Cristian Aliaga levanta la palabra, da vuelta los paradigmas del sentido común: hace de la enfermedad un camino; del dolor, una puerta; del amor, un horizonte. Una aproximación a su poesía, imprescindible para conocer la Patagonia.
Selección y notas Gerardo Burton (geburt@gmail.com)
Resulta una tarea difícil seleccionar poemas de Cristian Aliaga. Son parejos en el alto voltaje poético, su calidad desafía cualquier intento de descartar o elegir uno y prescindir de otro. Uno quisiera que estuvieran todos, leídos simultáneamente. Tanta es su brillante apertura a otros paisajes, a otras miradas.
A continuación, hay un muestrario que abarca desde el territorio expandido de la estepa, identificada y localizada en sus animales, en sus plantas. También en sus historias -especialmente las olvidadas, las que no recogen los libros del prestigio oficial-, en las esperanzas de sus pueblos, más allá de los olvidos que, en cualquier recodo del futuro, parecen acechar.
Aliaga levanta la palabra, da vuelta los paradigmas del sentido común: hace de la enfermedad un camino; del dolor, una puerta; del amor, un horizonte. La caída es vertical, pero hacia arriba, sostiene. Su obra recuerda la incandescencia mística de Viel Temperley al tiempo que envidia de soslayo los juegos del lenguaje que hicieron sus admirados Bustriazo Ortiz y Francisco Madariaga.
Fue amigo e iluminador de poetas y escritores de Patagonia y del país. El santacruceño Curinao, que lamenta no haberlo conocido personalmente, recuerda en un mensaje telefónico reproducido en su blog que “la primera vez (que hablé con él) charlamos dos horas. Fuimos al hueso en ese primer acercamiento, terminamos hablando de la revista El Gráfico y de nuestros padres” (http://jorgecurinao.blogspot.com/2024/04/no-conoci-personalmente-cristian-aliaga.html).
Cristian Aliaga murió en Buenos Aires el 16 de abril de este año.
BREVE ANTOLOGÍA
Huellas inmóviles
Privilegio de canciones que no se cantan.
Amoríos, placer, muérdagos de espuma,
armado de sensaciones de llantos olvidados
al sabor de las tardecitas.
Menos andar, menso presagiar, menos saber
las cosas de la tarde fría, todas son
marcas en el silencio.
L'amour fou
El mandato ha sido devastado por los ciegos,
los portadores de amnesia:
es el amor, quien lo sabe se cuida.
Antes de volver, ya estábamos escondidos, de nosotros,
de la muerte, de los pantanos mundos. Aleluya.
Amor de soles perfectos al bailar.
Aleluya, aire de santa danza.
Vuelvo, tentada la escarcha,
a recorrer el cielo de la escalera al muelle.
De Lejía, Bs.As., Último reino, 1988
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Tango II
Tuve miedo:
me iba a un espacio oscuro,
tuve miedo.
Queda el sol, ciertamente,
y algunas palabras
que el silencio no puede mover.
Tengo miedo también en este sitio.
No es el aura de Kant
El resultado es el silencio.
Ocultos en los ranchos,
emparejados con la hacienda,
los peones carcomen la filosofía.
No es el aura de Kant
ni el primer motor de Tomás de Aquino:
es una bola de l ento fuego
que se revuelca en el alma.
El sueño es un cuchillo en el vientre
de los blancos dioses
y un incendio de alpataco
que todo lo destruya.
La luna amontonada en los galpones
y el regreso de un interminable viaje
a caballo por las estrellas.
Los perros huelen el alma de los peones
y encuentran seres desconocidos.
De No es el aura de Kant, Bs.As., Último reino, 1992.
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Antiguo amor
Nadie que encierre la pasión
entre los huesos
caerá por una bala perdida.
Deberán Matarnos
con perdigones o
-más modernos-
con una munición explosiva,
dirigida al corazón
del corazón,
a la pasión que en la vida
nos sostiene.
Artista del aire
Uno busca la fortuna,
zarandea el cuerpo
como artista del aire,
cebado para la carne.
La fortuna esquiva mueve
por el cielo su bulto inasible.
Pero un hambriento
no dejará
de tirar dentelladas.
De El pasto azul, Bs.As., Último reino, 1996
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Arte, poética
Un poeta -lobo sin cartel-
no muestra sus cartas, no baraja
de nuevo, no escancia vinos
que no es capaz de beber.
Es un animal procaz
que no ve detrás de las ventanas
sino más allá de las rejas,
un espectro sordo
que no domina su carta de ilusión
y se entrega a ella hasta ser destruido.
Un poeta -un punto azul sobre la mesa-
no mira para ver
sino para abrir los ojos.
La lírica
Lenta, la lírica,
estrellada cadena de amarguras
se convierte
en canto.
Eso también es mentir, pero hay mentiras
para verdaderos creyentes.
Dilemas como éste han llevado
la pasión a las palabras,
las palabras a la ruina,
la ruina a otro despertar.
De Estancia La Adivinación, Bs.As., Último reino, 1998
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El sentimiento ácido
La angustia desesperada de la inteligencia,
ésa que invocamos, salmo que se repite
a espasmos irregulares dentro de un largo poema inacabable.
Turbio el sentimiento, tiene poder para emular
la angustia de la inteligencia que acecha sin aparecer.
El sentimiento es ácido, quema la víscera grande,
es adictivo aunque se pierde en la repetición
de un tren que pasa en otra vida.
Es ácido, casi no puede beberse sin arcadas,
inmaculado junto al matorral de flores muertas.
Perro soñador,
genocida perdonado por su familia
encarcelado por breves lapsos, suelto para rezar,
demorado en morir a la espera de otra
extremaunción.
Papa, consumidor de hostias, presas fáciles,
retardado, genocida, amante de sus torturados, novio
de la muerte sin orgasmos, alucinado que pasea
por terrazas desde las que enferma sin morir.
Perro de sarna sueña con carne.
Un ring para dios
Queremos un ring para dios pero dios se recuesta contra las cuerdas permanece quieto sin responder al árbitro nadie podría pegarle sin ser considerado maricón pero entonces no hay box ni riña teológica que lo saque de allí el ring es enorme a los ojos de los incrédulos se tiran golpes sobre dios la lona alberga a una multitud de caídos no hay triunfo sino presas del KO de dios la mirada de él está húmeda el protector inguinal es de cuero virgen esa mirada de él dramatiza que no habrá golpes pero se posa sobre los caídos como al descuido generaciones de caídos no creemos en dios sino en sus golpes de KO su mirada húmeda su protector de cuero virgen.
Roja tu especie
pecados nuestros chirría roja ella
la carne al fuego
los perros anhelan
en sus bocas profundas
lo no dicho, la noche, el hastío
para acercarse sin apuro
a las sobras pegadas en los huesos
sobre el fuego toda carne asoma
buena,
recién sobre el cuerpo se palpan
ternezas y nervios
las protuberancias
se muerde por el anca a la que chirría
aquí nosotros las pampas
y los perros
la carne quemada
devoran los idiotas
los que no saben
carne de ésta no comen, el anca roja
sin pústulas
en mi patria tragamos todo
aquello que lleve el nombre
carne
roja es tu especie...
Tanto Blake
un escenario invariable
para montar la disección
de lo variable.
descubrir de una vez si es posible
convertir en acto tanto Blake, aquella peste
exigente.
aún puesta sobre la nada
una mirada puede durar
Todo miedo
todo miedo te domestica el dolor
la pérdida de control, la manera sentida
de perderlo todo de vista.
horizonte esta placidez de pájaro
apenas mojado.
De La sombra de todo, Bs.As., Bajo la luna, 2007
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La oveja
¿Levantar la cabeza?
¿Dónde cree que estamos, en la Patagonia?
Samuel Beckett
Atrapada por el cuello al alambre de púas, un mal movimiento la degollaría. La oveja desliza milímetros su cabeza hasta quedar inmóvil a la espera de una solución que escapa a sus propios movimientos. Su cabeza no piensa, ni esboza cursos de acción, apenas percibe el suave ardor de los alambres puntiagudos, mientras a unos metros del alambrado los vehículos atraviesan la soledad. Pasan sin verla, o ven apenas la imagen fugaz de una oveja que permanece muy cerca de la ruta, en una inmovilidad sólo rota por gestos imperceptibles. Atrapada por el cuello al alambre de púas, oye la secuencia creciente y luego decreciente de los motores, quieta se queda y algo semejante al placer percibe cuando logra la quietud absoluta. Empieza a dolerle cuando se adormece, y así se despierta, y vuelven a nublarse sus ojos azules hasta que regresa el dolor que para ella no tiene nombre. No puede estimar la duración de la noche ni aspira al azar de alguien que atine a separar su cabeza del alambre.
De Música desconocida para viajes, 2002; 2009.
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Leche
Veo la muerte como una extensa noche sin dormir.
Tu insomnio es mi ruta.
Te llevaré leche finísima de animales
para que cesen tus llantos.
No escribo más
que para pedirte.
Guardarte
Te has vuelto
agua, cristal
infinitamente duro,
necesito guardarte como estás
en un sitio más
hondo que cualquier corazón
rajado.
De El rincón de pedir, Bahía Blanca, Vox, 2015.
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Resistencia
Los comunistas guardaban sueños, los comunistas, los comunistas. Caetano Veloso
La izquierda no llega, no alcanza la izquierda, no ve el final la travestida. No ve nada, ni el final de la miseria ni su principio. La derecha come de todo, todo es derecha en este mundo, una mandíbula ciega que tritura, calma para tragarse las víctimas y cobrar por la eternidad la sumisión o voto desconcertado. Las almitas engañadas por la instrucción cívica de las democracias van aderezadas rumbo a esa dentadura de ónix. No podrás levantar muros ni alambradas en tan feroz estómago. Cuando la tiranía es un sangrado diario que opera por goteo y viene con el agua de las cloacas en envase certificado de residuos nucleares, la resistencia es susurro, oración pagana, una bomba de detonación que llega en viaje desde una guerra pasada, el recuerdo de Marx que cura todos los desvaríos pero nos deja en Siberia o en un estante de la biblioteca. El capital acumulado en sangre es legal, mortal, eterno en las manos de siempre. El Capital debe ser leído como un Sutra. Todo trabajo es forzado.
(Biblioteca Chetham, Manchester)
El cuidador del oso
El Circo del Estado de Moscú tiene función en Inglaterra. La comparsa dura más que el Estado de Stalin, su continuidad ignora el derrumbe de cualquier muro. Es de otro material o espíritu esta gente, no necesita lamentar gulags para divertir a Occidente. Es precario este Estado, un remedo que viaja lejos de su origen para mostrar lo que no tiene y sugestionar un poco a los presentes con prestidigitación y paraísos de cartón piedra al alcance del nuevo proletariado, que aquí aún paga la entrada. Quedan equilibristas, damas de a caballo y domadores de animales irreconocibles.
Al circo le cuesta regresar a Moscú, y se sospecha que el viaje es un anuncio que se postergará para siempre. En los camarines del antiguo presentador, viejos banderines del Spartak; fotos de Gagarin y Trotsky. El público inglés aplaude a los animales por compasión, y el payaso ruso les resulta feroz. El cuidador del oso me dice que la vejez acosa al animal. Es lo único auténtico de este circo, insiste. Todo durará mientras viva ese animal de Siberia.
(Newcastle)
El precio espiritual
Para Artaud, en su memoria
Guardo un objeto, lo limpio con paciencia, ayudo a convertirlo en recuerdo, adquiere matices pardos, parece relevante en su materia avejentada, sube su precio espiritual, guardado entre objetos otros que también duran por pura constitución material. El tiempo va pasando, le asigno importancia, lo paso de una caja a un cofre, a veces lo extraigo con cuidado y me dedico a contemplarlo. Es bello ahora, cada vez más se parece a una pieza única de un pasado perfecto e irrepetible. Merece ser resguardado en una caja de seguridad, es una lucha contra el tiempo y se ha convertido en símbolo de una existencia, tiene esa consistencia. Me despierto, la mañana empieza como un dolor en el vientre, una enfermedad paranoica, y para conjurar la ilusión arrojo el hueso o la piedra tallada a la basura común de toda la vida.
(Rodez)
De La pasión extranjera, Comodoro Rivadavia, Espacio Hudson, 2018
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Inserto la moneda y sale sangre
Inserto la moneda y sale sangre.
Aprieto las teclas y sale sangre.
Abro los grifos y sale sangre.
Cierro los ojos y sale sangre.
Leo los clásicos y sale sangre.
No es la enfermedad: es algo universal
para exhibir bajo el sol del mundo.
Su color es indistinto entre los naturales de todos los continentes,
y su aparición a borbotones o de a gotas
da cuenta de la simetría
de los finales que vienen, inhumanos.
Estirar la mano
Estirar la mano como quien pide un don
y se arrepiente,
deja el gesto en el aire y pide menos que nada,
para seguir.
La palabra acierta
La palabra acierta
solo en la caída.
Desbocada en el aire,
suelta de nosotros,
se arroja hacia el final
único
donde suena
cierta.
Cuánto vale el sueño
Cuánto vale el sueño puesto en una cánula de sangre.
La esperanza está en el sueño, porque el despertar
es experto en muertes.
No interrumpas el sueño de los héroes, la materia
de las sirenas, no tapes tus oídos al reclamo.
El silencio de muerte es peor que perder la razón.
El dolor es dios
El dolor es dios, pero no sabe bailar.
La pequeña que juega con su globo
y lo hace rebotar entre los tubos y monitores
es dios, aunque no sepa sobrevivir.
La moribunda de ojos almendra
tiene la mirada atravesada por la luz
que ya no puede mirar. Es dios en su ceguera iluminada.
El dolor es un dios equivocado.
la verdadera caída es hacia arriba
De La caída hacia arriba, Madrid, Amargord, 2018.
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La colección de lo roto
Lo perdido, lo roto, lo arrojado
coleccionamos.
Revisamos en la basura de todos
el diamante perdido,
el amuleto descartado por el capital.
Rastreamos la vergüenza de uno,
el secreto perdido, la foto descartada sin quemar
del último amor de aquellos.
Coleccionamos su dolor al tiempo
que nos alimentamos de su basura.
Aprendemos de su humanidad:
por nuestras manos pasan
los restos de sus arrugas
que no son cicatrices.
Disimulo
Yo era cadáver, y volví
a salir por mis pies.
Agradecí a los carteles luminosos
del hospital
en medio del gentío.
La barahúnda, el olor de todos,
la droga que fascina en la Ciudad Oculta.
La marea incontenible del atardecer,
las luces del misterio ciego
el transporte con gente
que cuelga
ajusticiada por el trabajo.
La noche solitaria de los vivos,
la ilusión de ser parte
de algo que se mueve
hacia una esperanza a
que se acelera
en el corazón partido.
Bajo mis pies
la senda a recorrer
el vagar puro de quien no tiene
regreso ni un lugar a la sombra.
Por la plaza giran putas, mendigos,
los náufragos tienden
colchones para la noche,
la policía cobra en especie.
Vamos rumbo al Paraíso
con identidad encubierta.
En la fuente baila un payaso
que fue asceta o gerente.
Abandono mis vendas y apósitos,
acá todos llevan sus heridas
al descubierto.
Entre víctimas
está mal visto
el disimulo.
La ocupación
Un bar cerrado a cal y canto
al trabajo imbécil,
a la desgracia del día.
Se bebe, pero ésa no es
la verdadera ocupación.
El que ve pasar el mundo,
abandonado tras las ventanas
desnortadas de cualquier éxito.
El que tose para adentro
su pudor o fracaso,
el que grita para decir
que tiene todavía algo para decir
a nadie.
El que desafía a los presentes
pero sobre todo a los muertos,
y después se refugia
en la herida más cruel
para no hablar más
hasta la hora del cierre.
El bar luce pocas botellas
no abre las ventanas
ni ventila el alma jamás.
Los caídos no dejan de llegar,
ni quieren ver la calle
en que se golpearon.
Vamos a un ritmo,
no hay semana ni lunes
que nos destrocen del todo.
Aquí se sueña con morir:
las hazañas jamás son verdaderas;
se vive con lo que no se tiene.
La esperanza
es una ronda más,
pagada por otro.
La secta del gatillo
El monte de
los suicidas
que guía mi destino
tiene una ermita
de santos de plástico.
Gatos chinos que no mueven la mano,
Budas gordos y flacos,
un Maruchito tallado en caldén
el hijo de la Difunta Correa en plastilina
y el Gauchito Gil de fierro
se ríe sin parar
de sus perseguidores.
Cristo no se asoma
del Nuevo Testamento.
Un graffiti recibe a los indecisos:
“Señor, Señor, por qué
me abandonaste
a las puertas de la salvación
con la Secta del Gatillo”.
Mi madre hierática no fue,
el padre mío sí, cantaba tangos
en la oscura siembra.
Imaginaba París para cantar
como un uruguayo.
Ah, los señores
que lo ungieron al arado.
Hemos sido insensatos,
sedientos, santos de catedral destruida,
infancias pobres, gauchitos giles,
del amor aquél cruel que suscita
desastre,
pero no descarten el futuro
en esos imbéciles de genealogía,
yo mismo
el instrumento, los bueyes,
mi padre y yo.
De Alto hospicio (La nostalgia del futuro), Comodoro Rivadavia, Espacio Hudson, 2023.
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La repetición
el perro vuelve al vómito
su dueño a la necedad
el sacerdote a repetirlo:
polvo eres
señala con el dedo
hacia una luz
extinguida
en el mar
de los mueretos.
“allí está”, dice, y la polvareda
clausura la boca de la eternidad.
Quásar
Dónde se puede oír la voz
de los desaparecidos
ancestrales y recientes.
En el agua, en el hielo,
los astros.
En la galaxia recién nacida
que acumula
más agua que los océaos
que los desaparecieron.
De Polvareda (La nostalgia del futuro), Comodoro Rivadavia, Espacio Hudson, 2023.
Algunos datos biográficos:
Cristian Aliaga (Tres Cuervos, Buenos Aires, 1962-Ciudad de Buenos Aires, 2024). Residió desde joven en la Patagonia. Poeta, escritor y docente universitario. Creó y dirigió la editorial Espacio Hudson y el periódico El Extremo Sur, y coordinó la revista Confines. Arte & Cultura. Antes, había iniciado su trayectoria como editor de poesía y literatura patagónicas con la página web Revuelto Magallanes, y la editorial homónima. Trabajó en diarios del sur del país -Río Negro, El Patagónico- y en la Universidad San Juan Bosco, donde fue profesor y responsable de la editorial.
Obtuvo el premio “Raúl González Tuñón” del Centro Cultural de la Cooperación-FNA (2005) y el primer premio del Fondo Nacional de las Artes (2007), y recibió becas de la Fundación Antorchas y The Leverhulme Trust.
Publicó, entre otros libros, Estancia La Adivinación (Último Reino, 1998), La sombra de todo (Bajo la Luna, 2007), Música desconocida para viajes (Desde la Gente – IMFC, 2009), La causa clínica / The clinical cause (Manchester University Press, 2011), La caída hacia arriba (Hilos, 2013), La suciedad del color blanco (antología, Eloísa Cartonera, 2013), El rincón de pedir (Vox, 2015) y The foreign passion (traducciones de Ben Bollig, Infllux Press, 2016), entre otros libros. En disco compacto editó Un ring para dios (2009), junto al músico Titín Naves. Jorge Boccanera compiló su antología personal Estrellas en el vidrio (Colihue, 2002). Fue profesor visitante en Leeds University, y presentó en Oxford University su exposición Tus virtudes son tus defectos, con obras del artista visual Alejandro Mezzano. Compiló Herejía bermeja. Obra poética de J. C. Bustriazo Ortiz (2014), Mamihlapinatai. Poesía de mujeres mapuche, selknam y yámana (2010), Escribir en la muralla. Poesía política mapuche (2010) y Desorbitados. Poetas novísimos del sur de Argentina (2009), entre otros trabajos. Compiló poesía sarahui, catalana y española, de autores jóvenes británicos entre otros y los publicó en Espacio Hudson.
Ver más en:
https://octubretv.com/videos/programa-poesia-a-la-calle/0020-cristian-aliaga/?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR3cjOUu7tambrsCj4PKk1wrVTCOck-tUEz-CFE2my2zx8II6a_xR_JLiwU_aem_ARvJ6tJgsojyeUX5VZRBTa5gmiKHk5aEDBqfDFuN-QROBt-OD3EPqM_geD-kFjtboLrNe5esXo7BzQ3-TvimGD1r
https://elpeztinta.blogspot.com/2012/05/un-ring-para-dioscristian-aliaga-titin.html
http://unoyceroediciones.com/cristian-aliaga/