viernes, 23 de mayo de 2008

Coirón, o la aventura de refundar la poesía de la Patagonia

Un artículo de Eduardo Palma Moreno, poeta chileno residente en el Comahue, publicado por el diario "Río Negro".

Alguna vez Walter Benjamin escribió: "Nada de lo que nos haya acontecido ha de darse por perdido para la Historia". Hace algunos días los integrantes de una novísima agrupación literaria cipoleña me recordaron que este mes se cumplían veinticinco años de la primera edición de la revista literaria "Coirón" y, por lo tanto, me solicitaron una entrevista para recabar información acerca de su génesis, de la agrupación que hizo posible el proyecto y de su difusión por las principales ciudades y pueblos patagónicos. Fue ahí que tomé conciencia de esa frase del gran pensador alemán.

"Coirón" fue la objetivación de una "movida" cultural en la cual concurrió una diversidad de elementos de distinta naturaleza, pero con un contexto sociohistórico análogo: como telón de fondo el terrorismo de Estado que asolaba por todos lados prohibiendo obras de literatura nacional e internacional y confeccionando extensas listas de canciones, cuentos infantiles y letras de tango consideradas "peligrosas". El aceitado Plan Cóndor funcionaba eficientemente y en esta parte sur del continente el miedo y la desconfianza iban ganando los espacios y congelando los espíritus. Sin embargo, un río subterráneo y silencioso fue aunando voluntades y, espontáneamente, se inició un camino sin regreso: diversas expresiones artísticas (teatro, música, artes plásticas, talleres literarios, etcétera) fueron emergiendo espontáneamente en la Norpatagonia para multiplicarse y extenderse en el resto del territorio.

Griselda Fanese, docente e investigadora de la Universidad Nacional del Comahue, escribió respecto de esta revista: "Sólo tres números logró poner 'Coirón' en la calle en aquel 1983. Sin embargo, nadie dudaría hoy de que un vocabulario, una síntesis y algunos gestos rituales presentes en sus páginas la convierten en un asiento de cultura (...), un dispositivo que habilitó a quienes la realizaron a situarse frente a su época, a un espacio geográfico y simbólico".

Es verdad que hubo algo de contingente en todo esto. Pero hay que señalar ciertos factores relevantes que coadyuvaron a esta emergencia poética que se atrevía a resignificar la palabra y a remetaforizar la metáfora. Sin establecer un orden jerárquico, me atrevo a señalar los siguientes: por un lado, la conjunción de las "mochilas poéticas" entre escritores chilenos y argentinos; los primeros, cargando en ellas el singular proceso político vivido en la era de Salvador Allende, los poemas de Neruda, Lihn, Teillier, Huidobro y otros y los segundos, su propia experiencia política y los textos poéticos de González Tuñón, Molina, Oliverio Girondo y Gelman (este último autor sería motivo de un artículo aparte por la injerencia que tuvo en los jóvenes poetas patagónicos y por su incidencia en la conclusión de nuestro proyecto poético). Por otro lado, los talleres multiplicadores del escritor y docente Nicolás Bratosevich, que permitió no sólo el análisis y el ejercicio del discurso literario sino que además posibilitó el encuentro de escritores de Río Negro y Neuquén. Pero, sin lugar a dudas, el factor determinante del surgimiento del grupo Coirón y su materialización en la revista del mismo nombre fue la creación del Centro de Escritores Patagónicos (CEP). El escritor y docente Ricardo Costa afirma: "Promediando el año 1982 y dentro de esta atmósfera de fervor cultural, un grupo integrado por Hilda López, Clara Vouillat, Juan José Brión y Eduardo Palma Moreno toma la iniciativa de encaminar la creación de un centro de escritores. Para tal fin, este grupo convoca a narradores, poetas, dramaturgos y compositores locales a celebrar una reunión organizativa". En diciembre de 1982, en el centro provincial Nayahue (Neuquén), se concreta el Primer Encuentro. Será Coirón -como señala Fanese-, y la red de escritores regionales que apoyan este proyecto, lo que permitirá al CEP cobrar capacidad de resonancia y amplificación de sus ideas hacia toda la Patagonia.

Hace veinticinco años se editó el primer ejemplar de "Coirón". Pero su discurso y su práctica no se enredaban ingenuamente en los rudimentos de la retórica tradicional: había conciencia de una poética en sí que debía insertarse en un proyecto cultural más amplio para la recuperación de la palabra y de una sociedad realmente democrática, pues "El problema de la cultura no podemos teñirlo de excelsitudes metafísicas: tenemos que considerarlo vinculado a las necesidades materiales y espirituales de toda la comunidad y de las formas a través de las cuales ésta produce, crea y recrea estos valores insertos, siempre, en el proceso de la práctica histórico-social", como decía el editorial de la última publicación de "Coirón".

lunes, 19 de mayo de 2008

Anticipo | Crónicas
Patagonia (Edhasa) reúne historias y retratos de pobladores de aquella región del país en distintas épocas. El fragmento que publicamos narra cómo un grupo de galeses, para conservar su lengua, se afincó en la Argentina
LANACION.com | ADN Cultura | Sábado 17 de mayo de 2008

miércoles, 14 de mayo de 2008

Poemas visuales, canciones que se ven

En las obras de Javier Lodeiro, en exhibición en la sala de arte de Sosunc, se entrecruzan tres artes: la literatura, la música y la pintura. La síntesis lograda establece una apertura a la búsqueda de una realidad más allá de lo real.

Gerardo Burton
geburt@gmail.com

NEUQUÉN.- Relecturas de hechos históricos y de mitos en clave de historieta. Colores que seducen desde el plano de la madera: celestes, naranjas, violetas, verdes claros, rojos lacre producen un primer impacto que exige una nueva mirada. Y además, un entrecruzamiento de artes: es pintura pero también es relato y además hay un lenguaje musical.
Es la exposición de Javier Lodeiro en la galería de Sosunc, la segunda experiencia de “doble curaduría” propuesta por Marcelo del Hoyo: en esta ocasión, su socio en la tarea es Raúl Cadús, docente de la carrera de filosofía de la Universidad del Comahue. Y el resultado es una serie de obras que apuntan a una “ventana herméticamente abierta a la experiencia metafísica” (según Cadús) en la línea que en el arte argentino inició Xul Solar.
La llegada de Lodeiro a la pintura no es solamente un resultado; por el contrario, es el nuevo inicio de una búsqueda en un eterno retorno que incluye la literatura y la música. Basta mencionar sus influjos: el rock de las décadas de 1960 y 1970; Bob Dylan; el blues y el jazz (Miles Davies); Beethoven; Miguel Ángel. El encuentro con una obra de Gauguin en el Museo de Bellas Artes en Buenos Aires le sirvió para explicar qué clase de seducción quiere ejercer sobre el público con su pintura: “la mayoría de las obras (en exposición en Sosunc) tiene que ver con algo que vi y que intento traducir: que alguien sienta lo mismo que yo al ver los dos colores que se unen en ese cuadro de Gauguin”.
El juego se produce por lo general entre dos colores principales, que “se unen de la misma manera que en ese cuadro de Gauguin”. Con eso “busco un impacto en la gente”, explicó, y citó un texto que aparece en su sitio web: esa búsqueda no implica la transmisión de un mensaje, su obra “no configura un escenario que busque hablar a la razón”. En cambio, hay una serie de elementos diversos unidos por “una pauta que los interconecta”.
Así, Lodeiro piensa los cuadros como “poemas visuales” o “canciones que se ven”, según sus propias palabras.
Llegó a la pintura por fuera de los circuitos tradicionales o académicos. En realidad, planteó su camino por el disfrute del arte, por la necesidad de sintetizar la experiencia existencial como una “maravillosa bendición y un doloroso misterio” a la vez.
Para eso le sirvió el ejercicio de disciplinas artísticas diversas: escribió “dos novelas y media; relatos” y compuso canciones. En esa indagación por los diferentes lenguajes se produjo un proceso de selección y de adaptación que implicó descartar elementos e incorporar otros. Así con los mitos, la investigación en las culturas de los pueblos originarios de América, la conformación de un ambiente de sugerencias metafísicas.
Lo onírico interviene como uno de los elementos de su estética pero, a diferencia de lo que ocurre con el surrealismo, el planteo aparece más ligado a un guiño metafísico: los símbolos y los signos de épocas históricas totalmente disímiles y a veces antagónicas, desplegados en sus cuadros, el relato mítico y su reescritura desde lo visual, la textura plana del color plantean una mirada de lo real más allá de la realidad. Entonces, ese asomarse a un nuevo espacio, a un espacio otro, permite recuperar una mirada distinta sobre la realidad, esa mirada desde la otra parte, donde está la vida, según Rimbaud.
Lodeiro (nacido en Buenos Aires hace 38 años) reside en Cipolletti. Es de formación autodidacta en pintura. Expuso en Buenos Aires –Braga Menéndez, Centro Cultural Borges- y en Rosario –Cordón Plateado-, y obras suyas están expuestas en forma permanente en Bahía Blanca.
La exposición en la sala de arte de Sosunc está habilitada hasta finales de este mes, de martes a viernes de 10 a 14, y sábado y domingo de 16 a 19.