Selección por Gerardo Burton
Ajuste de cuentas
El príncipe me creyó cautiva de sus buenas maneras, el verdugo me hablaba de amor balanceando el hacha con su mano más diestra. Y el vagabundo gobernó mi cabeza con su trozo de pan debajo del brazo. Hubo muchas veces y muchos golpes. La última, abrí las piernas y puse las agallas encima de la mesa.
Carmen González Chacón (La Habana, 1963), en Y mi verso voluntad
VII
Voy a quitarme la distancia
Como suprimo zapatos para andar por la hierba
Como quien se quita la camisa el vino la niebla la guitarra
Por ahí vienen los versos y debo estar limpio
Me estorban los lentes y el pañuelo para andar más de prisa
Además veo bastante y en mis ojos no hay lágrimas
Con su permiso voy a quitarme la distancia
Alex Pausides (Pilón de Manzanillo, 1950), “Cotidianas” (fragmento) en Arte arcaico
XII
¿Por qué el futuro convoca
como una luz que nos llama,
si pendiente de su flama
un ancestro nos evoca?
Con su paráfrasis loca
nos quiere mostrar rotundo
un saber recto y fecundo
en un joyero de estreno.
¡Porque el futuro es ajeno,
lanzo mis luces al mundo!
Jesús Sama Pacheco (Mariel, 1950), en Las culpas del inocente
Prólogo
Y mi pluma se convirtió en una lamparilla chinesca.
La débil luz rozaba el papel e iba desapareciendo, línea a línea, el poema.
Mas, al puntear la última línea, se inflamó el papel, la lamparilla se hizo añicos y otra vez quedé a oscuras...
Luis Marré (Guanabacoa, 1929), en Antología mínima
Avisos
En este jueves décimo y tranquilo
del clarísimo mes, descubres
nuevas señales y prodigios nuevos
de la humedad en la pared.
Que ya no son fiestas ni son misterios
sino materia de estupor:
el joven ama el ruido de la muerte
pero el viejo teme su olor.
Eliseo Diego (La Habana, 1920-México, 1994), en El oscuro esplendor
Me desordeno, amor, me desordeno
Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada:
y casi sin porqué, casi por nada
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada:
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno.
Y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.
Carilda Oliver Labra (Matanzas, 1922-2018) en Discurso de Eva
Si me quieres, quiéreme entera
Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra...
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
y morena...
Quiéreme día,
quiéreme noche...
¡Y madrugada en la ventana abierta!
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda... O no me quieras!
Dulce María Loynaz (La Habana, 1902-1997)
Culpable
Quién sabe si al final
la ternura encuentre ojos
que salven mi alma cuando esté vacía.
No somos inocentes.
Mis labios descubren una cárcel sin despedidas:
insomnio escapado del mundo.
Irasema Cruz Bolaños (La Habana, 1971), en Mujer en los andenes
Ajedrez
Las veces que la vida intenta enclaustrarnos
en algún rincón inaccesible de su mapa.
En el siniestro afán ha borrado anécdotas
rostros que no debieron ausentarse
ni regresará disfrazada de camello
entrando por debajo de las puertas con juguetes.
Ocasiones cuando la nostalgia
las frustraciones agobian.
Pretende vencernos y desistamos
en el enfrentamiento por ganarle la partida.
Pero la vida es un contrario también con grietas
que permiten adivinar sus movimientos.
Mientras consiga advertirlos no se inclinará mi rey.
Todavía atesoro las mejores piezas sobre el tablero.
Pierre Bernet Ferrand (Guantánamo, 1950), en Cuando todo es más evidente
Elogio de la danza
A Leo Brouwer
El viento sopla
como un niño
y los aires jadean
en la selva, en el mar.
Entras y sales
con el viento,
soplas la llama fría;
Velos de luna
soplas tú
y las flores y el musgo
van latiendo en el viento.
Y el cuerpo
al filo del agua,
al filo del viento,
en el eterno signo de la danza.
Nancy Morejón (La Habana, 1944), en Cantares, cien poemas.
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