jueves, 3 de septiembre de 2015

Presentación Papeles de domingo, de Héctor Mauriño

En el salón azul de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional del Comahue, en Neuquén, el 2 de septiembre de 2015

Este libro nació en torno de dos cafés sucesivos y que siempre parecían el mismo, bebidos a lo largo y ancho de varias mesas en bares de esta ciudad. Este libro fue la respuesta a una pregunta. ¿Y ahora qué hago? Y bueno, publicá un libro, fue la respuesta. Es el libro de un periodista. Pero sobre todo, es el libro de un amigo. Y también es el libro que recopila la experiencia de la palabra de alguien que, con paciencia, con perseverancia, se dedicó a hurgar en los entresijos de una sociedad que se iba haciendo compleja, se expandía y planteaba cada vez más interrogantes.

La experiencia de la palabra, dice el poeta Roberto Juarroz, está signada por muchos factores, pero sobre todo por dos: la necesidad y la intensidad. Necesidad, porque si la palabra no dice, hay algo que se destruye. E intensidad, porque decir esa palabra implica una singular densidad, una fuerza particular.
Estas definiciones, expresadas para explicar la poesía, son en cierto modo aplicables a estos Papeles de domingo, que presenta hoy Héctor el Vasco Mauriño. O mejor, que re presenta, pues ya aparecieron en su momento, en su coyuntura específica, cuando la vida política y social de la provincia necesitaba estos papeles, y con la intensidad con que los necesitaba.
Este regreso de los artículos que el Vasco escribió a lo largo de dos décadas en el diario Río Negro, desde esa “fortaleza de la soledad” en que convertía su escritorio los sábados por la tarde, cuando no había mate que alcanzara para apurar el remate del comentario, habla de la impiedad de la realidad argentina, de ese casi eterno retorno de las cosas y las palabras, para poder entender, interpretar descifrar este mosaico que es la historia política de la Argentina. Y en particular, la de este rincón polvoriento, y boscoso, la de este oasis cerril e hidrocarburífero que es Neuquén.
El escenario está planteado, lo conocen los lectores de entonces, también los de hoy. Pero hay más: el interés de estos textos, que trabajan en varios registros, desde la reflexión admonitoria y casi moral hasta el aguafuerte irónico, sarcástico, que se aplica sobre la propia imagen reflejada en el espejo, es por cierto sabor anticipatorio que se percibía en el momento de ser escritos y que ahora es evidente. Están los hechos principales ocurridos en una provincia de grandes conflictos, un territorio matrero, un sitio de gente que se alza frente a los poderes sin medir demasiado si le dan la altura o la hondura. Lo hace, sin más.
Y así, fue anticipatorio en las luchas de los años noventa con el piquete, que se patentó aquí, o con la caída no por irremediable menos trágica, del servicio militar obligatorio. O la brutalidad sin límite del neoliberalismo -y permítanme usar una palabra ridícula- en tierno maridaje con la policía brava.
Eso se hizo acá, como también se hizo la pelea por la vigencia de los derechos humanos o ese catolicismo de vanguardia de De Nevares, o la resurrección de una pelea ancestral en la que los vencidos volvieron y reconstruyen su nación.
Y el Vasco mira eso y lo escribe. Desde un oficio de sobreviviente, como es el periodismo para la generación que lo aprendió en redacciones antes que en claustros académicos. El periodismo como ejercicio de la política por otros medios. El periodismo como refugio, ese nuevo derecho que tenemos ahora los argentinos. El periodismo como espacio de privilegio para cuestionar el poder desde el no poder, como un francotirador que domina la escena con su visión aunque sabe que más que explicarla, señalarla, poco podrá hacer.
En tiempos en que este oficio casi convertido en profesión está en el punto más alto de cuestionamiento y en el más bajo de credibilidad, esta publicación de los Papeles de domingo viene a decir que esos sencillos consejos de Rodolfo Walsh sobre leer las guías telefónicas, los partes policiales y las gacetillas oficiales porque allí hay mucha información, están más vigentes que nunca.
Y nos recuerdan a Roberto Arlt, quien, en el prólogo a Los Lanzallamas, decía que el futuro era nuestro por prepotencia de trabajo. Pero me permito citar completo ese párrafo y, donde Arlt escribe “literatura”, puodemos leer, también, “periodismo”. Va la cita: “Crearemos nuestra literatura no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierren la violencia de un cross a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, y que los eunucos bufen”. Entonces, la prepotencia de trabajo es la premisa de un anatema, de ese lapidario final. Porque de eso se trata. De que bufen.
GB
Neuquén, septiembre de 2015






No hay comentarios: