todos los días de la tierra,
sobre el horror de un tiempo mutilado.
Sobre las escrituras malolientes,
sobre un mundo de un dios crucificado/
rondan y rondan los pañuelos blancos.
¡Madres! Hoy/ los asesinos
llevan el rostro borrado.
Pero los pañuelos blancos
rondan y rondan y rondan
por amor. Por el coraje agitados.
Ricardo Fonseca, en “Animal lingüístico”
--
Cabeza final
Todas las ideologías le dieron de palos.
no conoció la alegría de lo posible.
La humillaron la historia del mundo
y la vergüenza de su país,
la calvicie, los dientes perdidos,
una oscuridad excavada bajo los ojos,
el fracaso personal de su lenguaje.
El obrero que respiró en su interior
ávido de oxígeno y universo continuo
dejó caer el martillo. fue la razón
quien cegó sus propias ventanas. Pero tampoco
encontró en el delirio conclusión alguna.
Por eso, quizás no fue tan descortés
esa manera de negar el mundo al despedirse.
Sucedió así:
reposando sobre la última almohada
volvió hacia la pared
lo poco que quedaba de su rostro.
Joaquín Gianuzzi, en “Cabeza final”
--
XV
¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo!
¡Cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,
del verdugo a pesar suyo,
y del indiferente a pesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate tres veces,
y del que te negó, después tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!...
César Vallejo, en “España, aparta de mí este cáliz”
--
VII (2)
y el derrumbe inmemorial cuando tembló su vientre
que es el mismo vientre de la tierra.
Aljibe donde los rostros fueron sepultados
torturas y balanzas con las que administran justicia
y los clavos con los que clausuraron nuestras puertas.
No hay más llave que la que fuera encontrada en los volcanes
donde él cribara las cenizas
ni otro sendero que aquel que recorriera.
Glauce Baldovin, en “Poemas”
--
(puesto)
el puesto está solo/ como el viejo /
murió calfü/ que ladraba allá y acá /
murió de frío/ o de viejo nomás/ no parecía //
el viejo no habla más/ está solo /
olvidó la lengua/ viento dice más fuerte /
tierra golpea y esculpe/ nieve dibuja y tiñe /
sol pinta y describe/ mata persiste /
como el viejo/
olvidó la lengua//
Rubén E. Gómez, en “Viejo viento blanco”
--
¿El tres de febrero es una fecha patria?
entró al tajo
la espada del rebelde
el tajo de Cabral
soldado heroico
el mismo que había
puteado por lo bajo
viéndose morir
en catre de lona
cubriéndose de gloria
para el estribillo
dijo el general
cubriéndome de tierra
dijo Cabral
Verónica Merli, en “Desorbitados. Poetas novísimos del sur de la Argentina”
--
Gorilas
Hoy llueve
las tortas fritas se desparraman
en la mesa de hule
la abuela dice que antes la harina venía mejor
hasta que llegó El General
y dejó sin trigo al sur
eso fue a fines de los 40
desde entonces
las manos perdieron el pulso
y la risa se agremió en otras ropas
la ventana devuelve el café nublado
afuera caen gorilas de punta
Leonardo Iglesias, en “Desorbitados. Poetas novísimos del sur de la Argentina”
--
1976, año del Dragón
¡Va a nacer un dragón!
Pónganle cadenas a la madre
¡Va a nacer un dragón!
Maten al padre
¡Va a nacer un dragón!
Róbenselo
Va a nacer un dragón.
Juanse Villarreal, en “Desorbitados. Poetas novísimos del sur de la Argentina”
--
Si cuando fue la rebelión de abril
me hubieran matado con ellos
yo no te habría conocido,
y si ahora hubiera sido la rebelión de abril
me hubieran matado con ellos
Ernesto Cardenal, en “Epigramas”
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